El
mes pasado nos habíamos quedado justo en el compás anterior al frenesí
orgiástico del Venusberg. En este momento, se escucha el tema Sirenas1,
interpretado por toda la orquesta.
El
tema se repite una vez más, empezando el motivo por
la quinta (Si) en vez de por la tónica (Mi). En la
segunda parte de este tema, se pasa a otra tonalidad y luego se
escuchan varios saltos
de tercera en el flautín y los violines primeros
y segundos, con un descenso final de quinta. Mientras suena esto,
las maderas y las trompas hacen una figura
repetida, tomada de los dos
primeros acordes que aparecen en la segunda parte de Sirenas1.
Esta
frase se ejecuta primero en Mi mayor y luego en Do mayor, terminando
luego sobre un trino tremolante en las notas Fa sostenido y seguidamente
en Re sostenido.
Ahora
suena en las violas, los chelos y los fagots el tema Bacanal1, con
la armonía sonando en los violines y en los trinos de flautas, flautín,
y trompeta.
Todo
estos compases ya aparecieron en el mismo orden al principio de
la obertura, cuando empieza a sonar la música del Venusberg, pero
ahora la orquestación es mucho mayor, para dotarla de más fuerza.
Por
fin, este pasaje nos lleva a una explosión
orquestal cuya melodía viene marcada por la particella
de los violines primeros, flautas y flautín.
Suele
pasar inadvertido a mucha gente el primer compás del tema Bacanal1,
que suena también en ese momento, en las violas, chelos y fagots.
El
segundo compás se va repitiendo, aumentando un grado de la escala
en cada repetición, hasta llegar a la nota Do, momento en que la
repetición se acelera sin ascender más en el tono. Todo esto nos
lleva a un nuevo clímax
orquestal descendente, basado en la segunda parte
del tema Sirenas1, que representa el cenit del desenfreno en el
Venusberg.
A
continuación, se escucha en los violines una variación del tema
que aquí hemos denominado como “tema
del sufrimiento”, que irá aumentando en tono hasta
el Sol sobreagudo. A partir de ahí empezará a descender hasta quedarse
oscilando alrededor del Si grave. Esto provoca un efecto de disolución,
como si la orgía y sus protagonistas huyeran en desbandada y la
sensación de frenesí cambiara a un estado de mayor paz interior.
Y
esta paz interior viene representada por la vuelta de los peregrinos,
igual que al principio de la obertura. La diferencia radica en que
ahora el compás ya no es de 3/4 sino
de 4/4, los violines siguen tocando el “tema
del sufrimiento” en pianísimo, y las violas, chelos
y contrabajos marcan ligeramente los cambios armónicos con un pizzicato.
Tal
y como se hizo al principio de la obertura, primero se expone el
tema de la salvación celestial. Seguidamente se escucha el tema
de la penitencia en los chelos, siempre con el ostinato de los violines,
repetido las mismas tres veces en distintas tonalidades. Luego los
chelos y los clarinetes ejecutan la melodía que al principio tocaban
los oboes, que lleva directamente al tema de la salvación tocado
por los trombones.
Esta
reexposición final del coro de los peregrinos alcanza cotas sublimes,
gracias al efecto
combinado del ostinato de los violines, la melodía
de los trombones, y el contrapunto de la tuba.
Más
adelante, las trompas añaden una segunda
voz.
El
coro de los peregrinos termina con una cadencia descendente a Mi
mayor. Y sobre Mi mayor se hace la coda final: los metales van tocando
un acorde de Mi mayor que se va desplazando en movimiento ascendente
hasta que la nota más aguda llega a Sol sostenido. Luego la nota
aguda desciende a Mi y se escucha la cadencia con la que esta obertura
llega a su fin.
Esta
obertura, aunque responde básicamente a la forma sonata clásica
(en tanto que hay una exposición, un desarrollo y una reexposición,
con una clara estructura A-B-A’, y la armadura siempre se mantiene
en Mi mayor), puede tomarse sin embargo como un poema sinfónico,
ya que su material temático y su desarrollo está intimamente ligado
al drama. Así pues, en este caso estamos ante una una obertura que
resume la obra, enfrentando los dos mundos contrapuestos en la obra
(el que representan Venus y Elisabeth). Precisamente por su poder
descriptivo y por su simetría formal, esta versión de Dresde funciona
muy bien en las salas de concierto y es una de las piezas de Wagner
más populares; su argumento es fácil de entender y de seguir, ya
que cada parte representa un mundo que al final se combina con el
otro en la redención, tal y como nos revelan las palabras del propio
Wagner: “y ambos elementos inseparables, el alma y los sentidos,
Dios y la Naturaleza, se unen en el beso expiador del Amor sagrado”.
Bibliografía:
- Richard
Wagner, Tannhäuser, Dover, Nueva York, 1984.
-
Richard Wagner, “Overture to Tannhäuser”, en Richard Wagner,
Judaism in Music and Other Essays, Bison Books, Londres,
1995.
-
Das Buch der Motive (El libro de los motivos), volumen 1,
Schott, Mainz, 1920.
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