Conseguir asistir al Festival de Bayreuth supone, para cualquier aficionado wagneriano, una espera de largos años, en la que cada temporada ha de enviar una carta certificando el interés por acudir al evento musical.

Ser el sitio elegido por el propio Richard Wagner para la celebración de un festival anual donde cada verano se interpretan sus obras, ha convertido a Bayreuth en un lugar de peregrinaje al que todo buen wagneriano quiere ir, al menos una vez en la vida. Y eso acaba afectando al número de solicitudes de entradas, diez veces superior al de localidades disponibles, en torno a 60.000 cada año entre todas las funciones.

Pero, según se ha conocido tras una investigación federal, el concepto “localidad disponible” solo afecta al 40% de las butacas del Festspielhaus, ya que menos de la mitad de las entradas salen a la venta al público. El resto se destinan a los compromisos políticos, socioeconómicos o periodísticos que el Festival ha ido adquiriendo con el paso de los años.

El gobierno del estado de Baviera, al que pertenece la pequeña ciudad de Bayreuth, ha criticado con dureza tal hecho, dado a conocer hace pocas semanas. Así, el ente público ha dicho que el sistema de reparto de entradas de Bayreuth es incompatible con las ayudas oficiales que, cada año, recibe el Festival con dinero público. Se hace necesario, afirman, un cambio en la política de acceso al Festival para poder seguir optando a las subvenciones culturales del estado, que ascienden a más de 60 millones de euros desde la reapertura del Festival tras la II Guerra Mundial.

Por ejemplo, según el informe, solo la Sociedad de Amigos de Bayreuth recibe 14.000 entradas cada año, o cerca de 1.000 los medios periodísticos que cubren el Festival.

agosto 2011