Tristan
und Isolde
Quisiera
Dios que la noche no acabase nunca
para que mi amor no se separara de mí
ni el vigía avistara el día o la aurora.
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué
deprisa llega el alba!
Canción
de alba medieval anónima.
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El
beso. G. Klimt |
Si, antes de abrirse el telón en el Teatro de la colina Verde, esa
ola, que materialmente nos arrebata en el preludio orquestal, dejara
que fuéramos algo más que pura emoción, si permitiera un solo pensamiento,
es muy probable que se pareciera a éste de Feuerbach: No habría
amor perfecto si no existiera la muerte…
Desde
las brumas celtas
Es probable que su propio sentido de la fatalidad hiciera que
los pueblos celtas, valientes, arrogantes y guerreros, que habían
conquistado toda la Europa occidental hacia el siglo V antes de
Cristo, desaparecieran casi sin dejar rastro, bajo el poder de las
legiones romanas y el empuje germánico. Pero, si los celtas desaparecieron,
como tales, de la historia de Europa, su espíritu perduró en los
mitos que la configuran a ella y al alma variopinta de sus gentes.
Éstos aún conservan el sabor agridulce de una nostalgia que habla
de tiempos que nunca volverán a ser, en los que la magia aún era
posible, aunque no liberaba del dolor, la muerte ni el olvido. Uno
de ellos, que se convertirá en obra cumbre del arte universal, es
el que nos narra los trágicos amores de Tristán e Isolda, recogiendo
un tema muy común en la mitología celta (especialmente insular):
el del triángulo amoroso entre un joven, una doncella y un anciano
pretendiente. Lo encontramos, entre otras, en las leyendas de Deirdre
y Noise y de Diarmaid y Graine. En ambas, a las dificultades que
interpone el destino para vivir libremente el amor se añadirá el
recurso al hechizo en forma de geis: un terrible conjuro,
una orden mágica de obligado cumplimiento, bajo amenaza de muerte
o de deshonra (lo que, para un celta, es aún más grave). Ya veremos
cómo el filtro de nuestra historia y el geis de las que, muy probablemente,
fueron sus orígenes, tienen mucho en común.
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El
galo moribundo. Copia romana del bronce
original |
Antes
del nacimiento de Deirdre (heroína irlandesa de la que tenemos noticia
por un texto del siglo IX, aunque su leyenda fue posteriormente
incorporada al Ciclo del Ulster), un druida profetiza que será muy
hermosa pero provocará enormes desgracias. El rey Conchobar ordena
que se críe apartada del mundo hasta que alcance la edad de convertirse
en su esposa. Pero, llegado ese momento, se enamora de Noise que,
recordando la profecía, la rechaza. Entonces le lanza un mágico
geis, mediante el que consigue hacerse amar por el joven con quien
huye. Por una traición del viejo rey, Noise muere y Deirdre le es
devuelta, pero fallece, poco después, de tristeza y desesperación.
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Triskel
celta |
A
pesar de los evidentes parecidos con esta historia, está aún más
cerca del mito de Tristán e Isolda, la leyenda de Diarmaid y Graine
(de la que empezamos a tener noticia escrita en el Libro de Leinster
del siglo X, aunque, después, sería incorporada al Ciclo de Fionn).
Finn mac Cumail, jefe de la misteriosa y guerrera milicia de los
Fianna, ya cercano a la vejez, se casa con la joven Graine, hija
del rey supremo de Irlanda, pero ésta, en el banquete de bodas,
hace que su criada le traiga un cáliz de oro y piedras preciosas
en el que vierte un filtro mágico que, al beberlo, hace dormir a
todos los invitados, con excepción de Ossian y Diarmaid. Cuando
propone al primero, que es hijo de Finn, huir con ella, éste se
niega ya que está obligado, por un geis, a no compartir ninguna
mujer con su padre. Entonces se dirige a Diarmaid, uno de los tenientes
de Finn, con el que le une un voto de lealtad y que, por ello, también
rechaza los requerimientos de la joven. Pero también apela a la
magia de un geis: ¡Caiga la deshonra sobre ti si esta noche no
me llevas contigo!, al que no se puede resistir y que lo hechiza.
