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Parsifal - Teatro Real |
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Hola, Tal y como he señalado a Carlos (Wotan1957), podríamos establecer en esta conversación todas nuestras opiniones sobre lo que vayamos viendo del Parsifal que estos días tiene lugar en Madrid. Carlos fue el día 3, así que ya le he pedido que cuente un poco su impresión. Yo iré el lunes que viene, 12, y ya os contaré. De momento, voy a intentar "pegar" en los proximos emilios sucesivas críticas que he podido recoger en los periodicos de internet. Son de fácil acceso, pero así ya las tenemos y podemos a su vez "subcriticarlas". Bueno, a priori, no tiene mala pinta la cosa, pero ya lo iremos viendo todos. Saludos, NICO |
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«Pársifal» en el Teatro Real, la purga de lo superfluo Por Alberto GONZÁLEZ LAPUENTE Título: «Pársifal», . Wagner. Int.:F. Grundheber (Amfortas), A. Korn (Titurel), M. Salminen (Gurnemanz), P. Domingo (Pársifal), H. Welker (Klingsor), A. Baltsa (Kundry). Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro de niños de la Comunidad de Madrid. Dir. musical: García Navarro. Dir. escena: K. M. Grüber. Esc.: G. Aillaud. Ilum.: V. y K. Lindenberg. Coproducción del Teatro Real y la Royal Opera House. Teatro Real. Fecha: 3 de marzo. Ha vuelto «Pársifal» a Madrid desde su última puesta en escena en 1921. Puede sonar extraño tan largo olvido pero tras él está el largo período de cierre del coliseo madrileño. En cualquier caso, el dato no deja de ser una anécdota como tantas otras relacionadas con el mundo de la ópera, en el que la estadística lo vincula a su esencia teatral y a la grandeza del espectáculo. También sería una curiosidad sin mayor importancia las casi 150 representaciones de esta obra que dice llevar a espaldas Matti Salminen si no fuera porque tras ellas se encierra un poso de conocimiento y sabiduría wagneriana que ayer apabulló en el Teatro Real. Su voz robusta, el canto casi lineal, sacerdotal e inquietante del cantante finlandés lo convirtieron en el gran triunfador de una noche en la que «Pársifal» encontró una no menos exquisita explicación en el trabajo del escenógrafo Klaus Michael Grüber. Con el apoyo del escenógrafo Gilles Aillaud, Grüber, ausente en los saludos finales, ha transformado la escena en la visión panorámica de un bosque que quiere ser infinito más allá del corte del manto con el que se achata la embocadura forzando la horizontalidad hacia una continuidad afín al tiempo prolongado. En ella, el hieratismo de Gurne-manz/Salminen incrementa la tensión dominando el espacio y a cuantos le rodean. Quedan como cosa menor los escuderos que le acompañan, como una piltrafa en el suelo el «animal salvaje» de Kundry, parece algo cómico el aspirante a héroe, Parsifal, cubierto por una «gasa» verdosa, y gesticulante más allá del cuadro estático que se contempla. Gurnemanz impone el mensaje pero no acobarda a su rey, Amfortas, de quien Franz Grundheber hace una defensa valiente y dolorosa mientras soporta un brazo rodante que más allá de la frialdad mecánica invoca al fallido empeño humano cuyo esfuerzo creador representan sus hombres armados y motorizados. No es menos digno el trabajo de iluminación de Vera y Konrad Lindeberg capaces de crear una impresión contemplativa y una penumbra «sagrada» allí donde la imagen del «último ágape del amor» se convierte en la evocación de la «Santa cena»; donde el ambiente se idealiza con el diálogo espacial entre el robusto coro de la escena y las voces desde lo alto (megafonía) refinándose técnicamente hasta provocar un efecto evanescente. Incluso cuando la luz descubre la visión del castillo de Klingsor, trasunto de una posible Atlantia imaginaria, ciudad sumergida cuya belleza sublime se realza por la luz azulada y el color fosforescente que da al lugar una ilusión de vida. Y es que el maligno Klingsor de Hartmut Welker completa el mejor trío de un reparto, tal vez cuarteto si incorporamos el correcto Titurel de Artur Korn, cuya materialidad llega de la mano de Agnes Baltsa y Plácido Domingo empeñados en dar consistencia al hechizo y la seducción, en hacer tangible con su esfuerzo vocal lo misterioso. De ahí que el dúo del segundo acto sirva al momento más obvio de la representación tras el jugueteo ingenuo y poco seductor de Parsifal con unas muchachas flor más