TRISTAN
UND ISOLDE
Por
una senda oscura iba el Amor,
sólo la Luna le miraba;
el reino de las sombras florecía,
extrañamente engalanado.
Novalis.
Enrique de Ofterdingen.
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Isolde.
Ch. E. Perugini |
Se abre el telón en el Teatro de la Colina Verde. En el castillo
de rey Marke comienza el Segundo Acto del drama. A través de un
espléndido jardín de grandes árboles, subiendo por una escalera
lateral, se llega a alcoba de Isolde. Es una noche de verano, clara
y serena. Al lado de su puerta, una antorcha permanece encendida.
A lo lejos se oyen trompas de caza mientras Brangäne, muy agitada,
advierte a la reina del peligro que corre si alguien descubre su
amor y lo revela.
El
cuervo blanco
Según estudiosos como Joseph Loth o Jean Markale, la figura literaria
de Branguena, en la leyenda de Tristán, parece tener su origen (como
todas las demás) en un personaje de la mitología celta en el que
se unen los conceptos de amor y fatalidad (lo que es habitual en
esta tradición): se trata de Branwen (su nombre significa literalmente
cuervo blanco y su derivado Bronwen, por el que también es
conocida, seno blanco), la Venus de los mares del Norte,
diosa del amor y de la belleza, hija de Llyr (probablemente, la
personificación divinizada del océano, que mucho más adelante se
convertirá en el shakesperiano rey Lear ) y hermana de Bran el Bendito,
uno de los cuatro reyes legendarios que, por su martirio, fundan
Bretaña (y que se ha sido puesto en relación con dos Brenos históricos:
el jefe de los guerreros celtas que llegaron hasta el mismo santuario
de Delfos en el siglo III A.C. y el que saqueó Roma un siglo antes).
Branwen fue la esposa de Matholwch, monarca de Irlanda, y la heroína
de la segunda rama de los Mabinogion (relatos galeses, de
origen celta, recopilados en dos manuscritos del siglo XIV, que
expresan los ideales de la sociedad arcaica indoeuropea). Curiosamente
el que el rey de Irlanda trate a su mujer como a una sirvienta (papel
que desempeña en nuestra historia) provoca la venganza de su hermano
Bran y un gran desastre en el que el que morirán el hijo de Branwen
y el propio Bran, además de destruirse el caldero de la inmortalidad
(prefiguración celta del Grial).
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Branwen.
A. Lee |
Brangäne.
M. Guyon
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En
el mito tristánico, Branguena, desempeña el papel de diosa del amor,
no sólo como guardiana del filtro maravilloso que beberán los protagonistas,
sino también como protectora de esa unión, asumiendo, a la vez,
la función de confidente y vigía, dos figuras importantes
en el ámbito del Amor Cortés (fin’amor o hohe Minne)
que desarrolla la literatura medieval europea a partir del siglo
XI y del que las distintas versiones del Tristán constituyen uno
de sus más significativos ejemplos.
El
ruiseñor y la alondra
Dentro de la lírica trovadoresca destaca, durante los siglos XII
y XIII, el género de la canción de alba (que, a través de
la Provenza y de Francia, llegó a tierras alemanas y fue adoptado
por los Minnesänger bajo el nombre de Tagelied: Von
Eschenbach es el autor de un famoso ciclo), de la que tenemos un
magnífico ejemplo en el acto segundo del drama de Wagner, que será
uno de los momentos musicales más bellos y sobrecogedores de toda
la obra: los avisos de Brangäne que, invisible desde lo alto
del torreón, anuncia a los amantes la llegada del amanecer:
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Sola
velo
en
la noche
a
quienes el sueño
del
amor sonríe.
Y
me apresto a dar
la
voz de alerta
que
a los que duermen,
desgracias
predice
y
temerosa
les
exhorta a despertar.
¡Cuidado!
¡Cuidado!
¡Pronto
se disipará la noche! |
Fin'amor.
Codex Heidelberg |
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Romeo
y Julieta. F. Dicksee |
Lo que, en un primer momento, fue una canción interpretada por mujeres
en las fiestas de primavera evolucionó hacia el monólogo de una
enamorada y, más tarde, llegó a ser un diálogo entre dos amantes
que temen la llegada del día y, con ella, su separación (lo que
recogerá Shakespeare, probablemente basándose en una balada que
imitaría el modelo francés, durante el famoso diálogo entre Romeo
y Julieta en la escena V del acto III de su tragedia: ¿Tan pronto
te vas? aún tarda el día. Es el canto del ruiseñor, no el de la
alondra el que suena amado mío. Es la alondra que anuncia el alba,
no el ruiseñor amada mía. Las nubes del oriente se van tiñendo con
los colores de la aurora. Tengo que marchar o si no, aquí me espera
la muerte). Este género, de fuerte arraigo popular, cuya temática
encontramos en todos los países y todas las literaturas, se desarrolló
especialmente en la lírica provenzal y se adaptó en poco tiempo
al ámbito del Amor Cortés en el que los enamorados han de ser una
dama noble (casada, en la mayoría de los casos) y un caballero.
Estas especiales circunstancias exigen algo más que cautela y propician
la aparición de dos nuevos personajes: el confidente de los amantes,
el secretario, en su sentido etimológico: el que guarda un
secreto, y el que, poco a poco, se convertirá en la voz principal
de la canción de alba: el gaite (vigía) que, como Brangäne,
desde lo alto del torreón, advierte a los amantes de la llegada
del día para, así, protegerles de los lozengiers y gelos
(maledicentes y celosos), representados, en la obra de Wagner, por
los personajes de Melot y Marke respectivamente.
