Margarethe Lutz se siente en deuda con su psiquiatra, que le salvó de sus problemas “del alma” cuando contaba 18 años de edad. Hoy, a sus 89, Margarethe puede presumir de ser la única paciente viva de Siegmund Freud, el médico austriaco padre del psicoanálisis.
Los problemas mentales nacen en la paciente por la figura de su madrastra y de un padre autoritario, que le obligaba a salir de los cines si había escenas amorosas. Lutz se refugió entonces en el mundo de la ópera y de la música de Wagner, como una escapatoria a un mundo de ficción. Entre sus aficiones, se encontraba la de disfrazarse de los personajes del drama Tristan e Isolda, pero no solo de la princesa irlandesa sino también del héroe de Kareol.
Siendo descubierta por unos obreros de la fábrica de su padre, anodados al ver a la hija del patrón vestida de heroína wagneriana, lo notificaron a un preocupado progenitor que buscó en el ya por entonces famoso y caro Siegmund Freud la solución a los problemas de su hija descarriada.
El tratamiento consistió en una única sesión de 45 minutos que sirvió para que Lutz, en sus propias palabras, se sintiera salvada y agradecida al médico vienés, que se limitó a una serie de consejos sin entrar a un proceso psicoanalítico.
Lo que ya no cuenta Lutz es si aún practica su afición de disfrazarse de personajes de las obras de Wagner o si tras su encuentro con Freud incorporó a su repertorio los de otros compositores.
Noviembre 2007 |