Poco después, Graine le confesará que hacía ya tiempo que le amaba.
La pareja huye al bosque y será perseguida durante años, hasta que
el viejo jefe guerrero parece aceptar su unión e invita a Diarmaid
a una cacería en la que morirá, después de ser herido por un jabalí.
Finn podría haberle salvado, ya que tenía el poder de sanar a cualquiera
con sólo darle agua a beber, pero niega el socorro a su rival. Se
conservan versiones diferentes de esta leyenda y finales distintos,
sin embargo el que nos va a resultar más cercano es el que narra
cómo Graine muere de dolor al conocer la muerte de su amante y es
enterrada en la misma tumba que él.
La
noche, el sol, la luna
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El
rey Marc e Isolda. R, Flint |
Para
Jean Markale, comparando ambos relatos, no hay duda en que Grainne
(el nombre proviene de la palabra gaélica grian, que significa
“sol” -femenino para los celtas-) es el referente mítico de Isolda
la Rubia, imagen, a su vez, de la antigua diosa solar céltica que
da vida y calor a su amante. Por lógica, Diarmaid representaría
a la luna (masculina para los celtas) y sería el modelo primitivo
del Tristán medieval. Así mismo, en Marc, el rey semilegendario
de Cornualles, se puede reconocer a una primitiva divinidad de la
noche y de la muerte, representada mediante la figura de un caballo
(que es precisamente lo que significa su nombre en bretón y galés),
que retiene prisionero a un sol que, a su vez, le será arrebatado
por la luna. Recordemos que en la leyenda medieval (más concretamente
en el texto anglonormando de Béroul), Marc aparece con orejas de
caballo. El estudioso también aventura la hipótesis de que Tristán
fuera un personaje histórico de Cornualles (como parece indicar
la Piedra de Tristán, un monolito funerario de la Alta Edad
Media, que se encuentra entre Tintagel y Bodmin, donde se le llama
Hijo de Conomorus, otro apelativo del rey Marc, según textos
hagiográficos latinos), aunque el origen de su nombre, Drustan,
sea picto (es decir, de Escocia: Drus-tanos, que significa
roble-fuego). Sea como fuere, se trasluce en ambas leyendas,
un origen que atañe a todo el antiguo territorio céltico, aunque
sólo nos fijemos en las distintas etimologías de los nombres que
en ellas aparecen (salvo el de Isolda que proviene de un antiguo
Ishild en el que se puede reconocer al germánico hild
que significa muchacha, lo que no descartaría una influencia
escandinava en la leyenda, recordemos que hay una Tristams Saga
islandesa del siglo XIII).
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Piedra
de Tristán. Cornualles.
Siglo VI |
Pero
el mito de Tristán e Isolda, tal y como hoy se conoce, nos llegó
a través de textos medievales, que, aunque fragmentarios, obedecen
a una misma trama argumental. No sabemos si existió una narración
completa de la historia que les sirviera de modelo; en cambio, si
hay refundiciones de este monumental fresco: la primera y la más
célebre se la debemos a Joseph Bédier en 1922: Le roman de Tristan
et Yseult. Naturalmente, Wagner no llegó a conocerla, se sirvió
de los poemas fragmentados medievales, especialmente del de Gottfried
von Strassburg, pero no únicamente de él.
Las
luces del medievo
Aquél que aún crea que la medieval es una época oscura y bárbara
está condenado a ignorar la maravilla artística y cultural que fue
el siglo XII en Europa; no es, por lo tanto, extraño que, en su
segunda mitad, se escribieran los primeros poemas que conforman
el mito que mejor y con más belleza representa el concepto de amor
en Occidente. Tal fue su éxito que, desde ese mismo instante, en
todas las lenguas europeas empezaron a proliferar versiones en prosa,
a la vez que no sólo todos los géneros literarios, de los más cultos
a los más populares, hacían alusiones a la historia, también se
dejó representar por las demás artes, hasta las meramente decorativas:
no resulta excepcional encontrar en peines, tapices o cerámicas,
el recuerdo trágico de los amores de Tristán y de Isolda.
