El
pasado 7 de julio Daniel Barenboim interpretó el preludio
de Tristan und Isolde con su orquesta de la Staatskapelle de Berlín.
Esto no sería noticia si la obra no hubiese sido interpretada
en Festival de Música de Israel, país en el cual la
música de Wagner está vetada, al considerarla manifestación
artística del nazismo.
Barenboim,
director argentino criado en Israel siempre ha defendido que no
interpretar la música de Wagner es darle la razón
al propio Hitler, que afirmaba que "los judíos no eran
dignos de la música de Wagner". Por eso había
planeado ya hacía meses dirigir el drama La Walkyria, con
Plácido Domingo como Siegmund, en el Festival de Música
de Israel, algo con lo que la dirección del festival estaba
de acuerdo.
La
música de Wagner estuvo prohibida en Israel por ley hasta
hace dos décadas, levantándose el veto al inicio de
los 80. A pesar de ello, son pocas las representaciones que del
músico de Leipzig se han podido ver en Israel. En 1981, Zubin
Metha dirigía una representación de Tristan e Isolda
con la Orquesta Filarmónica de Israel cuando un espectador
saltó al escenario, se despojó de su camisa y enseñó
al público las heridas sufridas en un campo de exterminio
nazi. De ahí la valentía del Festival a programar
La Walkyria.
No
obstante, la presión de las autoridades israelitas no se
hizo esperar: el Centro Simón Weisenthal de Los Ángeles
apeló al Tribunal Supremo de Israel para que prohibiera tal
representación. Su portavoz, Efraím Zuroff, aseguraba
que "el mismo Hitler dijo que cualquiera que quisiera entender
el Nacional Socialismo no tenía más que escuchar a
Wagner". El Festival sucumbió a las presiones y el pasado
11 de mayo se decidió a retirar la obra de cartel y sustituirla
por otras "menos molestas" para el pueblo judío.
La
polémica hubiera quedado zanjada en ese momento de no ser
por el firme propósito de Barenboim de romper prejuicios
contra el músico alemán. Tras un concierto con obras
"políticamente correctas" (una sinfonía
de Schumann y la Consagración de la Primavera de Stravinski),
el director se dirigió al público y pronunció
una frase que seguro pasará a la historia: "¿Quieren
ustedes escuchar a Wagner?".
Tras
un momento de confusión, los detractores de la música
del alemán empezaron a increpar e insultar a Barenboim, con
gritos de "fascista", "vete a casa", y recordando
como la música de Wagner sonaba en los campos de concentración
nazis. Sin embargo, tres cuartas partes del público empezaron
a aplaudir aprobando la decisión del director. El público
más intransigente abandonó la sala y el preludio de
Tristan pudo escucharse por fin en la sala.
Tras
el concierto las reacciones en contra volvieron a aparecer con fuerza.
El alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, sugirió revisar
los contratos con el director de orquesta, y el pasado 24 de julio
la Comisión de Educación y Cultura del Parlamento
israelí instó a las instituciones del país
a declarar persona non grata a Barenboim, pidiendo a su vez la dimisión
de los responsables del Festival de Israel por no haber impedido
la interpretación de la música de Wagner. Por su parte
el Centro Simón Wiesenthal pidió a las orquestas de
Israel que boicotearan a Barenboim porque su actitud fue un "insulto
al público israelí y a su presidente, Moshé
Katsav".
Agosto
2001
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