Parte
2ª: Beckmesser, Pogner y Walther
Continuamos
en este mes de junio con el estudio ya iniciado en mayo sobre los
personajes en "Los Maestros Cantores". Abordaremos
tres más: el escribano Sixtus Beckmesser, el orfebre Veit Pogner
y el joven caballero Walther von Stolzing.
Este
personaje es ciertamente difícil y además muy rico en matices.
Beckmesser
es el marcador de la Corporación, el encargado de juzgar
a los nuevos aspirantes a maestro según las tradicionales Leges
Tabulaturae.
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Heinrich
Pflanzl caracterizado como el escribano Sixtus Beckmesser |
Es
de profesión escribano, funcionario público (Stadtschreiber, literalmente
"escribano de la ciudad"; también "secretario municipal")
y es el primero en presentarse candidato a la mano de Eva cuando
Pogner la ofrece como premio para el concurso de canto del día de
San Juan, siendo ya un hombre más que maduro.
De
carácter pedante y antipático, es el opuesto de Hans Sachs, quien,
a pesar de todo, le da ocasiones para retractarse de sus propósitos
a lo largo de toda la obra. Le avisa, por ejemplo, de la dificultad
de la canción que ha robado de su mesa de zapatero, y todavía antes
del desastre final que resulta su interpretación en el concurso
de canto le da la oportunidad de una salida honrosa; oportunidad
que Beckmesser rechaza con vehemencia, seguro de ganar con tal que
Sachs no participe.
Evidentemente,
Beckmesser admira a Sachs como poeta y maestro cantor, y además
envidia tremendamente su popularidad.
En
el primer acto, hace fracasar las aspiraciones del joven Walther,
quien, de convertirse en maestro, supondría un impedimento insalvable
a sus aspiraciones de matrimonio con la hija del rico orfebre. Escondido
de la vista tras los cortinajes del puesto de marcador, señala incontables
faltas en la bella y espontánea canción de Walther, rayando su pizarra
con la tiza.
En
el segundo, se llega a la puerta de la casa de Pogner con la intención
de cantar una serenata a Eva. Quien está en la ventana no es otra
que Magdalene, que, habiendo avisado a su joven ama, decide dar
celos a su querido David. Tras discutir largamente con Sachs, que
está trabajando en los zapatos de fiesta del escribano, se decide
lo siguiente: Beckmesser cantará su serenata y Sachs hará de marcador
golpeando su martillo sobre la suela de los zapatos; ambos harán
simultáneamente su labor de esta manera sin impedimento. Beckmesser
aparentemente seguro de sus capacidades asegura a Sachs que no terminará
los zapatos porque no tendrá que golpear ni una sola vez por un
fallo en la canción. La canción comienza, sugiriéndole incluso el
zapatero a su rival cómo ha de cambiar el canto de los primeros
versos para que suenen mejor. Sachs golpea rítmicamente cada fallo
de Beckmesser, convirtiendo la canción en un continuo golpear, y
enfureciendo al escribano. Sachs ha terminado los zapatos y los
agita triunfal, pero con tanto golpe y con tanta voz, los vecinos
acuden al lugar, iniciándose una monumental pelea callejera, en
la que Beckmesser lleva las de perder, siendo golpeado por David,
quien le había creído cortejando a Magdalene con su serenata. Sólo
acabará el bullicio cuando se oiga el cuerno del sereno, disolviéndose
al punto la concurrencia y acabando Beckmesser lleno de golpes y
mataduras.
En
el tercer acto, entra sigilosamente en el taller de Sachs y descubre
para su sorpresa una canción de concurso sobre la mesa. La coge,
y tras ser sorprendido por el zapatero y recibir su consentimiento,
se retira con la intención de usarla para ganar la mano de Eva.
Ya en la pradera, con el pueblo congregado y atento, Beckmesser
canta la canción, deformándola de tal forma que todos estallan en
alegres carcajadas, dando al traste con las aspiraciones del empleado
municipal.
El
personaje hoy nos llega a parecer simpático de puro grotesco, y
es seguramente el "villano" más divertido y entrañable
de toda la historia de la lírica.
Se
dice habitualmente que Wagner pensó su escribano a la medida de
Eduard Hanslick, célebre crítico, conocido por sus ataques a la
estética wagneriana y su defensa infinita de Brahms como el gran
heredero de la tradición musical clásica de Alemania.