Acabamos
de ver, pues, que, en nuestro Tristán, se unifican los personajes
del vigía y el confidente de los amantes por medio la figura de
Brangäne: la cómplice que protege el amor y que continúa, así, representando
a la antigua Branwen de los pueblos celtas (incluso en su vertiente
fatalista, ya que, siguiendo a Gottfried, es ella quien predice
la muerte de los protagonistas), en esa genial amalgama de tradiciones
a la que tan acostumbrados nos tiene el maestro de Leipzig, aunque,
aquí, sean las mismas fuentes medievales las que le allanen el camino.
Pero,
en estas fuentes, encontramos un curioso episodio, también protagonizado
por la joven y hermosa doncella de Isolda, del que no queda el menor
rastro en la obra de Wagner que, como siempre, reduce la materia
legendaria, que le sirve de soporte dramático, a su más pura esencia
y a su más noble sentido.
Cobre
por oro
A diferencia del drama wagneriano, en las versiones medievales
del mito de Tristán, los jóvenes se convierten en amantes en el
viaje en barco de Irlanda a Cornualles; antes, por lo tanto, de
que la novia sea entregada a Marcos, lo que dificulta que al soberano
le sea ofrecida una virgen en su noche de bodas. Temiendo la pérdida
del honor y la fama, la pareja decide pedirle a Branguena que ocupe
el puesto de Isolda en el lecho del rey; y aunque, en un principio,
la muchacha se niegue, pronto reconoce que ella es la principal
culpable de la situación, al haber descuidado la custodia del filtro
de amor que le fue encomendada por su reina, con lo que termina,
no sin grandes estremecimientos, aceptando el engaño. Engaño
que será redimido, a los ojos de la sociedad de la época, precisamente
por ser el rey incapaz de distinguir a Braguena de Isolda, con quienes
yace en la misma noche. Las leyes del Amor Cortés exigen un sentimiento
exclusivo que es, a su vez, sinónimo de pureza, en el sentido
de fidelidad, y, aunque de manera inconsciente y a través
de un artificio, el rey inaugura su matrimonio compartiendo dos
mujeres y, cegado por el deseo, es incapaz de distinguir a una reina
de una sirvienta, lo que resulta aún más reprochable: Le daba
lo mismo una que otra. Cada una de las dos le daba cobre y oro.
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Sir
Tristán y la reina Iseo. M. Spartali |
A
este pecado contra el Amor del soberano se le unirá otro, aún más
grave, de no defender a su reina, lo que va a reforzar, a ojos del
lector que conoce las leyes de la cortesía amorosa, el derecho
de Tristán sobre Isolda. Cuando llega de Irlanda el poderoso caballero
Gandín, Marcos le promete, para que le permita escuchar su virtuosismo
con la cítara, todo cuanto le pida. Naturalmente, el precio requerido
es Isolda, salvada in extremis por la astucia y el dominio
del arpa de Tristán cuando Gandín está a punto de zarpar hacia Irlanda
con su regio botín (encontramos este mismo motivo en el Caballero
de la Carreta, donde Chrétien de Troyes narra cómo Lanzarote
salva, en similares circunstancias, a la reina Ginebra, aunque éste
use su fuerza y no, como Tristán, su ingenio y dotes musicales).
Poco antes, Isolda había comenzado a temer que Branguena se enamorara
del rey y le contara el secreto que sólo ella conocía, haciéndola
caer en la humillación y la vergüenza. Llamó, entonces, a dos escuderos
y les ordenó que llevaran a la muchacha al bosque y allí la asesinaran
cortándole la cabeza para, después arrancarle la lengua y presentársela
como prueba de que sus órdenes habían sido cumplidas (los hermanos
Grimm utilizaron este mismo y antiguo motivo en su cuento de Blanca
nieves, aunque, en vez de la lengua, la malvada madrastra exige
que el cazador le traiga el hígado y los pulmones de la víctima).
Pero los hombres se apiadan de Branguena, la dejan en lo alto de
un árbol, para que no la devoren los lobos, y le llevan a la reina
la lengua de uno de sus lebreles. Cuando supo de la fidelidad de
la muchacha y su perdón, aún conociendo que era Isolda quien había
ordenado su asesinato, la reina se arrepintió profundamente de su
perversidad: mandó a los escuderos el rescate de Branguena y que
la llevaran de nuevo junto a ella. Mientras, seguía encontrándose
con Tristán furtivamente, en el jardín del castillo, compartiendo
alegría y tristeza.
En el Teatro de la Colina Verde Brangäne intenta mantener encendida
la antorcha que arde en el umbral de las habitaciones de la reina;
para ella, es la guardiana que preserva del peligro; pero Isolde
se la arrebata y la apaga contra el suelo; para ella, es la señal
que invita al amor de Tristán.
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Tristán
e Isolda. M. Cabanes |
Bibliografía
Campbell,
J.; Las máscaras de Dios. Mitología creativa. Madrid, Alianza,
1992.
Eilhart
von Oberg y Gottfried von Strassburg; Tristán e Isolda. Madrid,
Siruela, 2001.
Lambert,
P.-Y (traducción del galés medio, presentación y notas de) Les
Quatre Branches du Mabinogi. París, Gallimard, 1993.
Markale,
J.; La femme celte. Mythe et sociologie. París, Payot,
1972.
Markale,
J.; El Amor Cortés o la pareja infernal. Barcelona, Olañeta,
1998.
Prado,
J. del (Bajo la dirección de); Historia de la literatura francesa.
Madrid, Cátedra, 1994.
Riquer
I. de (Edición cargo de); La leyenda de Tristán e Iseo. Madrid,
Siruela, 1996.
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