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Manuscrito
del Tristán de Gottfried |
Hasta
principios del siglo XIII esta historia fue recogida por cuatro
grandes poemas, dos franceses y dos alemanes; el primero compuesto
en dialecto anglonormando (el normando importado del continente)
por un autor conocido como Thomas d’Angleterre hacia 1155-1160.
Desgraciadamente, sólo se conservan unos pocos fragmentos de esta
versión: el final de la historia y un episodio intermedio. Como
bien señala Isabel de Riquer, se trata del lado triste de la
leyenda: Tristán e Iseo viviendo separados; el matrimonio sin amor
de Tristán con Iseo de las Blancas Manos y la muerte de los dos
amantes. Sin embargo, podemos hacernos una idea más completa
de este poema gracias a la versión en prosa que de él nos dejó,
un siglo más tarde, un monje islandés: la Tristams Saga, a
la que ya se ha hecho alusión. Probablemente a losa finales
del siglo XII debemos la composición, también anglonormanda, de
un escritor del que sólo sabemos que dice llamarse Béroul (tampoco
conocemos más de sus compañeros) y de la que únicamente se han conservado
4485 versos, sin principio ni final, que corresponden a la vida
de los amantes en el bosque de Morrois. El primer poema en lengua
alemana corresponde al sajón Eilhart von Oberg. Del texto original,
fechado hacia 1200, sólo nos quedan unos pocos fragmentos, pero
conocemos la versión completa gracias a dos manuscritos del siglo
XV que muestran bastantes diferencias estilísticas, pero pocas en
lo que se refiere a la historia en sí. Finalmente, debemos el cuarto
poema altomedieval a Gottfried von Strassburg, un alsaciano (o al
menos vivió en Alsacia) que lo compuso probablemente en torno al
año 1210. Su monumental obra, basada en la de Thomas d’Angleterre,
como él mismo indica en los versos iniciales, quizá sea la más brillante
de las cuatro; pero tampoco nos ha llegado en su totalidad, se interrumpe
aproximadamente donde empiezan los fragmentos que conservamos del
relato de Thomas. Como indica Victor Millet, hay quien ha defendido
que Gottfried interrumpió voluntariamente su composición, pero no
es verosímil que un autor medieval pudiera concebir un final
abierto para su relato y menos que el público se lo permitiera.
Así, lo más probable es que la muerte del autor o de su mecenas
mutilara, por siempre, la obra que fue una auténtica escuela de
estilística y arte narrativa para muchas generaciones de escritores,
además del referente literario más directo de otra obra monumental:
Tristan und Isolde de Richard Wagner.
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Tristan
e Isolda. Maître Luces. S. XV |
Se
abre el telón en el Teatro de la Colina Verde: el navío de Tristan
se acerca, majestuoso, a las verdes costas de Cornualles. El rey
Mark, su tío, espera impaciente la llegada del héroe: desde Irlanda
le trae a Isolde, la prometida que ganó para él. Pero la melancólica
canción de un marinero hiere e irrita a la futura soberana que,
cuanto más próximo ve el final del viaje, más honda siente la traición
de aquél a quien, por el embrujo de una mirada, eligió y perdió.
Sólo queda un camino: ¡Venganza y muerte!
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Isolda.
F.F.B. Dicksee |
Bibliografía
Eilhart
von Oberg y Gottfried von Strassburg; Tristán e Isolda. Madrid,
Siruela, 2001.
Markale,
J.; La femme celte. Mythe et sociologie. París, Payot,
1972.
Markale,
J.; Pequeño diccionario de mitología céltica. Barcelona,
Olañeta, 1993.
Riquer
I. de (Edición cargo de); La leyenda de Tristán e Iseo.
Madrid, Siruela, 1996.
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