A lo
largo del siglo XX, hubo distintas tendencias a la hora de interpretarlo.
Durante muchos años se recalcaba insistentemente su lado caricaturesco,
siendo a veces interpretado incluso por actores y no por cantantes
propiamente dichos. Durante la época del nacionalsocialismo, se
le dibujaba como el paradigma del judío burgués, mezquino y avaro,
y era objeto de escarnio.
Era
interpretado frecuentemente utilizando recursos poco estéticos,
como chillidos, graznidos y toda suerte de bufonadas escénicas.
Tiempo
después le hemos visto humanizado, olvidando tanto histrionismo.
Grandes barítonos como Hermann Prey le han aportado una nueva imagen:
Beckmesser canta, y lo hace bien. Claro que durante las últimas
décadas hemos visto a ajados intérpretes de Walther "llevarse
a la chica" después de cantar su "Canción de premio"
de forma penosa, cuando el Beckmesser de turno había hecho una más
que decente intervención. En fin, cosas de los tiempos.
Para
cantar un buen Beckmesser se requiere un barítono sólido, con carácter,
y con un registro agudo suficiente. En la partitura, como vimos
en la anterior entrega de este estudio, viene indicado tan solo
como "bajo". Bien, el registro grave requerido no es realmente
importante, pero sí lo son algunas notas casi tenoriles que el cantante
ha de afrontar con solvencia.
La
tesitura abarca desde el Si 1 al La 3. (1)
Muchos
han sido los grandes traductores de Beckmesser a lo largo del siglo
XX. Nombrarlos a todos es imposible, así que hablaremos ahora un
poco de los más destacados o los más representativos.
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Fotografía
de Karl Schmitt-Walter caracterizado como Beckmesser, señalando
la pizarra de "marcador" con lo errores cometidos
por Walther
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Sin
duda alguna Karl Schmitt-Walter es una de las joyas del personaje.
Cantó el papel en Bayreuth a petición de Wieland Wagner cuando ya
tenía 55 años, y prolongó su intervención seis años (desde 1956
a 1961). Ya entonces tenía la voz algo gastada, pero su experiencia
y buen hacer, amén de unas grandes dotes de comicidad, hacen de
él uno de los Beckmesser dignos de recuerdo. Le podemos encontrar
en grabaciones como la que ya comentáramos de André Cluytens de
1956 (con el Sachs de Hotter), o la excelente de 1960 encabezada
por Hans Knappertsbusch. Por supuesto, la escena más señalada para
escucharle "en su salsa" es su fallida serenata marcada
a golpes de martillo, en el segundo acto (ya comentamos esta escena
el mes pasado cuando hablamos del monumental Sachs de Josef Greindl).
Destacable
es también Heinrich Pflanzl en el registro de 1955 de Munich
(comentado el pasado
mes por Miguel Ángel González en su sección).
Si
buscamos el lado caricaturesco, Eugen Fuchs es una buena
elección. Es Beckmesser en los míticos "Maestros" de Furtwängler
del año 43, en plena guerra y con toda la plana mayor del nazismo
presente en el Festspielhaus.
En
el plano más grato, diríamos casi "liederístico", hallamos
un buen ejemplo en el excelente barítono vienés Erich Kunz.
Interviene en una producción temprana, discográficamente hablando,
de la obra, con Karl Böhm en 1944, una versión que atesora el Sachs
del gran Paul Schöffler (ya comentado en el anterior artículo).
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Retrato
de estudio de Hermann Prey, el genial barítono berlinés
al que debemos una de las mejores interpretaciones de Beckmesser
de la historia del disco |
Digno
sucesor suyo es, por supuesto, el entrañable Hermann Prey
que es seguramente el que mejor ha cantado como Beckmesser de todos
los tiempos, sin olvidar un sentido del humor exquisito que hace
que el público se encandile con él. De él sí tenemos vídeo, filmado
en el Festival de Bayreuth y editado en 1983. Realmente es lo que
más vale la pena de esa función. El resto del reparto no pasa de
la discreción, y la producción escénica de Wolfgang Wagner no es
sublime: incluye una ya famosa aparición del viejo intendente al
final de la obra, reconciliando simbólicamente a Sachs con Beckmesser,
detalle que para mi gusto sobra, y que ha sido imitado en otras
producciones posteriores.
