Parte
3ª: Eva, Magdalene, David y Kothner
Concluimos
finalmente el estudio que estábamos haciendo de los personajes en
"Los Maestros Cantores de Nuremberg" añadiendo a la lista
de los ya comentados a Eva, y a la pareja cómica formada por Magdalene
y David.
Eva,
ciertamente, no es un personaje tan enormemente interesante como
puede ser Sachs o Beckmesser. La principal característica de su
forma de actuar a lo largo de la obra es que se deja llevar por
las decisiones de los personajes masculinos. Sin embargo, no es
tan solo una "niña buena" que obedece en todo lo que se
le dice, sino que tiene una voluntad firme y resuelta, además de
una fina inteligencia y un cierto toque de picardía.
Su
mano es el premio que ha ofrecido su padre, el orfebre Pogner, al
ganador del concurso de canto que se celebrará el día de San Juan
en la pradera a las afueras de Nuremberg. Por supuesto, ella es
inconsciente del alcance que tiene la decisión de su padre: podrá
rechazar al ganador, pero nunca casarse con otro.
Al
principio de la obra la vemos intercambiando señas con Walther,
que ha llegado muy recientemente a Nuremberg, y que es además protegido
de su padre. En su diálogo con él, llega a una decisión sobre a
quién elegirá como esposo en el concurso:
"A
vos... o a ninguno."
Ya
en el segundo acto, se muestra incluso dispuesta a evitar la decisión
de los Maestros y huir desesperadamente con Walther de la ciudad.
Para ello cambia de vestidos con Magdalene y sitúa a ésta en la
ventana para ser el objeto de la serenata nocturna de Beckmesser.
Como ya es sabido, Sachs impide esta huida, "tira de los hilos
de la ilusión" y se organiza la pelea ya comentada en artículos
anteriores. En medio del revuelo, Sachs empuja a la "falsa
Magdalene" dentro de la casa de Pogner.
En
el tercer acto, entra en casa de Hans Sachs fingiendo que los zapatos
que le ha hecho el maestro para la ocasión no le están bien. Tras
un breve diálogo con el zapatero, aparece en la escalera la verdadera
razón de su visita: Walther von Stolzing vestido con sus mejores
galas, cantando la canción con la que ganará el ansiado premio.
Pero
en ese momento, Eva recapacita y se da cuenta de que por el amor
de Walther va a dejar de lado a ese otro hombre que la ama y que
la ha visto crecer. En unas encendidas palabras afirma lo siguiente:
"¡Sí,
maestro amado, regañadme!
Pero
yo estaba en la vía cierta:
pues,
si yo tuviera la elección,
sólo
a ti te eligiera para mí;
tú
fueras mi esposo,
sólo
a ti te ofreciera yo el premio"
Sachs,
como ya hemos comentado, renuncia a ella por no querer correr la
misma suerte que el Rey Marke.
Eva
es en este momento la protagonista absoluta, liderando el bellísimo
quinteto que cierra esta cuarta escena.
En
la pradera preside el concurso de canto, con los resultados ya sabidos,
concluyendo su intervención en la obra tras la Canción del Premio,
con la siguiente frase:
"¡Nadie
sabe pretender tan divino como tú!"
La
vocalidad requerida para afrontar el personaje de Eva es la de una
soprano lírica, con timbre brillante y claro que le otorguen cierta
juventud a la voz. El papel está escrito en una tesitura no demasiado
comprometida: Do 3 al Si 4, nota extrema que tan solo tiene que
alcanzar en una ocasión en su pasaje más largo en toda la obra,
en el tercer acto, "Oh, Sachs! Mein Freund!".
Es
un personaje que requiere, prácticamente, las mismas cualidades
que Elsa y Elisabeth (de Lohengrin y Tannhäuser, respectivamente),
principalmente una fluida línea de canto sin asperezas de ningún
tipo.
