Han tenido que pasar casi 150 años desde el estreno de Tristán e Isolda para que un teatro de ópera represente por primera vez en Moscú una de las obras cumbres de Richard Wagner. El pasado mes de junio, The Novaya Opera (Ópera Nueva), realizó dos representaciones de la obra para celebrar el bicentenario del nacimiento del músico alemán.
La relación de Wagner con el país euroasiático no ha sido especialmente destacada, sobre todo durante la etapa soviética, en la que su música estuvo prohibida por su relación indirecta con el régimen nazi.
Tristán e Isolda se estrenó en el Mariinsky de San Petersburgo en 1899. Diez años después, una nueva producción pudo verse en el mismo teatro. Pero, una vez superado el veto soviético, no sería hasta 2005 cuando Valery Gergiev representara por tercera vez la obra en la ciudad fundada por el zar Pedro el Grande.
Esta razón explica la gran ausencia de intérpretes rusos en obras de Wagner. Tan solo unos pocos directores, como el citado Gergiev, o cantantes como Evgeny Nikitin, han enfocado su carrera al mundo wagneriano.
Claudia Iten, como Isolde, y Michael Baba, como Tristán, se pusieron a las órdenes del director británico Jan Latham-Koenig en esta tardía premiere que, quizá, suponga un cambio de rumbo en la programación de los teatros rusos, donde la música de Wagner resulta inusual.
Además, ha sido un teatro menor y de precios populares, el Novaya Opera, el que se haya lanzado a esta aventura. Otro teatro, el Stanislavsky Musical Theatre, estrenará en otoño Tannhäuser, inédita también hasta la fecha en la capital rusa.
El teatro más famoso de la ciudad, el Bolshoi, apenas ha representado títulos wagnerianos después de que en 2004, y tras 40 años de veto, volviera a representar un título del alemán: El holandés Errante.
julio 2013 |