Como
digo Prey encarna el Beckmesser mejor cantado de la historia del
disco. Su fallida "Canción del premio" está magistralmente
bien delineada, aunque sin olvidar un sutil toque de humor. Ese
día sí que mereció la mano de Eva (Walther era Siegfried Jerusalem
buscando abarcar todo el repertorio para tenor wagneriano; los resultados
son francamente discutibles).
En
la actualidad hay un magnífico Beckmesser en activo, que tendremos
el placer de ver en el Teatro Real: Andreas Schmidt. Su voz
recuerda bastante a la de Dietrich Fischer-Dieskau, y es, como él,
un gran liederista. Continúa la tradición de Prey en cuanto a nobleza
vocal en el personaje, y ha grabado recientemente la obra con Barenboim
(una grabación que, por otro lado, no tiene demasiado interés; al
lado de los monumentales "Maestros" de Bayreuth del año
2000 a cargo del joven Christian Thielemann -con un reparto muy
similar-, los de Barenboim parecen demasiado cerebrales, poco festivos
y sin duda nada comprometidos con la obra).
Llegamos
ahora a otro de los personajes importantes en esta obra, del que
arranca uno de los conflictos conductores: la lucha por la mano
de Eva en el concurso de canto del día de San Juan.
Pogner
es el rico orfebre de Nuremberg, poseedor de una magnífica casa
enfrente de la de Hans Sachs, que es algo más modesta. Encarna al
burgués enriquecido en toda su plenitud: "Dios me hizo,
en fin, hombre rico".
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Kurt
Böhme, el gran bajo de Dresde, caracterizado como Veit
Pogner en la producción de "Maestros" de 1952 |
Al
comienzo de la obra, ha tenido una idea sin duda desafortunada:
para fomentar el sagrado arte custodiado por los Maestros, ofrecerá
la mano de su única hija Eva, y con ella toda su fortuna y propiedades,
a aquel Maestro que venza en un concurso de canto en la mañana del
día de San Juan. Pone como condición que la muchacha puede rechazar
al vencedor si éste no es de su agrado, pero nunca podrá casarse
con otro.
Inmediatamente,
Beckmesser intenta convencerle de que le hable a su hija de él con
buenas palabras, sin duda atraído por la idea doble de casarse con
una muchacha bella y joven, y heredar todo el dinero del acaudalado
orfebre.
Pero
lo cierto es que Pogner ve con mejores ojos a Walther von Stolzing,
su joven protegido venido de Franconia, mediante el que emparentaría
directamente con la vieja nobleza feudal, añadiendo posición social
elevada a su condición de hombre adinerado.
Al
pedirle Walther que le auxilie en su intento de convertirse en Maestro
Cantor, le presenta al resto de la Corporación como protegido suyo.
Cuando Walther fracasa gracias a los ardides del señor escribano,
Pogner comienza a estar verdaderamente preocupado y a atisbar el
alcance real de su decisión. Como él mismo afirma ya casi al final
del primer acto, refiriéndose a Walther:
"¡Cuán
gustoso lo viera yo admitido!
Como
yerno fuérame en verdad valioso:
Si
ahora doy la bienvenida al vencedor,
¿quién
sabe si mi niña lo escogerá?
¡Confieso
que me atormenta
si
Eva elegirá al maestro!" (2)
Su
intranquilidad no será resuelta hasta el final del tercer acto,
cuando Walther sea proclamado ganador por el pueblo entero, gracias
a la astuta estratagema de Sachs. En sus propias palabras:
"¡Oh,
Sachs! ¡A ti te debo dicha y honra!
¡Pasó,
pues, toda la angustia del corazón!" (3)
Para
interpretar a Pogner hace falta un bajo wagneriano típico, de noble
línea, con estilo y resistencia. El papel no es en sí demasiado
extenso, pero tiene sin duda intervenciones bastante comprometidas
a lo largo de toda la obra. Muy especialmente podemos destacar su
célebre "Das schöne Fest Johannistag", relato bastante
extenso y con algunas notas agudas bastante incómodas para un bajo.