creíbles por su disposición en el jardín, que mágicamente y sorprendentemente se ha descubierto desde el interior del castillo, que por la exquisitez de su canto. A unos y otros, se les cuida desde el foso, pues se ve en García Navarro una pretensión de servicio a la escena y un elaborado trabajo de narración musical. También a la Orquesta Sinfónica de Madrid cuidadosa para no trascender a las voces y ejemplo de trabajo meticuloso. Pero aún la acusada perspectiva del tercer acto permite una vuelta a la infinitud, a la pradera por donde Pársifal se pasea como desconcertado. Es allí donde Domingo saca su timbre más heroico y brillante, donde aparece el cadáver de Titurel trasladado en levitación esperando que un telón separe al «rey» Pársifal de su mundo, le deje solo y parezca transportarle a un cielo imaginario. El éxtasis orquestal final, el epílogo que García Navarro dirige con buena retórica y tensión, llevaron a la evocación final renovando la tensa quietud del espectáculo. Algo cercano a esa «belleza como purga de lo superfluo» que pretendió Miguel Ángel |
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En este caso hay dos partes, una en el diario y otra en cultura El Mundo: http://www.el-mundo.es/elmundo/2001/03/04/cultura/983695379.html Lunes, 05 de Marzo de 2001 Actualizado a las 07:27 OPERA El Teatro Real recibe con 15 minutos de aplausos a ’Parsifal’ La última obra de Richard Wagner regresa al coliseo madrileño después de 80 años MADRID.- Con 15 minutos de aplausos acogió el público del Teatro Real el nuevo montaje de ?Parsifal?, de Wagner, que el sábado, después de 80 años, regresaba al coliseo madrileño con un reparto de lujo encabezado por Plácido Domingo, en una coproducción con el Convent Garden de Londres. El tenor madrileño y el bajo Matti Salminen, que compartieron escenario con el barítono Franz Grundheber y la mezzosoprano Agnes Baltsa, recibieron las mayores ovaciones en una noche en la que el público del Real, generalmente reservado hacia los artistas, se puso en pie durante casi un cuarto de hora y lanzó flores a los cantantes. Una sobria escenografía minimalista de Gilles Aillaud ambientó este montaje de la que fuera última obra de Richard Wagner, que contó con la dirección artística de Klaus Michael Grüber y la musical del maestro García Navarro, que dirigió a la Orquesta Sinfónica de Madrid en esta ópera de más de cinco horas de duración. Un caballero predestinado Plácido Domingo, que hace unos días, durante la presentación del montaje en Madrid, definió este título como «una de las obras de más importancia del repertorio operístico», da vida a ?Parsifal?, un caballero que descubre su predestinación a ser el redentor de la Orden del Santo Grial y a recuperar una lanza sagrada que ha caído en manos de un tiránico mago. El tenor se enfrenta así a un personaje con «grandes dificultades dramáticas, que entra en escena como un joven salvaje e inocente, que con el tiempo descubre la belleza, y finalmente alcanza la madurez cuando una enigmática mujer, Kundry, le revela los secretos de la muerte de su madre», ha explicado. La minimalista escenografía de Aillaud condiciona la interpretación de los cantantes, puesto que, según Domingo, «hace que nuestra responsabilidad como artistas sea mayor, ya que da menos importancia a la expresión corporal y más a la vocal», lo que hace que los cantantes sean «una parte más de la orquesta». El Coro y la Orquesta Sinfónica de Madrid, y el Coro de Niños de la Comunidad de Madrid, completan el elenco de artistas que desde hoy hasta el 15 de marzo representarán este título, con el que el Teatro Real quería abrir sus puertas tras su remodelación hace cuatro años, aunque finalmente el proyecto no prosperó. «Desafío» para un barítono Domingo, que interpretó por primera vez este personaje en 1990, destacó la dificultad interpretativa de esta ópera, complejidad que reconocieron también el resto de cantantes, como la mezzosoprano Agnes Baltsa, que por primera vez se atreve a abordar el papel de Kundry, a pesar de que desde hace años varios directores se lo han ofrecido, el primero de ellos el maestro Karajan. También para el alemán Franz Grundheber representar en la ópera wagneriana a Amfortas supone «un auténtico desafío para un barítono, pero también de tipo emocional, ya que te involucras mucho en el personaje que interpretas». El bajo Matti Salminen, que recibió