PARSIFAL
Ya
no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que va a hacer
su señor, os he llamado amigos, porque os he dado a conocer
todo lo que oí a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí sino
que yo os he elegido a vosotros y os destiné para que vayáis
y deis fruto y vuestro fruto permanezca. Juan, XV,
15-17. |
Se abre el telón en el Teatro de la Colina Verde. No conoceremos
inmediatamente al primer actor de este Festival Escénico Sacro pero
sí el espacio en el que verá culminada su aventura. Estamos en la
España Gótica, en Montsalvat: dominio y fortaleza de los caballeros
que guardan el Grial. En un claro del bosque se abren dos caminos:
el que asciende hasta el imponente castillo del anciano Titurel
y el que lleva al lago en donde su hijo, Anfortas, intentará tanto
y tan inútilmente calmar el dolor de su sobrenatural y lacerante
llaga.
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M.
Brückner, Montsalvat mit der Gralsburg |
Ober
Eschenbach
Ya hemos visto a través
del Mabinogi galés de Peredur (La
demanda del Santo Grial) y en el roman inacabado
de Chrétien: Perceval ou li Conte du Graal, así como en sus
respectivos prólogos (La
Materia de Bretaña), cómo la tradición griálica celta
nos mostraba un héroe que, mediante diversas pruebas de iniciación,
era capaz de restaurar el vínculo santo que debía reunir al monarca
con su tierra (un taoísta quizá hablaría de la unión entre el Ying
y del Yang) para que, así, el reino creciera saludable y próspero;
o, lo que viene a ser lo mismo, el héroe celta del Grial era el
iniciado capaz de armonizar los mundos de lo sagrado y lo profano,
tan cercanos (muchas veces sólo los separaba una fuente) en el pensamiento
de estos pueblos, y cuyo divorcio se traducía en tierra yerma, desolación
y ausencia de vida. El Minnesänger y caballero bávaro Wolfram
von Eschenbach seguirá, algunas veces muy de cerca, la versión del
clérigo de Troyes, pero introducirá en la historia elementos originarios
de muy distintas tradiciones que alejarán al mito de sus primitivas
fuentes y, a su vez, lo abrirán al luminoso mundo oriental con el
que, a través de las cruzadas, los pueblos de Europa empezaban a
tener estrechos contactos, no solamente bélicos.
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Monumento
a Wolfram en su villa Natal |
W.
von Eschenbach. Codex Manesse |
Dicen los estudiosos, aunque se
tienen pocas noticias suyas, que Wolfram, el poeta guerrero que
supo cantar lo eterno, según Juan Fastenrath, protegido,
quizá, por la muy erudita corte de Enrique de Turingia, habitó en
la región bávara de la Franconia, en la villa de Ober Eschenbach,
que, hoy, gracias a un Real Decreto de 1917, se conoce por el nombre
de Wolframs-Eschenbach ya que allí nació nuestro poeta, según
las investigaciones que se hicieron a mediados el siglo XIX por
mandato del Rey de Baviera. Estas investigaciones se basaron esencialmente
en la lengua que utiliza en sus escritos (el medio alto alemán que
se presenta como un dialecto de la Franconia diferente del bávaro)
y el profundo conocimiento de aquella región que se refleja en sus
obras a través de una enorme cantidad de topónimos presentes en
un radio de cincuenta kilómetros alrededor de la villa. Recordemos
que Wolfram escribió, además del Parzival (hacia 1220), otras
dos obras inconclusas, Willehalm y Titurel, y sus
Canciones. También se sabe que vivió entre el final del siglo
XII y los comienzos del XIII; aunque, con certeza, sólo se puede
afirmar que nació antes del 1200 y murió después de 1217; por desgracia,
los documentos sobre los señores o caballeros “von Eschenbach” se
conservan únicamente desde casi acabado el siglo XIII hasta el XVI,
cuando esta familia desaparece de la Historia. Se cree también que
el más grande de los poetas épicos del medioevo alemán fue sepultado
en la catedral del pueblo que hoy lleva su nombre ya que, en unas
notas de viaje, el noble de Nürenberg Kress von Kressenstein se
refiere a una lápida en la que leyó la siguiente inscripción: Aquí
yace el sobrio caballero Wolfram von Eschenbach; pero la nota
fue redactada en 1608 y el sepulcro ha desaparecido, probablemente
en alguna de las restauraciones de la iglesia.
Los
Caballeros del Espíritu
|
Sello
de la Orden Templaria |
Es también muy significativo que el nombre de la
villa de Eschenbach esté unido a la poderosa Orden de los Caballeros
Teutones (hermana de la del Templo, fundada en Palestina durante
la Tercera Cruzada ―1190― y encargada de conquistar
la Prusia Oriental durante los siglos XIII y XIV), ya que en 1212
y 1220 (por lo tanto, en vida del Minnesänger), fue donada,
junto con otros dominios, a los monjes guerreros por los poderosos
condes de Wertheim y pasó a depender de la casa central de la Orden
en Nürenberg.
