En
esta primera entrega sobre intérpretes wagnerianos actuales intentaremos
ver cómo se presenta el panorama en cuestión de voces femeninas.
Como
ya dijimos, la situación actual no es muy alentadora y no parece
susceptible de mejorar en los próximos años. La enorme crisis arrastrada
desde los años setenta del siglo pasado hasta nuestros días es evidente.
Hasta los años cincuenta, y todavía hasta bien entrados los sesenta,
era posible reunir un reparto “completo” para cualquier obra de
Wagner. Desde entonces algunas estrellas brillantes han dado luz
al firmamento wagneriano, pero siempre de la misma forma: una sola
figura rodeada de mediocridad. Esto mismo ocurre hoy en día, cuando
disponemos de un puñado de impresionantes artistas capaces de recrear
convincentemente cualquier personaje wagneriano a un nivel vocal
altísimo.
Si
miramos, por ejemplo, las sopranos dramáticas en nómina actualmente,
la decepción se hace clara. Encontramos nombres como Gabrielle
Schnaut, Luana De Vol o Evelyn Herlitzius, por
mencionar a las tres últimas Brünnhildes de Bayreuth. En vivo no
he tenido aún la ocasión (no creo poder decir suerte) de verlas,
y tal vez sean grandes actrices en escena, pero el testimonio fonográfico
es desangelado: terribles vibrattos en la voz y grito en lugar de
canto.
En
el Met de Nueva York el papel de la hija de Wotan en todos los ciclos
del “Anillo” del año pasado (tres consecutivos, si la memoria no
me falla) fueron acometidos por Jane Eaglen, soprano británica
de presencia escénica escasa (sino fuera por su volumen corporal)
y poseedora de un voz grande pero terriblemente fea, monótona y
descontrolada.
En
Berlín Brünnhilde es casi siempre Deborah Polaski, de gran
presencia en el escenario y gran inteligencia dramática, pero con
una voz abrasada por el abuso que ha hecho de ella en estos años.
El agudo es prácticamente inexistente, con un vibratto excesivo
en el resto del registro.
Claro
que mucho más grave es el uso de voces agotadas del pasado reciente.
Casos como Eva Marton o Hildegard Behrens, que siguen paseando sus
destruidas voces por los escenarios de medio mundo de forma patética.
A Behrens se le llegó a abuchear el año pasado en la Ópera de Viena
después de la función inaugural de “La Walkyria”, donde apareció
como Brünnhilde, como los mosqueteros de Dumas, “veinte años después”.
En
la nómina de Isoldes no encontramos tampoco mucha variedad. La citada
Eaglen ejecutó (los comentarios sobran) el papel recientemente en
el Met con Ben Heppner como pareja y el siempre aletargado James
Levine al frente de la orquesta.
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Deborah
Voigt |
De
vez en cuando encontramos a Elisabeth Connell, que fuera
una muy interesante Ortrud en Bayreuth en 1982 (ingrata grabación
en vídeo por lo demás), y que ahora se dedica a Isolde, Brünnhilde
y Elektra, si no de manera excepcional, sí con profesionalidad y
solvencia.
De
lo mejorcito disponible es Deborah Voigt, soprano estadounidense
en plena madurez artística, poseedora de una voz amplia y bastante
bella, y una técnica muy sólida. Debuta como Isolde en la Wiener
Staatsoper en mayo de este año 2003 bajo la dirección musical de
Christian Thielemann. Parece que está planeando su carrera con bastante
inteligencia, y no se ha lanzado a cantar papeles demasiado dramáticos:
nunca ha hecho Brünnhilde, nunca ha cantado el papel principal de
Elektra de Strauss, ha cantado la Emperatriz de “La mujer
sin sombra” (pero no el abrasador papel de la mujer del tintorero)...
Personalmente tuve ocasión de verla como Leonore en Fidelio
de Beethoven, y me pareció realmente muy a tener en cuenta.
Sus
recreaciones de papeles straussianos como Chrysothemis, Ariadne
y la Emperatriz, están disponibles en CD, todos bajo la muy competente
dirección del difunto Giuseppe Sinopoli, y acompañada en los dos
últimos por el gran Ben Heppner (El tenor/Baco y el Emperador).
Para
más información sobre Voigt, visiten su excelente web oficial: www.deborahvoigt.com
Si
buscamos entre las sopranos líricas, capaces de acometer lo que
Astrid Varnay llama “las tres E’s” –Eva, Elisabeth y Elsa-, encontramos
algo más de interés. Nombres tan resplandecientes como Renée Fleming
o Karita Mattila, si bien es cierto que ninguna de las dos están
dedicadas plenamente a Wagner y se decantan más bien por otros repertorios.