una gran ovación por parte del público al acabar el espectáculo, tuvo su «primer encuentro con ?Parsifal? en 1976, y desde entonces la ha interpretado en 150 ocasiones. La larga duración de esta obra, que se representará siete días en el Teatro Real, ha obligado a que haya un doble reparto para relevar a las voces principales. Este ?Parsifal? es el segundo al que Plácido Domingo se enfrenta en menos de dos meses, ya que acaba de representar este mismo papel en la Opera de la Bastilla de París, y volverá a interpretarlo, el próximo mes de abril, en el Metropolitan de Nueva York. ************************************************ http://www.el-mundo.es/2001/03/05/cultura/963574.html Opera] PARSIFAL El cáliz en la cripta ALVARO DEL AMO Libreto y música: Richard Wagner./Director musical: García Navarro./Reparto: Franz Grundheber, Artur Korn, Matti Salminen, Plácido Domingo y Agnes Baltsa. Coro y orquesta sinfónica de Madrid./Escenario: Teatro Real./Fecha: 3 de marzo. MADRID.- Richard Wagner reunió en Parsifal las recomendaciones de un testamento y un resumen de su magna obra anterior. Deja abierto el futuro de la ópera, que ya nunca sería igual tras la revolución emprendida por él, y regresa a su rico, complicado y algo abstruso mundo mítico. Aquí las referencias y conexiones son infinitas. Religión y leyendas, psicología y moral, aventura y sermones, se entremezclan alrededor de una peripecia reconocible: la curación de un enfermo. Emprender el rescate de esta dificultosa obra maestra tiene mucho de prueba de fuego para quienes con ella se atrevan. Por sus exigencias musicales y vocales, por lo peliagudo que resulta imaginar hoy una puesta en escena que haga visible la fábula sin caer en las trampas de su imaginería. Grüber es un excelente director teatral; su estilo ha sabido extraer de imágenes sobrias una particular intensidad. En este caso no puede decirse que haya acertado. Renuncia a las muchas sugerencias plásticas que la ópera esconde para presentar a sus criaturas en una neutralidad prácticamente inmóvil que apunta directamente a la impavidez del oratorio. La consecuencia del despojamiento es la pobreza y la opacidad. Los intérpretes, todos muy sabios y experimentados, deben dar vida a los personajes basándose en su mera presencia, poco potenciada teatralmente, y en su voz, que sí brota con la desnudez propia de un concierto. Matti Salminen, ataviado con un mandilón en la tradición de los sobretodos wagnerianos, es un Gurnemanz solemne que desgrana sus largas peroratas como el impávido pastor de una figura de belén. Franz Grundheber, que aparece empujando una terrible prótesis en forma de muleta con rueda, transmite el minucioso goteo del dolor de Amfortas. El moribundo Titurel (Artur Korn) y el malvado Klingsor (Hartmut Welker) que aparecen respectivamente como una variante del Comendador y como un jubilado en bata, hacen creíbles su agonía y su maldad. Agnes Baltsa dispone para representar a la criatura más inescrutable de la historia, Kundri (la hechicera y esclava, seductora y niña salvaje), de un severo traje de institutriz que su talento logra que no nos distraiga de lo que ella significa; su presencia, menuda y contundente, va comunicando las transiciones que sufre la apasionante mujer, uno de los grandes papeles femeninos de la historia de la ópera. Plácido Domingo, con atuendo de cazador y provisto luego de negra armadura, es un Parsifal verosímil en su primer estupor y muy cálido cuando el joven puro empieza a comprender la línea de su destino. Si sobre la aridez escénica triunfaron los cantantes, los vencedores de la prueba de fuego fueron sin duda García Navarro, su orquesta y los coros. Tal vez la batuta no extrajo hasta la última gota el zumo de la transida música, pero manejó con pulso firme y controlado a una orquesta entregada y a unos coros muy seguros, así como a unas delicadas muchachas en flor, obligadas a manifestar su sensualidad tumbadas en el suelo. El escollo de la obra dificilísima, supuestamente inasequible, había sido superado con éxito. El público disciplinado y respetuoso premió a todos (el director de escena no salió a saludar), con generosidad, celebrando también junto a un disfrutable Parsifal la victoria de la normalidad que su teatro alcanzaba. |
