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El
vacío, sólida quietud.
La
perennidad, divino tesoro.
Llegar
al vacío extremo es conservar la quietud verdadera.
Los
seres todos están conjuntamente hechos por él y los vemos
volver a él. Lao Tse; Tao Te Ching.
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Inmolación
de Brünnhilde. A. Rakham |
Falta
ya muy poco para que caiga definitivamente el telón en el teatro
de la Colina Verde. En el centro del escenario, yace el cadáver
de Siegfried. Hagen intenta arrebatar el Anillo de la mano del héroe
muerto, pero ésta se alza, amenazadora. El pánico paraliza a los
presentes mientras Brünnhilde, decidida, tranquila y solemne, avanza
hacia el proscenio. Ordena que le traigan la montura de Siegfried,
mientras se alza y adorna de flores una imponente pira. Transfigurada,
contempla el rostro del esposo muerto. Todo ese dolor ha sido necesario
para alcanzar el supremo saber. Ya pueden los cuervos de Wotan llevar
al Walhall el temido y deseado mensaje. Ya puede descansar el dios:
Ruhe, ruhe, du Gott!...
Esta vez la mano del héroe no opone resistencia para que la
walkyria tome de ella el Anillo maldito. Sabe que, en poco tiempo,
volverá al seno del Rin, a las legítimas guardianas del Oro. Cuando
ya lo contempla en su dedo, se vuelve hacia el montón de leña donde
yace extendido el cuerpo de Siegfried, arrebata la antorcha que
llevaba uno de los hombres y enciende el fuego que, desde la pira
del héroe, alcanzará la residencia de los dioses. A lomos de Grane,
se lanza sobre las llamas. El incendio invade la totalidad del escenario.
¿El
final de un mundo?
Se le llama Ragnarök al apocalipsis de los pueblos del Gran
Norte, un particular fin del mundo cuya mayor originalidad radica
en que, en él, también perecen los dioses, sujetos, como todo lo
existente, a la ley inexorable que Erda recordaba en el Oro del
Rin y que provocará el primer miedo de Wotan tan cargado de
consecuencias: ¡Todo lo que es..., acaba!
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Odín
en un manuscrito de la Edda de Snorri. 1760. |
La expresión ocaso de los dioses será el fruto de un error
de trascripción y, por lo tanto, de traducción que se vio generalizado,
en gran parte, por la inmensa fama de la obra de Wagner. En los
textos de la Edda Mayor nos encontramos con la palabra Ragnarök.
Ragna- es el genitivo plural de reginn que, en escandinavo
antiguo, significa potencias, poderes divinos organizadores,
y -rök, significa literalmente prodigio, hado,
suerte, destino. Por lo tanto, el término se refiere al hado,
al destino de los dioses. Sin embargo, en algunos manuscritos
de la Edda de Snorri, rök se confundió con røkr:
ocaso y de ahí partió el error. Lo que parece un final definitivo
no es sino una universal catarsis a través de la cual el mundo,
totalmente regenerado, verá un nuevo día. Después de la batalla
final, después del incendio universal, todo volverá a la vida y
los ases se encontrarán, de nuevo, donde en otro tiempo estuvo el
Asgard. Pero, antes de este feliz regreso, el mundo se cubrirá de
horror. Nos lo relatan la Völuspá (Profecía de la Vidente)
de la Edda Mayor y la Gylfaginning (Alucinación de
Gylfi) de la Edda Menor de Snorri.
¡El
horror! ¡El horror!...
Según los antiguos textos, el Ragnarök se desarrollará en cinco
etapas. La primera de ellas será la del Fimbulvet (Espantoso
Invierno) que durará tres años seguidos en los que el sol deja de
brillar mientras un formidable y continuo viento glacial fortalece
las nieves y los hielos. Será entonces cuando se generalicen las
guerras y los hombres pierdan el sentido del honor, hasta que se
abisme el mundo al que ninguno sobrevivirá.
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Naglfari.
A. Schouten
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En una segunda etapa, un lobo devorará el sol y otro la luna; mientras,
las estrellas caen de los cielos. Se agitará la tierra entera, los
árboles liberarán sus raíces, todos menosYggdrasill, el Gran Fresno
del Mundo, que sólo temblará. Las montañas se derrumbarán. Rotas
todas las ataduras, quedará libre el lobo Fenrir (hijo de Loki y
de la giganta Angrboda, como vimos en Loge:
más allá del bien y del mal). Ése será el final de
la tercera etapa del Ragnarök. En la cuarta, la monstruosa hermana
de Fenrir, la serpiente del Mídgard, la que abrazando el mundo permitía
que no se desintegrara, hará que el mar se vuelque sobre la tierra.