Sin
embargo, frente a las relativamente pocas exigencias estrictamente
vocales del papel, una soprano que cante Eva ha de poseer un gran
refinamiento y estilo. Debe saber dar al personaje la picardía necesaria
para hacerlo creíble.
Sus
intervenciones a lo largo del desarrollo de la obra no son demasiado
extensas, sin embargo el quinteto de la cuarta escena del tercer
acto es su más importante aportación, siendo la página más bella
dentro de toda la belleza que se despliega en "Los Maestros
Cantores". Finalmente tiene un momento sublime en la última
frase que pronuncia y que hemos comentado más arriba: ha de desarrollar
un etéreo trino sobre un Si 3.
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Elisabeth
Grümmer caracterizada como Eva |
Dentro
de las muchas intérpretes que han destacado como Eva, resaltaría
muy especialmente a la gran Elisabeth Grümmer, cuya voz cristalina
es capaz de conmover a las piedras. Descubrió relativamente tarde
su valía para el teatro lírico, en 1940, cuando ya contaba 29 años
y era feliz madre y esposa. Es curioso que su descubridor fuera
Herbert von Karajan, quien la había oído cantar en su casa después
de alguna fiesta. Debutó ese año como una de las muchachas-flor
solistas en Parsifal, comenzando a partir de entonces una
imparable carrera hacia la fama mundial.
Se
puede escuchar su incomparable Eva en dos grabaciones principales
de la obra: la de Kempe de 1956 (de estudio) y la del Festival de
Bayreuth de 1960 dirigida por Hans Knappertsbusch. En esta última,
el quinteto es el más maravilloso nunca registrado. Contaba la Grümmer
que Greindl (Sachs en aquella ocasión) rompió a llorar de emoción,
contagiando a los demás, que dieron lo mejor de sí mismos en ese
sublime momento.
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La
suiza Lisa della Casa, gran Eva con Knappertsbusch |
Otra
grandísima Eva fue Lisa della Casa, voz enormemente juvenil
y bella, paradigma de la soprano straussiana (enorme Arabella,
Mariscala, Chrysothemis, Ariadne). La podemos escuchar en dos magníficas
interpretaciones grabadas en vivo en 1952 y 1955 (Bayreuth y Munich,
respectivamente), dirigidas por Knappertsbusch.
De
Hilde Güden tenemos una grabación en estudio para Decca de
1950, dirigida, una vez más, por Kna. De la gran mozartiana
que fue Irmgard Seefried tenemos un registro radiofónico
de 1944 a cargo de Karl Böhm, aunque entonces estuviera bastante
"verde", vocalmente hablando.
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Eleanor
Steber y
Elisabeth Rethberg, grandes divas del Met |
De
un pasado inmediatamente anterior al tiempo de las anteriores, recordamos
a un puñado de verdaderas especialistas: Maria Jeritza (la
gran diva straussiana, que estrenó papeles como la Ariadne),
Tiana Lemnitz, Elisabeth Rethberg, Eleanor Steber,
Maria Reining (de quien conservamos unos deteriorados "Maestros"
con Toscanini en el Festival de Salzburgo de 1937) y Maria Müller.
Del
presente podemos nombrar a Karita Mattila, si bien no posee
la voz idónea (que no la presencia física, que es apabullante) y
a Eva Johansson. De la primera tenemos los últimos "Maestros"
de Sir Georg Solti grabados por Decca en 1995. De la segunda tenemos
un vídeo (editado recientemente en soporte DVD) carente de todo
interés si no es por la Johansson: dirige Rafael Frühbeck de Burgos...
con eso les digo todo (los aficionados de Madrid le llevamos sufriendo
en silencio muchos años como director emérito de la Orquesta Nacional
de España).
Ya
sólo nos queda hablar brevemente de la pareja cómica formada por
la doncella entrada en años, Magdalene, y su joven y amante aprendiz,
David.
Incluir
una pareja de estas características es todo un acierto dramático.
Contraponen su amor cotidiano y desenfadado al amor trascendente
entre Eva y Walther, la pareja de héroes protagonistas.