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http://www.elpais.es/articulo.html?d_date=20010305&xref=20010305elpepiesp_1&type=Tes&anchor=elpepiespLunes, 5 de marzo de 2001 ÓPERA De búsquedas y encantamientos PARSIFAL Festival escénico sacro en tres actos de Richard Wagner. Director musical: García Navarro. Director de escena: Klaus Michael Grüber. Escenógrafo: Gilles Aillaud. Figurinista: Moidele Bickel. Iluminación: Vera y Konrad Linderberg. Con Franz Grundheber (Amfortas), Artur Korn (Titurel), Matti Salminen (Gurnemanz), Plácido Domingo (Parsifal), Hartmut Welker (Klingsor), Agnes Baltsa (Kundry). Orquesta y Coro de la Sinfónica de Madrid. Coproducción con el Covent Garden, basada en el montaje original de la Nederlandse Opera de Amsterdam. Teatro Real, Madrid, 3 de marzo. J. A. VELA DEL CAMPO | Madrid En su Diccionario de símbolos, Juan Eduardo Cirlot afirma que ’el Graal significa simultáneamente un vaso (grasale) y un libro (gradale). En cuanto a su búsqueda, concierne, en términos generales, a la busca del tesoro perdido. El Graal es, sobre todo, un símbolo del centro (motor inmóvil, de Aristóteles; medio invariable, de la tradición extremooriental’. El Graal, el Santo Grial, y su tratamiento wagneriano: delicada cuestión. Por los simbolismos acumulados, por la trascendencia espiritual, por la puerta abierta a las ideologías. El director de escena Klaus Michael Grüber prescinde de retóricas y se acerca a Parsifal desde la sencillez. No hay interpretaciones filosóficas, políticas o psicoanalíticas. El respeto a las raíces literarias de la leyenda es meticuloso. Las armaduras y su asociación medieval, los bosques de árboles que se desplazan como en Macbeth, la última cena a lo Leonardo con una evocadora luz lateral que subraya los rostros y sus sombras, el jardín mágico invadido de colores vivos e ingenuos a lo Klee o a lo Miró. El sentido plástico de un pintor como Gilles Aillaud es determinante en el equilibrio entre tradición y persistencia actual. Grüber lo sabe y a partir de ahí refuerza el carácter teatral de los personajes, su factor humano: el lado shakesperiano de Amfortas, la importancia para sostener el peso narrativo de Gurnemanz. La extraordinaria iluminación enfatiza los valores expresivos. En la búsqueda del Absoluto wagneriano, el misticismo es únicamente un aspecto. También el Real buscó, a su manera, su Absoluto en esta cita cargada de heridas conflictivas y memoria del deseo (con Parsifal pensaba Lissner inaugurar el teatro, qué atrevimiento; realizado como ahora, qué lucidez). Esta vez el Real puso la lanza milagrosa donde debía y ofreció un espectáculo a la altura de las circunstancias: maduro, compacto, hermoso, sugerente, bello. Matti Salminen, triunfador absoluto de la noche en términos individuales, desplegó de principio a fin una lección de canto magistral como Gurnemanz. Su fraseo, su intensidad fueron estremecedores. Plácido Domingo volvió a exhibir nobleza, elegancia y sentido melódico instintivo, con la frescura de un registro central de privilegio. Franz Grundheber sacó a la luz la componente trágica del personaje de Amfortas a base de una línea de canto matizada y teatral. Con recursos más limitados se desenvolvió Agnes Baltsa como Kundry. Hierática, distante y a veces no del todo segura en la definición de la emisión, Baltsa dejó, no obstante, algunas frases muy incisivas que dejan constancia de su clase. El segundo acto supuso, en cualquier caso, un descenso en la temperatura vocal y en el clima unitario de la representación, a pesar de la mantenida tensión orquestal desde el foso. La Sinfónica de Madrid, y su director, García Navarro, obtuvieron, al fin, ese éxito redondo que por unas u otras razones se les resistía. La lectura del maestro valenciano fue líricamente encendida, poderosa, contrastada, brillante y esencialmente dramática. Frente al carácter ceremonioso u oficiante con que muchas veces se aborda esta obra, con unas líneas de continuidad en el fraseo que llevan a una especie de suspensión, García Navarro optó por una versión de fuego atendiendo a criterios preferentemente teatrales, con una dinámica extensa y unos subrayados de percusión que rozaban la agresividad. La orquesta respondió a este planteamiento conceptual -todo lo discutible que se quiera, pero enormemente directo y efectivo- con una pulcritud admirable. Asimismo, el coro dio un salto cualitativo hacia delante, para que la fiesta sacra no se enturbiase. Las sonoridades, a lo Bayreuth, del final del primer acto contribuyeron lo suyo al clima de encantamiento espacial. El clima de encantamiento fue, en efecto, el recurso del Real ante su apuesta más complicada. Raro teatro, capaz de estrellarse en lo aparentemente más sencillo y salir airoso en lo aparentemente más complicado. Y ante el encantamiento sucumbió totalmente el público del estreno, que vivió extasiado las cinco horas y media como si el tiempo se hubiese detenido. No se oyó una mosca y nadie se movió al hilo de una belleza contagiosa y envolvente. Wagner, al menos en Madrid, se ha instalado ya en el siglo XXI. |