La caballería cristiana, muy posterior al
hecho mismo de la caballería en Occidente, se debe a la creación
de órdenes militares (como la templaria, la hospitalaria o la teutónica)
concebidas a imagen y semejanza de las órdenes islámicas que las
precedieron al menos en cuatro siglos y fueron descubiertas por
los cruzados en Tierra Santa. Estas fraternidades guerreras son
esencialmente sufís y se remontan hasta el Zoroastrismo,
antigua religión de los persas. La primitiva caballería iraní (Javanmardi)
estaba impregnada de un profundo sentido espiritual y su meta era
el restablecimiento de la armonía del mundo, gracias a la correcta
construcción del ser. Esta última se alcanzaba a través de diversas
prácticas entre las que destacan la superación del egoísmo, la ayuda
a los desvalidos, el respeto hacia todo lo que vive y el mantenimiento
de la palabra dada. Cuando el Islam llega a Persia, estos caballeros
abrazan la nueva fe pero manteniendo sus antiguas costumbres y,
así, se funda el sufismo iraní (rama mística de la religión
musulmana): sobre los pilares del Zoroastrismo y del Islam, ya que
todas las cualidades que debían adornar al caballero persa serán,
para los sufís, las del hombre perfecto, el único, a su vez,
digno de pertenecer a la Futuwah (Caballería Espiritual),
es decir: capaz de emprender el camino espiritual que le llevará
a su unión con Dios. Esta unión mística es exactamente lo que, ya
para el cristianismo, representará el Grial, por lo que no puede
resultar extraño que las cruzadas, la consiguiente creación de las
órdenes de monjes guerreros y la difusión de las leyendas sobre
el sagrado recipiente se den, de manera simultánea, en la historia
medieval europea.
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Probable
retrato de Zoroastro (S.II) Pintura
mural. Galería de Arte de la Universidad de Yale. Arte
Sirio Pagano |
También resulta revelador el que, mientras los
caballeros teutones se enseñoreaban de la tierra natal de Wolfram,
éste concibiera, con su Parzival, la versión más rica
en elementos orientales, y especialmente musulmanes, de todas las
leyendas griálicas, empezando por la naturaleza misma del mágico
objeto que no es ni la bandeja con la cabeza cortada que encontrábamos
en Peredur, ni el gradal de Chrétien, ni la copa de
la Última Cena en la que José de Arimatea recogió la divina sangre,
como relataba Robert de Boron, sino, un vaso de piedra celeste (Lapis
ex coelis), tallado en la esmeralda que adornaba la frente de
Lucifer (Portador de Luz: el Iblis o Shaytan coránico) y se desprendió
de ella en su caída a los abismos infernales (recordemos que, para
el islamismo shiíta, la esmeralda representa el alma y el color
verde es el de la Iluminación). Los ángeles neutrales, los que no
quisieron optar por ningún bando, bajaron esta piedra del cielo
(que Wolfram llama Lapis exilis, piedra humilde) cuando se
desencadenó la guerra entre Dios y el Ángel de Luz, caído por no
haber aceptado postrarse ante Adam, el primer hombre, como relata
el Corán (7.10-17). Precisamente el que Iblis se niegue a adorar
a alguien que no sea el propio Allah significa, en el pensamiento
musulmán shiíta (muy influenciado también por la doctrinas religiosas
de los antiguos persas), que es su máximo adorador; lo que, en cierta
manera, difumina los límites entre el bien y el mal, la luz y la
oscuridad, el blanco y el negro, como parece indicarnos Wolfram
en su obra recurriendo, casi como leitmotiv, a la magnífica
imagen de la urraca: mitad blanca paloma, mitad cuervo, como el
alma del héroe cuando, después de superar un primer estado de torpe
inocencia, se debate en el sufrimiento de la duda. Pero es este
sufrimiento lo que le llevará, finalmente, a la Iluminación, en
el sentido más profundo del término, es decir, a recuperar la naturaleza
inicial y perfecta del ser humano: la del Hombre de luz.
