Habíamos
llegado en nuestro artículo anterior hasta la pausa larga con la
que acaba la segunda exposición del Tema
de la última cena. Ahora escuchamos en los metales
un nuevo tema: el Tema del Grial.
El
origen de este tema no está claro. Algunos lo identifican con el
“Amén de Dresde” y lo relacionan con otros motivos semejantes. Así
lo hacen, por ejemplo, Stanley Sadie y Arthur Jacobs, al establecer
un vínculo entre el motivo que ilustra el sonido de las campanas
de Roma en Tannhäuser y el de la divina misión de Lohengrin
(ambos contienen una melodía de cinco notas que ascienden por grados
conjuntos).
En
cambio, el estudioso Alfred Lorenz afirma que ese motivo no proviene
tanto del “Amén de Dresde” como de la evolución de una de las primeras
ideas que tuvo Wagner para Parsifal. Lorenz cita como prueba uno
de los esbozos de Wagner para el poema de Tristán e Isolda,
en el que Parzival aparecía en el tercer acto, durante la agonía
de Tristán y cantaba lo siguiente:
(Aquí
la voz cantada la interpreta el oboe, mientras que el acompañamiento
suena con violas y violonchelos.)
Lorenz
llama la atención sobre la línea ascendente del Tema del Grial,
que ya aparece en la voz media del compás cuatro (justo cuando aparece
la palabra “Grial” –Gral–) y también en la voz superior del compás
seis (que acaba en dos sextas paralelas). Así pues, la asociación
de ese tema con el Grial sería muy anterior a la composición de
Parsifal.
Pero
volvamos al preludio. En el tema mencionado, la armonía se mantiene:
empieza y acaba en La bemol mayor. Sin embargo, las maderas toman
el relevo y repiten el ascenso por sextas paralelas tan representativo
de este Tema del Grial, modulando a la dominante (Mi bemol mayor).
Seguidamente,
la sección de metales al completo interpreta el Tema de la Fe.
En
esta ocasión suena en La bemol mayor y acaba en Mi bemol mayor.
A continuación, se repite en otra tonalidad (Do bemol mayor – Sol
bemol mayor), a dos octavas. Lo que parece una tercera
repetición en otra nueva tonalidad (Re mayor) es
más bien un pequeño desarrollo de este tema.
Este
pequeño desarrollo parece anticipar el que aparecerá unos compases
después, si bien aquí aún no tiene un carácter tan marcadamente
contrapuntístico. Como puntos comunes entre este desarrollo y el
posterior, se puede mencionar el encadenamiento de la melodía en
forma descendente, hasta acabar en una cadencia con síncopas.
Tras
una breve pausa, toda la cuerda excepto los contrabajos vuelven
a interpretar el Tema del Grial, esta vez en Do
bemol mayor.
A
continuación, se vuelve a exponer el Tema de la Fe de la siguiente
forma: la flauta, oboe y clarinete primeros interpretan la melodía;
flautas, oboes y clarinetes segundos y terceros ejecutan la armonía;
por último, el corno inglés y la primera trompa tocan la misma melodía
del Tema de la Fe, pero retrasando su entrada respecto a los instrumentos
más agudos, en una típica forma de canon contrapuntístico.
Después,
se repite esto mismo en otra tonalidad y sólo en
la cuerda (excepto los contrabajos).
Aún
se repite una vez más, aunque la melodía experimenta esta vez ligeras
variaciones para cambiar la progresión armónica y también hacer
que la cadencia final sea ascendente en vez de descendente.
Seguidamente,
el Tema de la Fe aparece ya en todo su esplendor. Ya no aparece
el contrapunto en forma de canon, pero a la melodía descendente
de dicho tema (en las trompetas primera y segunda y en los primeros
violines) se le opone un contrapunto ascendente (en el segundo fagot,
la tercera trompa y el primer trombón, con apoyo de los violines
segundos o las violas).
Aquí
tenemos la melodía y la nueva línea contrapuntística.
Y
así suena el desarrollo del Tema
de la Fe.
Vemos
que ahora que, aunque las relaciones interválicas se mantienen en
la melodía, los valores de algunas notas se han aumentado, para
evitar la monotonía rítmica.
Como
un eco celestial, se repite una versión sin síncopas (con el ritmo
de las primeras exposiciones) de este último desarrollo. Aquí el
contrapunto sigue siendo más abundante, aunque retoma también el
canon contrapuntístico en los fagots segundo y tercero y la primera
trompa.
La
cadencia final reposa sobre un acorde de La bemol mayor (que, como
sabemos, es la misma tonalidad en la que ha empezado el preludio).
Hasta
aquí hemos visto dos secciones del preludio. En ambas secciones,
el compositor parece exponer ideas melódicas, para luego reexponerlas
con un acompañamiento magistral; vemos también que se trata de desarrollos
breves, como si quisiera expresar inseguridad sobre el camino que
hay que tomar. En este sentido, la originalidad de la forma del
preludio del primer acto de Parsifal es enorme.
A
partir de aquí, queda la conclusión del preludio, de la cual nos
ocuparemos en el próximo capítulo.
Bibliografía:
-
Das Buch der Motive (El libro de los motivos), volumen 2,
Schott, Mainz, 1920.
-
Arthur Jacobs y Stanley Sadie, El libro de la ópera, Ediciones
Rialp, Madrid, 1990.
-
Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, Alianza Editorial,
Madrid, 1983. Traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas.
-
Richard Wagner, Parsifal, Dover, Nueva York, 1986.
-
Monsalvat: the Parsifal homepage. http://home.c2i.net/monsalvat
-
Alfred Lorenz, Das Geheimnis der Form bei Richard Wagner (El
secreto de la forma en Richard Wagner), Verlag Hans Schneider,
Tutzing, 1966.
-
Richard Wagner, Tannhäuser, Dover, Nueva York, 1984
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