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Hola, Pues si el sábado fué el gran dia y pude acudir al estreno de Parsifal. La entrada que pude conseguir por telefono, despues de más de una hora de pacientes intentos por conseguir linea, no era muy buena y una tercera parte del escenario, a la derecha, no era bien visible. Era la primera vez que veía Parsifal, así que no voy a poder comparar con otras representaciones como probablemente sí que harán otros foreros. Para mí hubo un nombre con mayúscula y este no fué otro que Matti Salminen! Creo que estuvo soberbio, especialmente en algunas escenas del tercer acto, en las que consiguió ponerme la piel de gallina... En mi modesta opinión, yo soy un defensor de Placido Domingo, y también me gustó y creo que fué más que correcta la interpretación que hizo. Supongo que iba predispuesto contra Agnes Baltsa, pero la verdad es que no me emocionó y la encontré más bien justita. Quizás no diría aquello de "...dando voces por el escenario" pero... Garcia Navarro, pues un poco de lo mismo. Cuando llegué a casa, claro está, iba con el "mono" y me puse el Parsifal que tengo, que es el de Barenboim, con S. Jerusalem, W. Meier, Van Dam, Matthias Hölle,... y francamente había una diferencia... En cuanto a la puesta en escena, ya he comentado que no he visto otras representaciones, fué bastante simple aunque hubo algunos efectos de luz que me gustaron. Al final del segundo acto, se empezaron a escuchar los primeros bravos, y P. Domingo y A. Baltsa salieron a saludar. Al finalizar la obra, hubo más bravos y la gran ovación y los mayores bravos se los llevó, como no, M. Salminen. P. Domingo también fué aplaudido con entusiasmo, recibiendo varias flores lanzadas desde los palcos. He leido que el aplauso final duró unos 15 minutos. Es verdad, aunque lamenté que parecía que una parte importante del público de platea había abandonado ya su localidad. Un saludo, Carlos |
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Hola a todos, me ha parecido buena la idea de Nico de "pegar" las críticas, así que pongo a continuación la aparecida hoy en el diario "La Razón". Saludos, Carlos El Real aprueba con éxito su más difícil asignatura Plácido Domingo y el maestro García Navarro marcan con «Parsifal», de Wagner, un hito para el coliseo madrileño «Parsifal» De R. Wagner. Con P. Domingo, A. Baltsa, M. Salminen, F. Grundheber, A. Korn, H. Welker. Director musical: García Navarro. Director de escena: K. M. Grûber. Teatro Real. Madrid, 3-III-2001. Plácido Domingo, Matti Salminen y Agnes Baltsa, junto al resto de los intérpretes, han puesto el listón muy alto Rafael BANÚS .- Casi quince minutos de aplausos, con una buena parte del público puesto en pie, premió el estreno del esperadísimo «Parsifal». Ha habido que aguardar hasta la cuarta temporada del Real para presenciar el festival escénico sacro de Wagner, pero ha merecido la pena. El teatro se jugaba mucho en esta carta (era, como es sabido, el título inicialmente escogido para su reapertura, y el primer Wagner tras el «Tristán» de Barenboim). Lissner quería traer a Maazel y su Orquesta de la Radio Bávara. García Navarro ha querido demostrar que podía hacerse con nuestros conjuntos. Y éste ha sido el primer acierto de la producción. Posiblemente, nunca la Sinfónica de Madrid se ha entregado tan a fondo en un cometido operístico. El maestro valenciano ha contado con unas magníficas cuerdas, con esas sonoridades tan típicamente «parsifalianas», y unos metales correctos pero que (a excepción de las trompas, excelentes) podían haber alcanzado un punto más de refinamiento. Impresionante dramatismo Los tiempos fueron ajustados y si en algún momento la tensión decayó un tanto (cosa lógica, teniendo en cuenta las más de cinco horas de duración del espectáculo), hubo a cambio otros magníficos, como el