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SINÓPSIS |
Acto
I
Después de que una violenta tormenta les hubiera cogido por sorpresa, el Capitán noruego Daland y su tripulación corren a refugiarse en una bahía. Aunque su propio puerto está a muy poca distancia de allí, no pueden volver al mar, y deciden quedarse a pasar la nocHolandés Errante. Sólo el timonel se queda a bordo para hacer guardia, pero se queda dormido tras el timón, y no ve el barco del Holandés Errante que se dirige a la costa y ancla junto al barco de los noruegos. Mientras su tripulación aferra las velas, el Holandés baja a tierra. Ya han pasado otros siete años y vuelve a tener la esperanza de poder liberarse de la maldición que pesa sobre él desde que calumnió a Dios, hace ya mucho tiempo. Su redención sólo puede llegarle a través de una mujer que le sea fiel hasta la muerte. Sino encuentra a dicha mujer, será condenado a volver al mar y volver a navegar una ruta sin fin hasta el Día del Juicio Final. Daland vuelve a subir al barco, y al darse cuenta de que hay otro junto al suyo, empieza a hablar con el Holandés. Este último ofrece al codicioso capitán, que no sospecha nada, un trato un tanto extraño: le promete un cofre repleto de los tesoros más inusuales a cambio de poder pasar una nocHolandés Errante bajo su techo. Daland se queda tan asombrado como encantado con la idea. Su alegría aumenta cuando descubre que el evidentemente rico Holandés está buscando esposa. Sin dudarlo ni un momento, ofrece al extranjero su única hija. La tormenta se ha calmado, y ya no supone un obstáculo para volver a casa.
Acto II Cuando se levanta el telón, se puede ver una habitación grande de la casa de Daland, donde la niñera de Senta, Mary y las muchachas del pueblo están tejiendo. Sólo Senta se sienta a parte, mirando con ojos soñadores el misterioso retrato de un hombre pálido: El Holandés Errante. Como las otras muchachas le insisten tanto, al final canta la Balada del Holandés Errante, y el relato del desdichado destino del marinero desventurado, y en un arrebato de pasión admite que ella quiere ser la mujer que lo redima siéndole fiel hasta la muerte. Mientras tanto Erik, llega para anunciar la vuelta a casa del barco de Daland, y al oír las últimas palabras de Senta, se queda totalmente desalentado. Mientras Mary y las muchachas salen corriendo de la habitación para recibir a los hombres, él se queda con Senta. Erik que lleva mucho tiempo enamorado de Senta, ahora le suplica que ponga punto final a su absurdo enamoramiento con el Holandés. El le explica un sueño perturbador en el que ella aparece como la amante del hombre del retrato. Pero, cuando se da cuenta de que sus súplicas son en vano, sale corriendo. Senta está ahora más enamorada que nunca del hombre maldito y nada más empieza a tararear el final de la Balada, cuando de golpe, la puerta se abre y Daland entra acompañado del Holandés. En seguida reconoce al extranjero y se queda petrificada. Daland empieza a hablarle de las ventajas que le aportarán un matrimonio con el rico Extranjero, pero, al ver que ni ella ni el Holandés dan muestras de ningún tipo de emoción, se va. Una vez a solas, ambos se confiesan sus sentimientos. Senta en seguida confiesa que cumplirá la promesa de su padre y se casará con él, sea cual sea lo que el destino les depare. Por su parte, el Holandés apenas puede creer que su salvación esté tan al alcance de la mano. Cuando Daland vuelve, se alegra de oír a su hija jurando que será fiel al Holandés hasta la muerte.
Acto III El barco de Daland ancla en el puerto, mientras la tripulación y las muchachas del pueblo celebran su regreso con una canción. Por el contrario, la tripulación del barco de Holandés, anclado junto al otro barco, permanece bajo cubierta y no se oye ninguna señal de vida cuando los Noruegos los llaman para invitarlos a la fiesta. Ello provoca una cierta inquietud entre los juerguistas, hasta que la tripulación del Holandés, de repente, empieza a cantar una canción fúnebre. Los noruegos, antes alegres, empiezan a asustarse. Aunque primero intentan apagar con sus cantos las voces de la tripulación fantasma, al final se dan media vuelta y echan a correr en completo terror. El silencio repentino que sigue a la escena se rompe con Senta saliendo de la casa de Daland, seguida por Erik que no puede entender cómo la mujer que adora se ha podido prometer a un completo extraño. Ella se siente avergonzada cuando él le reprocha que una vez ella le prometió que sería suya por siempre (cosa que aunque no dijo con palabras dio a entender con sus actos). El Holandés, que escondido oye toda la conversación, aparece ahora en un estado de completa agitación. Creyendo que Senta le ha traicionado, sale corriendo hacia su barco, descontrolado por la rabia y el dolor, y dispuesto a izar las velas de nuevo durante otros siete años. Asustado, Erik llama a Daland, a los marineros y a las otras muchachas para que le ayuden a retener a Senta, que ha decidido no permitir la marcha del Holandés. Este último revela por fin su autentica identidad y sube a su barco que en seguida zarpa. Senta logra escaparse y corre hacia lo alto del rocoso acantilado. Repitiendo su promesa de mantenerse fiel al Holandés hasta la muerte, se lanza al mar, cumpliendo así su palabra. El efecto es inmediato: el barco se hunde entre las olas, y en la distancia, se ven el Holandés y Senta, alzándose de entre el mar en su largo camino al cielo. La maldición a llegado a su fin. |