Entre
ambos hay una diferencia de edad de unos diez o quince años, pero
Magdalene no es vieja tampoco: rondará los treinta y tantos.
Magdalene
es el ama a cargo de Eva en casa de Pogner. Cuida de la niña y de
su querido David, a quien tiene seducido prácticamente por el estómago.
David
es el aprendiz de Hans Sachs y vive en su taller aprendiendo el
oficio de zapatero y de maestro cantor. En el tercer acto, Sachs
le nombrará oficial, propinándole el tradicional cachete en la mejilla.
Vocalmente
el papel de Magdalene no es nada complicado. Requiere una mezzosoprano
no excesivamente oscura, o una soprano con un centro ancho. Tiene
por fuerza que tener un timbre que se distinga bien del de Eva,
para no caer en la monotonía o la confusión. La tesitura abarca
desde el Do 3 al La 4, nota que se tiene que hacer oír por encima
del tumulto de la pelea del segundo acto.
Si
bien los requerimientos vocales no son muy estrictos, una buena
Magdalene tiene que ser dotada de encanto, de chispeante vivacidad,
de gracia.
Fueron
buenas intérpretes del personaje grandes mezzosopranos wagnerianas
como Kerstin Thorborg (por ejemplo, en los "Maestros"
de Toscanini ya comentados) o Margarete Klose.
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Margarete
Klose, contralto alemana de los años cuarenta y cincuenta |
Otras
intérpretes relevantes fueron Hertha Töpper, Elisabeth
Schärtel, Brigitte Fassbänder o la mismísima Christa
Ludwig. Últimamente hemos oído a Brigitta Svendén.
La
parte de David es la de un tenor lírico puro, en la línea de los
tenores mozartianos (Tamino, Belmonte, Ottavio). La tesitura abarca
desde el Do 2 al Si 3, y debe moverse muy bien por la zona alta
del registro, alcanzando con mucha facilidad el La 3. Su relato
de los tonos utilizados por los maestros requiere además una gran
maestría canora, controlando los trinos y la coloratura.
Como
en el caso de Magdalene, el personaje sólo puede hacerse creíble
si se le dota de vida y personalidad.
Grandes
traductores de David fueron Gerhard Unger, Gerhard Stolze
y Paul Kuën, todos ellos grandes cantantes-actores. Este
último, Kuën, tenía una enorme potencia vocal. Hay una divertida
anécdota sobre una función dirigida por Kna: habían contratado
a un Walther bastante endeble, y el gran director impuso a Günther
Treptow, porque decía que si no, Paul Kuën taparía irremisiblemente
a Walther.
En
la línea de canto puro encontramos a Antón Dermota, ese magnífico
mozartiano, que hizo una verdadera recreación del personaje. Le
encontramos en la versión de estudio de Knappertsbusch en Decca
de 1950.
Otro
gran David fue Peter Schreier. Escúchese la grabación para
EMI de Herbert von Karajan.
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Fotografía
de los decorados para las funciones del Festival de Bayreuth
de 1951 creados por Rudolf Hartmann |
Nos
faltaría tan sólo hablar brevemente del resto de la corporación
de maestros. Es un conjunto homogéneo de tenores y bajos, entre
los que destaca Kothner, el panadero, secretario de la corporación.
Tan sólo merece mencionar de pasada su bella intervención al exponer
las Leges Tabulaturae en el primer acto. Para recordar es
el Kothner de Ludwig Weber, que cantó en Bayreuth en 1960.
El
último papel que reseñaremos es el del Sereno, un bajo o un barítono
que tiene dos brevísimas aunque muy bellas intervenciones en el
segundo acto. De lujo fueron los serenos de Hermann Prey
("Maestros" de Kempe de 1956) o René Pape ("Maestros"
de Sawallisch).
Bien,
con esto concluye el estudio que venimos haciendo de los distintos
personajes que intervienen en "Los Maestros Cantores de Nuremberg"
y que nos ha ocupado unos dilatados tres meses.
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