preludio del tercer acto o la transición a la última escena, ambos de un impresionante dramatismo. El Coro de la Sinfónica ha trabajado intensamente (al igual que todos los integrantes en esta producción) y especialmente las voces masculinas estuvieron muy entonadas en sus dos grandes y comprometidas intervenciones como caballeros del Grial. Tener un buen Gurnemanz es tener ya medio «Parsifal», y en este momento nadie puede hacer sombra a Matti Salminen. El gigante (en todos los aspectos) bajo finlandés dio toda una lección de declamación wagneriana, imprimiendo nobleza y dulzura a un personaje que en otros casos puede resultar monolítico. Haberlo cantado más de 150 veces no implica en él rutina sino conocimiento del mismo hasta límites insospechados. Contar con Plácido Domingo era obligado en un título tan decisivo para el teatro. El tenor madrileño, que acaba de cumplir 60 años, se presentó en imponente forma, con agudos plenos y una voz sorprendentemente fresca. Es cierto que en alguna frase se va hacia Verdi o Puccini, pero hay que reconocer sin reservas que desde hace muchas décadas no ha habido otro tenor wagneriano de tal belleza vocal y generosidad expresiva, además de ser capaz de expresar tanto lirismo como el destilado en la escena de los encantos del Viernes Santo. El Real se ha permitido incluso el reto de la primera Kundry de Agnes Baltsa. La mezzo griega empleó toda su capacidad de magnetismo y sorteó con dotes de cantante consumada muchos de los escollos de la compleja tesitura, si bien en algunos momentos el timbre sonó algo mate y, en general, tendió a hacer una Kundry más bien introspectiva antes que seductora. Franz Grundheber fue un Amfortas vocalmente algo débil frente a su prestación salzburguesa de hace tres veranos, pero estuvo inmenso en lo expresivo. Su aparición del último acto, con su corona y ese artefacto con ruedas en el que apoyaba su brazo, hizo de él un rey patético. Muy apropiados el Klingsor de Hartmut Welker y el Titurel de Artur Korn, e impecables todos los pequeños papeles defendidos por intérpretes españoles, con mención especial a las seis muchachas-flor (encabezadas por la etérea voz de Olatz Saitúa y defendidas por Elena de la Merced, María José Martos, María Rey-Joly, Itxaro Mentxaka y Mireia Pintó). La producción de Klaus Michael Grûber (coproducida por el Real y el Covent Garden, y basada a su vez en la presentada en Amsterdam, Florencia y el Châtelet) es de una extremada austeridad. Algunos elementos de una gran ingenuidad lo acercan a los antiguos misterios medievales en los actos primero y tercero, mientras que el segundo nos presenta el reino encantado de Klingsor en un jardín surrealista. Es una puesta en escena de una modernidad nada agresiva, que no perjudica en absoluto a la audición y que elimina cualquier retórica gracias a una dirección de actores muy elaborada y a la vez natural. Ello no le impide contar con algunas escenas de enorme teatralidad, como la aparición de la gran mesa ritual en el primer acto o la entrada de las armaduras a modo de inquietantes fantasmas en el último. El final es de una extrema elegancia, con el protagonista empuñando la lanza y con la serenidad de haber cumplido su misión, mientras Kundry, Amfortas y Gurnemanz, tras un telón de gasa, se arrodillan para rezar. Salimos de la sala con la sensación de haber asistido a una representación de ópera en cualquier escenario de prestigio del mundo. Sólo que se había conseguido en el Teatro Real. Ahora, una vez alcanzado este listón, es necesario e imprescindible mantenerlo. |
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Pese a mi natural escepticismo, he de reconocer que ayer (día 6 de Marzo) presencié un milagro en el Teatro Real. Acudí ilusionado a la segunda representación de ’Parsifal’ de las siete programadas, y cuento los días que faltan hasta la función del próximo domingo, la segunda y última (de momento) que voy a ver. Iré al grano. La dirección de García Navarro fue magnífica. Dio la impresión de conocer bien la obra y amarla. Su versión fue de gran coherencia, con ’tempi’ perfectamente adecuados y momentos de auténtica inspiración. Las dinámicas fueron extremas, pero sin llegar a atronar en los ’fortes’. La contundencia de los timbales en algunos momentos fue un detalle muy personal que acepto porque se hizo con convicción y no quedó mal. Obtuvo García Navarro un altísimo