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Retumbó
al caer, y las armas resonaron sobre su propio cuerpo.
Homero.
Ilíada.
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Las
sirenas del Rhin. A. Pinkham Ryder
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En el escenario de la Colina Verde acaba el segundo Acto del Ocaso
de los dioses. El destino del héroe está marcado: Siegfried
falle!, ¡caiga Siegfried!, por haber traicionado a Brünnhilde,
por romper el pacto con Gunther, por que vuelva el anillo al príncipe
de los Nibelungos: Expiación, Venganza, Servidumbre y, como fondo
extraño y disonante, cánticos de cortejo nupcial.
El telón del Tercer Acto se abre frente a un valle salvaje de bosques
y rocas junto al Rin, que corre por una escarpada pendiente. Sus
hijas, las ondinas, nadan en círculo, como danzando. Cuando el héroe
se acerca a ellas, le reclaman, pícaras, el Anillo. Su negativa
las volverá graves por un momento. Sólo por un momento. Saben que,
muy pronto, la joya maldita les será devuelta.
Ninfas
en el Danubio
El canto XXV del Nibelungenlied: “De cómo los Nibelungos
fueron al país de los hunos”, nos presenta el referenre literario
del encuentro de Siegfried con las Hijas del Rin en el Ocaso
de los dioses. Lo curioso es que, en el poema austriaco, se
trata del Danubio y es el caballero Hagen de Trónege el que las
descubre.
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Hagen
y las ninfas del Danubio. Fussli. |
Después
de muerto Sigfrid, le es entregado a su mujer, Kriemhild, el Tesoro
de los Nibelungos, tan magnífico que, aunque con él se comprara
el mundo entero, no se vería mermado en una onza. La reina empieza
a repartirlo con una generosidad que hace que Hagen, temeroso de
que así gane muchos vasallos, se lo arrebate y, en connivencia con
Gunther, lo arroje al Rin. Termina, de esta manera, la primera parte
del cantar.
En
la segunda, trece años después de estos últimos acontecimientos,
Etzel (Atila) el rey de los hunos, pide la mano de Kriemhild que,
gracias a esta nueva boda, ve la ocasión de vengar a Sigfrid. Pasados
otros trece años, ésta invita a sus hermanos a la capital de su
reino. Hagen intuye que es una trampa e intenta disuadirlos de semejante
viaje, pero no lo consigue y parte junto a ellos. Es entonces, camino
del territorio huno, cuando los reyes burgundios (desde ahora, y
ya hasta el final del poema, llamados nibelungos) y sus tropas se
encuentran ante la ancha y fortísima corriente de un Danubio, desbordado,
que hace imposible el avance de sus huestes. Cuando Hagen recorre
la orilla del río, buscando un barquero que pudiera pasarlos al
otro lado, descubre a unas ondinas que allí se bañaban. Al ver al
intruso, intentan huir, pero el caballero, previamente, se había
apoderado de sus ropas. A cambio de éstas, una de las sirenas, Hadeburg,
le predice que, en tierra de humos, todo será honor y gloria para
los nibelungos. Pero, ya recuperadas las magníficas vestimentas,
otra (que curiosamente se llama Siglinde), desvela la verdad: que
allí serán traicionados y hallarán la muerte.
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Kriemhild
muestra a Hagen la cabeza de Gunther. Fussli |
Hagen
no se arredra ante el vaticinio, volviendo a hacer gala de lo que
tantas veces hemos definido como heroicidad germánica, y no intenta
esquivar el cumplimiento de su destino. Aunque, después de profetizar
la ondina que sólo se salvará de esta expedición el capellán del
rey, el héroe lo tire por la borda; éste al ver que el clérigo,
que no sabía nadar, consigue llegar a la otra orilla, acepta lo
que irremediablemente ha de suceder y participa activamente en su
trágico fin haciendo pedazos la nave, que habría de devolverle a
su tierra, y arrojándola a la tumultuosa corriente. Ya en territorio
huno, se suceden las provocaciones y las escaramuzas, hasta el sitio
de la sala-refugio de los nibelungos y su matanza. La sed de los
guerreros llegó a ser tan grande que bebían la sangre de sus muertos.
Cuando
sólo quedan con vida Gunther y Hagen, Kriemhild les pregunta dónde
se encuentra el tesoro, pero Hagen responde que no desvelará el
secreto mientras viva su rey. Entonces, la mujer de Etzel hace matar
a su hermano y, sujetando su cabeza por el cabello, se la presenta
al héroe. Observándola, éste se jacta de que sólo Dios y él saben
ahora el lugar del tesoro. Con la espada de Sigfrid, Kriemhild
le siega el cuello, y uno de sus propios caballeros, horrorizado,
allí mismo acaba con la vida de la reina.
No
puedo referir qué pasó después. Caballeros, mujeres y nobles escuderos
lloraron a sus queridos amigos muertos. Aquí termina la gesta: éste
fue el desastre de los Nibelungos.
Acabamos de ver que mientras que en las versiones escandinavas,
de las Eddas y la Völsunga Saga, los ciclos del final
de los burgundios y la muerte de Atli se centran en la venganza
de Gúdrun por el asesinato de sus hermanos; el mismo personaje,
Kriemhild, en el Nibelungenlied venga la muerte de su esposo,
como si en el ánimo del juglar creador del cantar de gesta hubiera
prevalecido más el vínculo cristiano del matrimonio que el pagano
de la sangre.