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Renée
Fleming |
Renée
Fleming es la gran soprano straussiana de nuestra era, capaz
de emocionar como la Mariscala del “Rosenkavalier”, que cantó hace
pocos años en el Covent Garden de Londres bajo dirección de Christian
Thielemann. El único papel wagneriano que ha hecho hasta ahora en
escena es la Eva de Meistersinger, en 1996 en Bayreuth, con
Barenboim. Es una verdadera lástima que no haya ampliado su repertorio
wagneriano. Se ha dedicado al belcanto (Bellini y Donizetti) y algunas
óperas de Mozart (“Cosí fan tutte” y “Don Giovanni”) y Verdi (“La
Traviata”), grabando además obras poco trilladas como “Thaïs” de
Massenet o “Rusalka” de Dvořak. Además ha estrenado la ópera
de André Previn “Un tranvía llamado Deseo”, como Blanche DuBois,
basada en la obra teatral homónima de Tennesse Williams.
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Karita
Mattila |
La
finlandesa Karita Mattila ha dejado ya una bella interpretación
de Eva en Meistersinger con el gran Solti y un reparto de
campanillas (Van Dam, Pape, Opie) en una muy recomendable grabación
para DECCA, y ha cantado Elsa en escena. Según dijo recientemente
en una rueda de prensa, Mattila trabaja solamente de 45 a 60 noches
al año, reservando el resto del tiempo para descansar, y posibilitando
una evolución pausada y no abrasiva de su voz. En sus propias palabras:
“Mi agente me preguntó si no querría hacer dinero en todo ese tiempo
libre. Yo le respondí que no. Le dije a mi marido que no se haría
rico viviendo conmigo, pero que tendríamos una vida agradable.”
Veremos
si en un futuro podemos disfrutar de alguna otra buena interpretación
wagneriana de Karita Mattila. Tal vez podría ser una gran Sieglinde,
además de una bella Freia o Elsa.
Otras
sopranos líricas solventes disponibles en la actualidad son Eva
Johansson y Emily Magee, de voz ya algo decaída tras
terminar la producción de “Maestros” de Bayreuth que concluyó el
año pasado.
En
cuestión de mezzos capaces de afrontar papeles como Fricka o Brangäne
no encontramos mucho más. Nombres que se han hecho frecuentes son
los de Rosemarie Lang, miembro de la Berlin Staatsoper Unter
den Linden, Ljoba Braun, ya en su ocaso, la alemana
Iris Vermillion o la japonesa Mihoko Fujimura, debutante
en Bayreuth en 2002. Ninguna de ellas puede calificarse de sobresaliente,
pero todas son solventes artistas con experiencia en estos papeles
wagnerianos.
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Marjana
Lipovsek |
Un
nombre más a añadir a esta lista es la excepcional mezzosoprano
eslovena Marjana Lipovsek, ya en sus últimos años de andadura
artística, pero que ha sido una de las más grandes Frickas de tiempos
muy recientes. Inicialmente una contralto auténtica, ha sabido evolucionar
hacia un repertorio muy extenso. Su dominio de idiomas tan dispares
como el ruso, el alemán, el francés o el italiano le ha llevado
a triunfar en una enorme gama de papeles como el de Marina Mnishek
en Boris Godunov de Mussorgsky, o el de la fatal Dalila de
Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns. También en papeles
netamente verdianos como Azucena en Il Trovatore o la Princesa
de Éboli en Don Carlo, o grandes peronajes straussianos como
el Ama en “La mujer sin sombra” o Klytämnestra en Elektra.
Llegó incluso a cantar, tiempo atrás, el dramático papel de Marie
en Wozzek de Alban Berg.
Ha
sido además una estupenda Brangäne, inmortalizada en la intachable
grabación de Daniel Barenboim de Tristan und Isolde para
su habitual Teldec, y en el horrendo DVD de la producción de la
Bayerische Staatsoper de Munich con Zubin Mehta (con un reparto
encabezado por grandes figuras, todo fracasa bajo una absurda dirección
musical del maestro indio, y una terrorífica producción del innombrable
Peter Konwitschny, responsable del último Lohengrin del Liceu).
Tengamos
en cuenta ahora a dos excepcionales artistas, mezzosopranos en origen,
que han ido evolucionando progresivamente hacia el repertorio de
soprano dramática. Me refiero a Waltraud Meier y Violeta Urmana,
por ese orden.