rendimiento de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Se oyeron muchas cosas bien hechas en el foso. Destacaría algunos ’pianissimi’ de contrabajos o timbales. Matti Salminen fue un Gurnemanz inconmensurable, en la estela de los Weber, Hotter o Moll. Espléndido de voz, con un timbre muy cálido, Salminen roba la escena. Un artista de pies a cabeza. En el Tercer Acto estuvo si cabe mejor que en el Primero. Me llevé una gratísima sorpresa con el Amfortas de Franz Grundheber. Le tenía (le he visto varias veces en vivo) por un cantante de voz fea, tosco, poco matizado. Ayer compuso un Amfortas impecablemente cantado, con ’legato’, muy expresivo sin caer en excesos. En el Primer Acto, durante la escena del Grial, me puso la carne de gallina. Agnes Baltsa estuvo bastante floja como Kundry, aunque no llega a hundir el Segundo Acto. Sólo tuvo una frase buena: "Ich sah -ihn-ihn-und-lachte-da traf mich sein Blick." Pasó muchos apuros, con momentos en los que tuvo que abrir la voz, rozando, sobrepasando incluso el grito. Plácido Domingo estuvo espléndido como Parsifal, completamente entregado, pletórico (¡a sus 60 años!), con frases magníficas: "Amfortas! Die Wunde! Die Wunde!", "Wie büb ich Sünder meine Schuld?", "Weiche von mir! Ewig-ewig-von mir!". ¿Qué la voz de Domingo nos suena más ’italiana’ que ’alemana’? De acuerdo. Creo que la psicología no es del todo ajena a este hecho: le asociamos con otro tipo de papeles. Vocalmente me convenció su Parsifal, mucho más que su Siegmund. Discreto el Klingsor de Harmut Welker, que comenzó bien, con unos graves imponentes, pero que luego exhibió un feísimo vibrato. Bien cantado el Titurel de Artur Korn, aunque la voz me pareció pequeña. Posiblemente esto se deba a que cantaba dentro de una armadura, con la celada echada sobre la cara (aunque la boca quedaba descubierta). Discretos todos los demás. Pobre el Coro, sin empaste. Durante la escena del Grial del Primer Acto se podían distinguir una por una todas las voces: el tercero de la izquierda tiene catarro; el quinto de la derecha se ahoga... La puesta en escena fue otra cosa; no estuvo a la altura de las partes musical y vocal. Algún crítico la ha calificado en la prensa de ’minimalista’. Minimalismo cerebral, diría yo. En el Primer Acto, la caótica columnata (que luego se ordena durante la Escena de la Transformación, ¿verdad que no se os había ocurrido?) parecía el basamento de un puente o embarcadero, de esos que invitan al baño a los imprudentes bañistas de ’Los vigilantes de la playa’. Aun así, funcionó razonablemente, no estorbó. El pobre Amfortas llevaba el brazo derecho embutido en una rígida funda que llegaba hasta el suelo y terminaba en una rueda hexagonal. ¿Las parihuelas de Amfortas? ¿el taca-taca de Amfortas? Para la escena del Grial, una larguísima mesa (ocupaba todo el ancho del escenario), que parecía dispuesta para una de esas comidas multitudinarias de SOS-Aldeas Infantiles. Es posible que el Grial fuera DE PIEDRA; desde donde yo estaba, me pareció que era UNA PIEDRA, que no es lo mismo. El decorado del Segundo Acto no me desagradó al principio, a excepción de un enorme tiburón disecado colgado del techo, que se contaba entre el ’instrumental de nigromante’ de un Klingsor devenido en Comandante Cousteau retirado. Completaban la escena un conjunto de objetos de colores cuya simbología o utilidad se me escapa, pero que no quedaban del todo mal, bien iluminados como estaban. En la escena de las muchachas flor, una treintena de chicas tiradas por los suelos realizaron un simulacro de ejercicio de natación (de)sincronizada, mientras Parsifal se movía entre ellas haciendo verdaderos esfuerzos por no pisarlas y darse un porrazo. El dúo fue espantoso (además o aparte de la Baltsa). Kundry entra en escena por la boca del escenario (en vez de por detrás), dando la espalda a Parsifal y a las Muchachas Flor, pues canta de cara al público. Y así, completamente ajena a todo lo que está pasando, sin mirar un instante a alguien que no sea a ¿García Navarro? ¿el público? La Baltsa despacha a las Muchachas Flor y ¿seduce? (¿sabrá el director de escena lo que es eso?) a Parsifal mientras mira al tendido. Después del castísimo beso, una de esas tonterías que hacen los cantantes (no sé de quien es la culpa, si de ellos o del director de escena): Domingo se pone de rodillas y dice lo de "Amfortas! Die Wunde!", para ponerse