Isidoro Fagoaga (Vera de Bidasoa, 1893 – San Sebastián, 1976) tomó el testigo de Giuseppe Borgatti y Francisco Viñas y, en los años 20 y 30 del pasado siglo, se convirtió en uno de los primeros tenores wagnerianos de los principales teatros de Italia, con apariciones en el Colón de Buenos Aires, el San Carlo de Lisboa y escenarios españoles. En el Coliseo Albia de Bilbao cantó en el estreno mundial de Amaya, de Guridi (1920), papel que cantó en 1923 en su única aparición en el Teatro Real de Madrid. Sin duda ha sido el mayor cantante wagneriano (Erik, Siegmund, los dos Siegfried, Tristán, Parsifal) nacido en nuestro país. Siempre en italiano, como era costumbre en la época fuera de Alemania. Cantó en La Scala bajo la batuta de Arturo Toscanini, Siegfried Wagner, Karl Elmendorff y Victor de Sabata, entre otros. En 1928 visitó el Festival de Bayreuth. Siegfried Wagner le escuchó en audición privada y le recomendó estudiar en alemán el papel de Tannhäuser, con posibilidad de cantarlo en Bayreuth en 1930. No pudo ser: a Fagoaga le superaron Tannhäuser y el alemán, y Siegfried murió en agosto de 1930. La importante carrera de Fagoaga se cortó en 1937, tras el bombardeo de Guernika. Fuertemente impresionado, en un gesto de protesta y de compromiso con su pueblo, en plenas facultades vocales Fagoaga tomó el camino del exilio y dejó de cantar, dedicándose desde entonces al periodismo y a la escritura (básicamente ensayo), su segunda vocación.
Germán Ereña Mínguez ha escrito una monumental biografía de Isidoro Fagoaga, que lleva el apropiado subtítulo de El tenor olvidado. Un trabajo minuciosamente documentado y profusamente ilustrado, coeditado primorosamente por el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Vera para conmemorar el 125 aniversario del nacimiento del tenor navarro. Esta obra imprescindible, que recrea el ambiente cultural de la época con hábiles pinceladas, es fruto de una amorosa dedicación y, sobre todo, largos años de investigación (hay casi 600 notas a pie de página). El autor ha rastreado, localizado y consultado abundante material bibliográfico, cada libro y artículo sobre y de Fagoaga, y ha tenido acceso al legado del tenor navarro. La pluma ágil y amena de Ereña nos lleva en volandas por los primeros años de la vida de Fagoaga, de los que apenas hay documentación; traza un rico retrato de su carrera y sus éxitos; analiza las causas del abandono de la vida artística y el autoexilio, primero en el País Vasco francés, luego en Argentina, hasta su retorno definitivo a su querida tierra vasca en 1964, deteniéndose en su intensa actividad periodística y comentando sus obras de ensayo. El pormenorizado relato de la vida y carrera de Fagoaga se enriquece con reseñas de la prensa de la época y cartas de nuestro protagonista, alguna tan reveladora como la de agosto de 1928 en la que describe con detalle su estancia en Bayreuth. Ningún cantante español había sido objeto hasta la fecha de tan completa biografía.
Dos cronologías de representaciones operísticas, una por fechas, otra por teatros (utilísima), la relación de los lamentablemente escasos registros fonográficos de Isidoro Fagoaga y una extensa bibliografía redondean una obra excepcional, que lo sería aún más si tuviera índice alfabético para facilitar la consulta.
En la web de la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra se encuentran en edicion digital los nada menos que 107 apéndices que no ha tenido cabida en el libro impreso por razones de espacio. Suman un total de 340 páginas, a añadir a las 572 del libro.
Miguel A. González Barrio
noviembre 2018 |