Damos,
como siempre, el dato de la tesitura del personaje: Sol 1 al Fa
3.
Hablar
de los buenos intérpretes de Pogner es hablar de los grandes bajos
wagnerianos de la historia. La lista sería interminable realmente.
Sin
duda uno de los reyes del personaje es el enorme Gottlob Frick
de quien ya hablamos extensamente en otro artículo anterior. Como
ya dijimos entonces, Frick encarna a la perfección al burgués. Su
voz cavernosa y profunda, con ese timbre tan sobrecogedoramente
bello, es además el complemento perfecto. Es protagonista de la
tal vez mejor grabación de vivo de la obra, la de 1955 en Munich
con Knappertsbusch, comentada en su momento por Miguel Ángel González
en su sección.
Citaremos
a otros tres enormes intérpretes del papel: Emanuel List,
Ludwig Weber y Alexander Kipnis, tres bajos wagnerianos
verdaderamente imprescindibles.
Por
supuesto, Josef Greindl es otro de los Pogner a tener en
cuenta. Le encontramos en la grabación de Furtwängler del año 1943
de Bayreuth.
También
Kurt Böhme, Pogner en los "Maestros" de Knappertsbusch
de 1952.
Podríamos
también incluir en la lista al joven Theo Adam de 1960, que
hace una gran recreación del personaje. Su voz es la ya conocida;
a mí personalmente no me resulta especialmente grata de oír, pero
tenía buen hacer wagneriano, rara virtud hoy en día. También merece
reconocimiento Karl Ridderbusch, y por supuesto el enorme
Kurt Moll.
En
los últimos tiempos tan sólo cabe destacar al joven René Pape,
que por suerte será Pogner en el Teatro Real. Desde luego este es
un cantante que apunta muy alto y que puede llegar a ser uno de
los grandes bajos de la historia del canto wagneriano.
Llegamos
al tercero y último protagonista que analizaremos este mes, el joven
caballero de Franconia: Walther von Stolzing.
Es
un personaje crucial dentro de la estructura dramática de los "Maestros
Cantores". Como dijimos, su pugna con Beckmesser por conseguir
la mano de Eva es uno de los hilos conductores de la historia.
Este
joven es el vástago de una familia de la nobleza rural, la vieja
casta feudal imperante. Viene desde el campo a Nuremberg con la
intención de establecerse entre la burguesía local. Veit Pogner
es su protector durante estos primeros momentos en su nueva ciudad
de residencia.
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El
gran tenor heroico canadiense de nuestros días, Ben
Heppner caracterizado como Walther en la producción
del Metropolitan Opera de Nueva York
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Por
supuesto, los burgueses locales le miran con alguna reticencia:
ven en él un descendiente de aquellos que imperaban sobre sus antepasados.
Como
joven, es impulsivo y rebelde, y se opone claramente a la Corporación
de Maestros, que le parece absolutamente ridícula.
La
expresión máxima se este hecho se encuentra ya al final de la obra.
Cuando a través de su canción se ha ganado el reconocimiento del
pueblo y de los Maestros, se atreve aún a rechazar la cadena que
el propio Pogner le ofrece como testigo de su condición de Maestro
recién ganada.
En
la primera escena, en la Iglesia de Santa Catalina, le vemos haciéndole
señas amorosas a Eva durante los oficios de la mañana. Magdalene
le advierte de la decisión del padre de la niña: sólo el que sea
Maestro Cantor y gane el concurso de canto puede optar a la mano
de Eva.
Magdalene
le pone en manos de David para que le enseñe aceleradamente las
cualidades de un Maestro Cantor. David lo intenta infructuosamente.
Walther
acude a la silla de canto para ser examinado. Afirma que su maestro
de canto fue un libro de Walther von der Vogelweide, minnesänger
histórico que Wagner utilizara como personaje para su "Tannhäuser"
años antes.
Es
rechazado, como vimos, gracias a la estratagema de Beckmesser.
Ya
en el segundo acto, le propone a Eva huir de Nuremberg y de toda
esa sociedad que impide su feliz unión. En el momento en que ambos
pasan delante de la puerta de Sachs, éste ilumina la calle con una
linterna, con lo que impide aquello que sería un rapto a los ojos
del pueblo. Los dos se esconden tras un arbusto. Al ver a Beckmesser
que viene a cantar su serenata, le falta poco para saltar del escondite
espada en mano.