Será en ese momento cuando suelte amarras el siniestro Naglfari
(Barco de Uñas, porque está hecho con las de los muertos). En él
se han embarcado las fuerzas del caos y la destrucción. A la cabeza,
según la Völuspá, el mismo Loki, según Snorri, el gigante
Hrymr. La consumación acaba de empezar, es la guerra del final de
los tiempos, la quinta y definitiva etapa del Ragnarök:
El
último combate
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Thor
contra la serpiente del Mídgard |
El lobo Fenrir, echando fuego por los ojos y el hocico, abarcando
la tierra y el cielo con sus enormes fauces abiertas, ataca los
mundos de los hombres y de los dioses. Otra hija siniestra de Loki,
la serpiente del Mídgard, corrompe el aire y las aguas con el veneno
que vomita. Entonces, se parten en dos las alturas por las que avanzan,
a caballo, las fuerzas caóticas del final del mundo. En primer lugar,
el gigante Surt (El Negro, señor del Múspel, el mundo del fuego),
cuya espada brilla más que el sol, todo él envuelto en llamas. Cuando
pasa por el puente Bifröst (Vacilante Camino del Cielo, es el arco
iris) su guardián, el dios Heimdall, sopla con fuerza en su Gjallarhorn
(Cuerno Resonante) para avisar a los ases de que ha llegado la hora
suprema. El puente cae. También canta, en el Asgard, Gullikanbi
(Cresta de Oro), el gallo que había de anunciar la gran batalla
(¿quién sabe si le transmitió la noticia su compañero, rojo y sin
nombre, que vive en los abismos del Hel?). Los dioses se aprestan
al combate como los valientes guerreros a los que las walkyrias,
hasta entonces, sirvieron bebidas en el Walhall. Era de esperar:
Odín cabalgará el primero, con yelmo de oro, cota y lanza, para
enfrentarse con el lobo Fenrir. Junto a él, su hijo Thor, que luchará
con la serpiente del Mídgard. Frey, a su vez, se enfrentará con
Surt, en una fiera lucha que ganará el gigante, puesto que el dios
consiguió a su esposa Herd a cambio de su invencible espada (El
poder y la gloria). También entonces se soltará el
perro Garm, encadenado frente a la misma roca que hacía cautivo
a Fenrir. Se enfrentará al dios Tyr y ambos morirán en el combate.
Por fin, Thor consigue acabar con la serpiente; pero, al apartarse
de ella nueve pasos, cae también, definitivamente abatido por el
veneno que vomitó el monstruo. Fenrir devora a Odín, pero su hijo,
Vidarr, el llamado el As Taciturno, aplastará con su pie la mandíbula
inferior del lobo y, agarrando con las manos la parte superior de
sus fauces, las desgarrará hasta la muerte. Loki se batirá sin tregua
con Heimdall, el As Blanco, hijo de nueve madres, dueño del cuerno
que acaba de anunciar el final y de la espada Höfud (Cabeza de
Hombre). No habrá vencedor. Entonces Surt lanzará su fuego y abrasará
el universo.
Ya
lo predijo la Vidente de la vieja Edda:
El
sol se oscurece,
saltan
del cielo
furiosa
humareda
alto,
hasta el cielo,
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se
sumerge la tierra,
las
claras estrellas;
las
llamas levantan,
se
eleva el ardor.
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Surt,
Señor del Fuego
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Volver
a empezar
La
inexorable sentencia de Erda en el Oro del Rin, parece complementada
por la tradición mitológica del Gran Norte con la siguiente: ¡Y
todo lo fue..., renace! A la muerte del mundo escandinavo
le sigue una transfiguración, a su apocalipsis una resurrección.
Del mar surgirá una tierra nueva iluminada por la hija que tuvo
el sol (astro femenino para los pueblos germanos) antes que el lobo
le atrapase y que, no menos radiante, sabrá seguir su mismo camino.
De los campos brotará el alimento sin necesidad de ser sembrado.
Los hijos de Odín, Vidarr y Vali, a quienes no dañó el agua, el
fuego ni el combate, se reunirán con los hijos de Thor, Modi y Magni,
y con sus hermanastros Bálder y Hodr, que regresarán del Hel (Loge:
más allá del bien y del mal), para conversar sobre
lo que pasó durante el cataclismo universal, jugar con las fichas
de oro de sus padres, que encuentran intactas, sobre la yerba, y
vivir todos juntos en el Ydhavöll, el Valle Siempre Joven
donde estuvo situado, antaño, el Asgard.
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Las
ondinas recuperan el oro. A. Rakham |
Bifröst.
A. Lee |
Pero
no sólo se salvaron del cataclismo universal los hijos de los dioses.
También sobrevivirá una pareja humana. Lif (Vida) y Lifhrasir
(Vivaz) se habían refugiado en un lugar boscoso llamado Hóddmímir
(Mímir del Tesoro; es decir, en el Gran Fresno del Mundo a cuyo
pie se halla la fuente de la ciencia, el Tesoro de Mímir),
en donde se alimentaron del rocío del alba, para dar nacimiento
a una humanidad nueva.
Y hasta
aquí nos cuentan las Eddas de la vida del mundo, su muerte
y su resurrección.
En el teatro de la Colina Verde, luchan el fuego y las aguas del
Rin. Sobre sus olas, aparecen las ondinas, de entre los restos de
la pira recogen el Anillo. Hagen, despojándose de sus armas, se
lanza al torbellino; pero las Hijas del Rin le arrastran hasta el
fondo, y Flosshilde sostiene jubilosamente la joya, por fin, conquistada.
El Rin calma, poco a poco su furia y se retira mientras las ondinas
vuelven a sus juegos y a sus risas. Aún las ilumina un resplandor
rojizo que cubre un cielo al que miran los hombres con emoción y
angustia. Cuando más intenso es el brillo, se vislumbra, a lo lejos,
la sala de los dioses. Las llamas cubren a los que se llamaron eternos.
Cae el telón mientras suena en la orquesta el último tema del Anillo
del Nibelungo: el tema de la Redención por el Amor.
Bibliografía
Bernárdez,
E.; Los mitos germánicos. Madrid, Alianza Editorial, 2002.
Boyer,
R.; L’Edda poétique. París, Fayard, 1972.
Edda
Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Sturluson,
S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Wagner,
R.; El Ocaso de los dioses. Madrid, Turner Música, 1986.
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