Guardianes de la Tierra Santa
Y, de nuevo, encontraremos en las tradiciones
islámicas, a estos hombres de luz como pertenecientes a un linaje
de élite entregado al servicio divino; lo que no aparecía en las
versiones celtas del mito y, sin embargo, será característico del
nuevo héroe del Grial. El primer representante de esta estirpe,
según la doctrina shiíta, se remonta hasta los tiempos de Adam,
y es uno de sus hijos, Seth, quien, mientras Caín y Abel peleaban
por el dominio del mundo, fue visitado por el ángel Gabriel que,
después de ofrecerle una túnica de lana verde con la que cubrirse,
regresó a los Cielos anunciando la presencia en la Tierra de un
hombre absolutamente consagrado a servir a Dios. Abraham será el
continuador de este linaje y se convertirá en el padre de los caballeros
místicos de la fe, entre los que destacan todos los profetas hasta
llegar al mismo Mahoma, quien sella el ciclo iniciado con la expulsión
del Paraíso. Es significativo resaltar, en esta tradición islámica,
un rasgo ecuménico que también será característico del largo poema
de Eschenbach y que hermana, en este tema de la Caballería Espiritual,
a las tres religiones del Libro: judía, cristiana y musulmana, ya
que a la Futuwah no sólo pertenecieron los antiguos héroes
bíblicos sino también los Siete Durmientes, los santos cristianos
cuya historia, originaria de Asia Menor, se recoge en el Corán.
Según la leyenda, siete jóvenes caballeros cristianos de Éfeso,
perseguidos por sus creencias, se refugiaron en una gruta en la
que durmieron durante los más de dos siglos que tuvieron que transcurrir
hasta que la fe que profesaban se convirtiera en religión oficial.
A su muerte, fueron enterrados en la misma gruta, que se encuentra
en el flanco norte del monte Pion en Turquía y es en un lugar de
peregrinación en el que hoy siguen siendo venerados tanto por cristianos
como por musulmanes.
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Los
siete durmientes. Ilustración de la Historia de
los reyes del pasado. 1581. Irán
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Al ciclo de la Caballería Espiritual iniciado por
Seth y culminado por el mismo Mahoma: el Tiempo de la Profecía (nobowwat)
según la creencia shiíta le sigue otro que, bajo el nombre de walâyat
(Camino Espiritual), tiene por objeto la revelación de la doctrina
secreta de esa Profecía. Los que la transmiten se presentan como
caballeros y son seres que han llegado a la más alta realización
espiritual: los hombres perfectos, los Amigos de Dios.
Éstos, generación tras generación, constituyen el linaje que detenta
y custodia la gnosis (el conocimiento absoluto de la divinidad),
la cual debe ser ignorada por la masa de los hombres. Este concepto
de Amigo de Dios está muy unido a la caballería espiritual
de la tradición ismaelita (una rama del shiísmo proveniente de la
India). Esta orden, conocida como la de los Asesinos (su nombre
se suele hacer derivar de hashshashin ―fumadores de
haschish― aunque es más probable que provenga de assás
―guardián―) tenía en común con la de los caballeros
templarios el ser a la vez militar y religiosa, el utilizar los
mismos colores emblemáticos (blanco y rojo), el presentar una doble
jerarquía (pública y secreta) y el ostentar el título de Guardianes
de la Tierra Santa. No es de extrañar, por lo tanto, que entre
Asesinos y Templarios se establecieran estrechos contactos (muy
documentados históricamente) y llegaran a armarse caballeros entre
sí; de hecho, después de la sangrienta disolución de la orden en
Europa (y precisamente una de las acusaciones formuladas contra
ellos fue la de que sus creencias parecían más musulmanas que cristianas),
muchos templarios ingresaron en fraternidades islámicas. A este
respecto, no podemos olvidar que, en el Parzival de Wolfram,
son precisamente los Caballeros de la Orden del Templo los guardianes
del Grial y que este Grial se nos presenta de una forma reveladoramente
sincrética ya que sobre la piedra esmeralda desciende, el Viernes
de Pasión de cada año, el Espíritu Santo en forma de paloma. Y todo
ello sin contar que nuestro autor explica cómo su relato, según
él mucho más cercano a la realidad que el de Chrétien, procede del
antiquísimo texto que un tal Kiot de Provenza descubrió en Toledo.
La historia estaba escrita en árabe por Flegetanis, un hombre sabio
que supo leerla en las estrellas...
En el escenario del Teatro de la Colina Verde,
apenas amanece mientras suena, solemne, la diana de los trombones.
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E.
Burne-Jones, La partida de los caballeros |
Bibliografía
AA.VV.;
La Chevalerie spirituelle. Cahiers de l’Université de Saint
Jean de Jérusalem, nº10. París, Berg International, 1984.
Corbin, H.; En Islam iranien. Aspects spirituels et philosophiques.
París, Gallimard, 1971-1973 (IV Vols.).
Durand, G.; Science de l’homme et tradition. París, Berg
International, 1979. Está traducido al castellano como: Ciencia
del hombre y tradición. Barcelona, Paidós, 1999.
Eschenbach, W. von; Parzival. Madrid, Siruela, 1999.
Godwin, M.; El Santo Grial. Origen, significado y revelaciones
de una leyenda. Barcelona, Emecé Ediciones, 1994.
http://www.wolframs-eschenbach.de/fremdspr/francais.htm
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