Tras
la pelea, Sachs le mete en su casa y envía a la falsa Magdalene
a la suya.
Sachs
anima a Walther ya en el tercer acto a escribir una canción digna
de ganar el concurso, cuando éste le relata el bello sueño
que ha tenido la noche pasada. Con ella acude el día de San Juan
como testigo de que la canción no es de Sachs, como ha acusado Beckmesser.
Tras la primera estrofa comienza a improvisar, componiendo una canción
de tan enorme belleza que todo el pueblo queda maravillado e inmediatamente
es declarado Maestro y vencedor del concurso.
Como
decíamos, Walther rechaza la cadena de Maestro, siendo Sachs el
que le hará ver lo que significa el honor de ser uno de los protectores
del arte alemán. Finalmente Walther acepta, ganando con ello la
mano de su amada Eva.
Para
cantar Walther se requiere a un tenor lírico-spinto, si utilizamos
la denominación italiana para la tipología vocal. Su línea de canto
ha de ser impecable, requiriéndose una enorme musicalidad para afrontar
el dificilísimo papel.
La
duración del mismo es muy extensa, por lo que además requiere una
enorme resistencia, para llegar con suficiente potencia a la dura
prueba final que es el Preislied, la "Canción del premio".
Muchos tenores se quedan sin fiato tras la segunda estrofa,
arruinando el efecto final.
El
personaje tiene unas bellas intervenciones a lo largo de la obra,
como es el conocido "Am stillen Herd" en el primer acto,
donde relata quién le enseñó a cantar.
No
es este un papel para heldentenor tan típico en las obras
de Wagner. Un auténtico tenor heroico puede resultar demasiado altisonante
y sobreactuado. Este es el caso, por ejemplo, del gran Max Lorenz,
quien en 1943 encarnara al caballero en Bayreuth bajo la batuta
de Furtwängler.
Un
buen Lohengrin puede ser sin duda un buen Walther.
La
tesitura va desde el Do 2 al Si bemol 3, con un Do 4 optativo en
el segundo acto.
Ha
habido y hay, por fortuna, grandes servidores de este difícil rol,
algunos de los cuales pasamos a comentar.
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Fotografía
de estudio del gran tenor danés Helge Roswänge,
uno de los mejores Walther von Stolzing de la historia
|
Dos
tenores antiguos muy a tener en cuenta son Helge Roswänge
y Leo Slezak, el primero danés y el segundo austriaco. Ambos
han quedado en los anales como dos de los mejores tenores de todos
los tiempos. No conservamos testimonio discográfico completo de
ninguno de ellos, ya que sus carreras se desarrollaron antes de
que grabar representaciones extensas fuera posible.
Conservamos,
eso sí, fragmentos grabados en discos de 78 revoluciones por minuto,
que han sido posteriormente editadas en CD. Del primero poseemos
una grabación de la "Canción del premio" para Telefunken
de 1932, cuando tenía 35 años, en la que exhibe una forma vocal
espléndida. Del segundo tenemos un Preislied grabado en el
año 1928 en Berlín, donde Slezak, que ya contaba con 55 años, da
prueba de su valía como Walther.
De
Franz Völker conocemos algunos fragmentos grabados en
1928: un Preislied y un Am stillen Herd. Ambos testimonios fonográficos
nos dan pruebas más que suficientes de lo buen Walther que
fue Völker. No es de extrañar que lo sea, ya que además
fue el mejor Lohengrin de su tiempo, y tal vez de todos los tiempos.
Escuchar a Völker es siempre escuchar una lección de
buen canto. Por supuesto, recomiendo al lector que escuche su "Lohengrin"
completo de 1942 dirigido por el eficiente Robert Heger.
Así
mismo hay que tener presente a Torsten Ralf, un tenor casi
olvidado, que fue uno de los grandes Walther, Lohengrin y Parsifal
de su época. Le podemos escuchar en un tercer acto grabado con Karl
Böhm en 1939.