Waltraud
Meier lleva con nosotros como profesional desde los años ochenta,
construyendo una carrera artística sobresaliente. Durante años ha
sido, y tal vez es, la mayor wagneriana de su generación. Ha cantado
prácticamente todos los papeles a su alcance: desde Fricka, debutado
en el Colón de Buenos Aires en 1980 en su natural tesitura de mezzo,
a su extraordinaria Isolde, ya como soprano dramática. Ha sido una
grandísima Kundry, sensual y derrotada, y una magnífica Venus. Su
camino ha sido muy parecido al de Martha Mödl (ver artículos anteriores),
abarcando un repertorio muy similar al suyo, con papeles comunes
como la Leonore de, Marie en Wozzek, o incluso la Carmen
de Bizet. Sin embargo hay un dato muy importante que las separa:
Waltraud Meier nunca ha cantado Brünnhilde en el “Anillo”, y nunca
se lo ha planteado. En alguna entrevista ha dicho que símplemente
no le interesa el papel.
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Waltraud
Meier
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Bien
es sabido que su talento dramático es excelso: es una consumada
actriz. Si alguien no se siente seducido por su personalísima voz,
no puede negar al menos su enorme presencia escénica.
¿Qué
más se puede decir de semejante talento? Solamente que hemos tenido
suerte de verla en nuestros días.
Para
más información sobre su planificación anual y demás detalles, ver
su estupenda página web oficial, que incluye algunas fotos: www.waltraud-meier.com
Violeta
Urmana es un joven talento en plena evolución. Comenzó cantando
como mezzosoprano, para evolucionar, según los consejos de Astrid
Varnay, a la tesitura de soprano dramática. Fue la “Inalcanzable”
Varnay la que descubrió su talento durante unas clases en la escuela
de la Bayerische Staatsoper, dedicando gran parte de uno de los
capítulos de su autobiografía a hablar de este descubrimiento. Traduzco
aquí un extracto para que el lector se haga una idea:
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Violeta
Urmana |
“
Era ya a última hora de la tarde, tras un agotador día de trabajo,
y ya habíamos oído a una gran cantidad de aspirantes, dos de los
cuales había cantado muy estimablemente (...) Había una mezzo aún,
suspiré letárgicamente y me senté para escuchar otra voz más. En
el mismo instante que la mujer comenzó a cantar, me incorporé, dándome
cuenta instantáneamente que su timbre, su expresión, su personalidad,
su apariencia y su musicalidad evocaban un talento creativo muy
importante, una de esas voces exquisitas que aparecen quizá una
vez cada cien años. Por supuesto, había lugar para el perfeccionamiento.
Sus notas agudas extremas no eran completamente libres, pero el
resto de su voz, y todo lo que en ella se incluye, era tan recomendable
que decidimos inmediatamente incluirla en el Estudio. (...) Inmediatamente
después de completar su compromiso con el Estudio, fue contratada
para cantar en varios lugares, incluyendo el Festival de Bayreuth
de 1994, donde cantó el difícil papel de la Segunda Norna en Götterdämmerung.
(...) Su carrera está ahora firmemente establecida en el más alto
nivel internacional, y, a medida que va de triunfo en triunfo, la
calidad óptima de sus interpretaciones continúan reflejando gloria
hacia las personas que tuvieron la excelente fortuna de descubrirla
y figurar en su aprendizaje profesional.
Aunque
el Estudio (de la Bayerische Staatsoper) no ha sido continuado por
la actual administración del Teatro, es aún posible para los amantes
de la música en todo el mundo emocionarse con el canto de Violeta
Urmana. ¡Qué alegría recordar que nosotros la oímos primero!” (1)
Su
repertorio wagneriano actualmente incluye papeles tradicionales
de mezzo como Fricka y Waltraute en Götterdämmerung, pasando
por un papel para soprano netamente lírica como Sieglinde, un papel
tan híbrido vocalmente como Kundry (su mayor logro hasta el momento),
y seguramente progrese en breve tiempo hacia la tesitura de soprano
puramente dramática: tal vez sea la Brünnhilde que todos esperamos
desde hace décadas.
Recientemente
ha grabado el prólogo del “Ocaso” con Plácido Domingo y Antonio
Pappano para EMI, exhibiendo una gloriosa voz incluso en el terrible
Do sobreagudo con que concluye el fragmento (el resto del disco
es poco interesante o recomendable: la dirección es lenta y desarticulada,
y Domingo es un Siegfried, en mi opinión, imposible).
Posiblemente
llegue a ser una magnífica Ortrud en Lohengrin y, por carácter,
temperamento y maneras vocales, sea la heredera natural de su maestra
Astrid Varnay.
El
tiempo lo dirá.
Bibliografía
(1)
Astrid Varnay (con Donald Arthur), 55 Years in Five Acts.
My Life in Opera Northeastern University Press, Boston,
EEUU 2000
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