El
hijo de un elfo
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Alberich
y Hagen. A. Rackham. |
Así mismo, este encuentro del caballero Hagen con las ninfas del
Danubio puede tener su referente en antiguas leyendas orales germánicas
recopiladas, también durante el siglo XIII, en la islandesa Thidrek
Saga (saga de Teodorico de Berna), que recoge material mítico
desconocido en otras obras, como ya vimos (El
lenguaje de los pájaros). Aquí, Högni (el Hagen escandinavo)
encuentra a dos ondinas que le predicen que, en su viaje hasta el
reino de los hunos, los niflungar (nibelungos) lograrán cruzar el
río ilesos, pero ninguno de ellos volverá vivo a su patria. Ante
tan siniestras predicciones, Högni mata a las sirenas, lo que no
le impide, seguidamente, enfrentar con valentía su destino.
Pero, lo que más llama la atención de la Thidrek Saga a un
wagneriano es descubrir que, según esta versión, el padre de Gúnnar
y Gudrún es el rey Aldrian (Aldrian se llama también el padre de
Hagen de Trónege en el Nibelungenlied, como recuerda la ondina
Siglinde), pero que Hagen no es hijo suyo sino de un elfo que, una
noche, sedujo a la reina en el jardín de palacio. De ahí su aspecto
diferente del de sus hermanastros: una tez muy pálida y una expresión
aterradora. Casi no hace falta comentar que el Hagen del Anillo
del Nibelungo es hijo de Alberich, el Alfo Negro, como lo definirá
Wagner; y que, entre elfos y alfos, en la tradición germanoescandinava,
hay una gran confusión (en Nacht
und Nebel vimos que, en su Edda, Snorri
llama Alfos Negros precisamente a los enanos). Por lo tanto,
en la Thidrek Saga encontramos una clara solución al problema
de paternidad que, respecto a este personaje (o mejor, a su hermano
Góttorm que, a veces, se confunde con él) planteaban las Eddas
y, asimismo, nos descubre el referente mítico de la paternidad que
le atribuye Richard Wagner en su Tetralogía. Por lo demás, el desenlace
de la saga es muy similar al del Nibelungenlied.
Los hechos que los antiguos poemas nos acaban de relatar son cronológicamente
posteriores a la muerte de Sígurd/Sigfrido; mientras que, en la
Tercera Jornada del Anillo del Nibelungo, el encuentro del
héroe con las Hijas del Rin, es, siguiendo la lógica de la narración,
inmediatamente anterior a su muerte. Volvamos, pues, a ella.
Una
hoja de tilo
Ya en La estirpe de Gibich vimos cómo nos presentaban los textos
escandinavos la muerte del héroe: a diferencia de los germánicos
(probablemente anteriores, pero sólo en lo que se refiere a la tradición
oral), era asesinado en su propia cama mientras dormía y no en el
bosque, lo que ocurrirá tanto en la Thidrek Saga como en
el Nibelungenlied y en el Ocaso de los dioses.
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La
muerte de Siegfried. A. Rackham. |
La
muerte de Siegfried. A. Kampf |
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El
funeral de Siegfried. F. Leeke |
La
semi-invulnerabilidad del héroe, de la que hace gala el Sigfrid
del poema cortés y el del Anillo del Nibelungo puede ser
un tema inspirado en la tradición griega, ya que no lo encontramos
ni en las Eddas, ni en la Völsunga, ni en la Thidrek
Saga. Recordemos que el cuerpo de Aquiles (el más grande de
los héroes griegos como lo es Sigfrido de los germanos) es invulnerable
salvo en su talón, por el que le tenía cogido su madre, la diosa
Tetis, al sumergirlo en las aguas mágicas de la Laguna Estigia.
Pues bien, según el Nibelungenlied, el cuerpo de Sigfrid
también es invulnerable, ya que al matar a Fafner, la sangre milagrosa
del dragón, que cubrió al héroe de arriba a abajo, le preservó de
cualquier herida, salvo en una parte de su espalda en la que cayó
una gran hoja de tilo. Cuando Hagen se dispone a vengar a la reina
Brünhild, con engaños, hace confesar a Kriemhild cuál es el lugar
exacto en el que cayó la hoja del tilo y es allí donde clava el
hierro de su lanza, en el momento en el que Sigfrid, durante una
cacería, se inclina sobre una fuente para beber.
En
la Thidrek Saga, como acabamos de indicar, no hay invulnerabilidad,
pero sí cacería, como en el Ocaso de los dioses. El texto
islandés nos relata que Högni invita a Sígurd a una batida de caza
y que, antes, ha dado orden al cocinero de que, en el desayuno,
le sea servida una carne muy salada. Enseguida, el héroe empieza
a padecer de sed y, en el momento en el que se inclina para beber
de una fuente, Högni lo mata por la espalda. Cuando Gudrún descubre
el cadáver de su esposo y le dicen que su muerte se debe al ataque
de un verraco, asiente mirando a Högni, que no desvía la mirada.
En El Ocaso de los dioses, será Brünnhilde la que descubra
a Hagen que sólo la espalda de Siegfried es vulnerable ya que fue
ella misma la que, con sus artes mágicas, protegió su cuerpo, salvo
en el lugar en el que un héroe sin miedo jamás mostraría al enemigo.
Y, naturalmente, es ahí en donde Hagen hunde la lanza en el momento
en el que, de nuevo, un filtro, hace que Siegfried recuerde a Brünnhilde.
Cae la noche. Desde el Rin, se ha levantado una niebla que tapa
la luna e invade, poco a poco, el escenario. Los hombres alzan,
en solemne cortejo, el cadáver de Siegfried.
Bibliografía
Cantar
de los Nibelungos; Madrid, Cátedra, 1998.
Edda
Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Saga
de los Volsungos; Madrid, Gredos, 1998.
Sturluson,
S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Wagner,
R.; El ocaso de los dioses. Madrid, Turner Música, 1986.
Sobre
la Thidrek Saga: http://www.xs4all.nl/~ppk/nibelung/sum.htm
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