Podríamos
comentar algo de Lauritz Melchior, máxima expresión de lo
que significa heldentenor. Pero como ya hemos dicho, no es
este un papel para excesos. Del "Gran Danés" no conocemos
registro completo de la obra, pero sí algunos fragmentos grabados
en discos de pizarra y transferidos a disco compacto en los últimos
tiempos. Como Walther, Melchior aprobaría con creces la prueba de
los agudos y la resistencia física, pero tal vez resultara una voz
demasiado pesada. En escena lo cantó en muy pocas ocasiones, consciente
de que su voz era mucho más apropiada para Tristán o Siegfried.
Ya
en los años 50 encontramos unos cuantos tenores dignos de mención.
Primeramente
los dos poderosos aunque algo toscos Günther Treptow y Hans
Hopf.
El
primero poseía una voz de color oscuro, que se entubaba conforme
el tenor ascendía a la zona aguda del registro, haciendo un característico
y muy personal efecto de "bocina". Sin embargo era un
auténtico tenor wagneriano, capaz de enfrentarse con solvencia tanto
a Walther como a papeles más pesados como Tristán. Conocemos una
excelente grabación de estudio con él como el caballero francón:
la de Knappertsbusch del año 1950-51 para DECCA.
El
segundo también es un Walther muy a tener en cuenta. Su voz es casi
un misterio. Conocemos grabaciones en las que exhibe una potencia
vocal y una frescura increíbles. Este caso es el de su Siegfried
con Kempe en 1960, o su Kaiser en Die Frau Ohne Schatten
de Richard Strauss con Karl Böhm en 1955. Pero el caso de su Walther
es el contrario. Se muestra muy tosco, con la voz bastante fea y
poco brillante, aunque siempre poderosa. Es Walther en la grabación
de Hans Knappertsbusch de 1955 en Munich, que ya hemos comentado,
y que ya ha sido analizada en la sección "Discos".
En
esta misma época podemos mencionar a Rudolf Schock, si bien
no es, en mi opinión, todo lo que uno pueda esperar de un intérprete
que se enfrenta a Walther von Stolzing. Para escucharle hay que
acudir a la grabación de Kempe de estudio, nuevamente comentada
en "Discos".
Incluso
hay que señalar a Ludwig Suthaus, tenor favorito de Furtwängler,
aunque su voz sea sin duda demasiado pastosa para Walther. Ver la
sección "Discos" en el apartado referente a los "Maestros"
de Hermann Abendroth para más señas.
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Wolfgang
Windgassen caracterizado como Walther von Stolzing |
Por
supuesto no podemos olvidar al imprescindible Wolfgang Windgassen.
Su voz es atacada por muchos por su relativa fealdad y su timbre
"leñoso". Bien, personalmente no creo que sea así, y su
Walther me parece uno de los mejores logrados de la historia del
canto. Escuchemos los "Maestros" de Bayreuth de 1960 o
los de 1956. Desde luego en escena debió de ser impresionante.
Más
recientemente, ya en los 60, pudimos escuchar al húngaro Sandor
Konya, voz de enorme belleza y potencia más que suficiente.
Su Walther queda recogido en una difícil de encontrar grabación
de estudio con Rafael Kubelik, acompañado por Gundula Janowitz y
el regular Thomas Stewart.
Últimamente
sólo el gran Ben Heppner ha sabido igualar a los grandes
tenores de los que hemos hablado. Tiene dos grabaciones de estudio
ya, una con Solti y otra con Sawallisch, y prepara ya una tercera
con Christian Thielemann para Deutsche Grammophon. Si planea su
carrera con inteligencia, puede durar muchos años y darnos muchas
alegrías. ¡Qué suerte que estemos aquí para verle!
Y
con esto concluye el artículo de este mes. El mes que viene seguiremos
con este estudio añadiendo el resto de los personajes: Eva, Magdalene,
David y el resto de los Maestros, de quienes daremos algunas pinceladas.
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Reunión
de la corporación de Maestros cantores en el primer
acto, en la producción de Wieland Wagner de Bayreuth
en 1963
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(1)
Los datos de la tesitura de cada personaje están extraídos del libro
del profesor Ramón Regidor, "Tristán e Isolde, Maestros Cantores,
Parsifal", publicado por Real Musical, Madrid, 1982.
(2)
La versión española utilizada es la siguiente: "Los Maestros
Cantores de Nuremberg", Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas, 1999.
Edición privada.
(3) Ídem.
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