inmediatamente en pie, pues es bastante incómodo cantar de rodillas. ¿Y para qué demonios se arrodilló, cuando el libreto dice claramente que Parsifal se pone de pie? Pero claro, es que YA ESTABA DE PIE. Todo el tiempo Kundry y Parsifal han estado de pie. Uno pretende ser original y resulta que lo que consigue es liarlo todo y hacer las cosas más difíciles. Resultón el truquito luminotécnico al final, cuando la lanza arrojada por Klingsor se detiene sobre la cabeza de Parsifal. El final fue lamentable. Una ’cosa’ de colores al fondo (¿el palacio de Klingsor?) se hunde cuan masa de plastilina fofa, como en las películas de animación de ’Wallace y Gromit’. Horrible. El Tercer Acto no fue mejor: una tienda de ’Pocahontas’ vestida del del Betis, mimetizándose con la pradera, que era una moqueta verde con manchas blancas (¡ah, la nieve!). Piel de vaca loca. Fue emocionante el momento en que Parsifal se despoja de la armadura, aunque al pobre Domingo no le favorece nada el pijama negro que llevaba debajo, y que parecía diseñado por Jean Paul Gaultier (transparencias en el pecho). La Escena de la Transformación III fue cutrísima: sacan de escena la tienda de ’Pocahontas’, entra el Coro masculino empujando unas armaduras, también los caballeros con Amfortas y el cadáver de Titurel. Al final Amfortas ni se arranca las vendas ni nada, se queda de pie como un pasmarote (como todos los demás). Ni siquiera le dejan desprenderse del incómodo taca-taca. No hay Grial, cae una tela traslúcida que deja a Domingo sólo en la boca del escenario, y éste nos enseña la lanza. Redención al redentor y el infierno para los impresentables responsables de la escena. Todos los caminos que les traigan al Teatro Real yo los maldigo. Lamentable el público, que salió corriendo y apenas aplaudió. Al finalizar la representación, saludo a telón levantado del Coro e incorporaciones individuales de los solistas entre bravos del público y de García Navarro, que también fue ovacionado (como sus entradas al foso en los Actos II y III) y se mostró visiblemente satisfecho. Luego, ya con el telón bajado, tres salidas de conjunto, la última con cuatro gatos en la sala y Plácido arrastrando literalmente a sus compañeros. No es justo que una interpretación como la que yo presencié ayer se ’despache’ con tan escasos aplausos. Me acordé de aquello de las ’margaritas para los cerdos’. En resumen, una enorme sorpresa, un Parsifal musical y vocalmente extraordinario, con un García Navarro que por fin da la talla (¡y de qué manera!), con una orquesta que respondió con solvencia (no es la primera vez) y un reparto vocal que, hoy por hoy, se me antoja difícilmente mejorable, excepto la Kundry de Baltsa. En el lado negativo, una escena pobre, por momentos ridícula, y algo que me empieza a preocupar en este teatro: el abuso de la megafonía. En algunas intervenciones corales la voz parecía difundida por la sala mediante megafonía, como la voz de José Cura en el ’Miserere’ del Trovador. En conjunto, una de las mejores cosas que he visto en el Nuevo Teatro Real. Alberich |
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"Lamentable el público, que salió corriendo y apenas aplaudió. Al finalizar la representación, saludo a telón levantado del Coro e incorporaciones individuales de los solistas entre bravos del público y de García Navarro, que también fue ovacionado..." Perdonad el lapsus. Así se entendrá mejor: "Lamentable el público, que salió corriendo y apenas aplaudió. Al finalizar la representación, saludo a telón levantado del Coro e incorporaciones individuales de los solistas, entre bravos del público, y de García Navarro, que también fue ovacionado..." ¡Ah, los signos de puntuación! Un saludo, Alberich |
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Hola, Pues por fin ayer estuve en el Real viendo Parsifal. Grandes expectativas creadas por crítica y los comentarios de Alberich. Bueno, ayer era para mi el día. (Por cierto,.... Fatima, Alex, Nibe, y demás asistentes... eh no vais a decir ná?) La crítica había puesto por las nubes este Parsifal, en todos los sentidos, habiendo unanimidad en prácticamente todos los medios. Algún puntillo negro se adivina en alguna ocasión, pero la generalidad de ellas era un Parsifal de órdago. No es que esté en desacuerdo con estas críticas, pero desde luego no me pareció un Parsifal de órdago pues es deficitario en varios puntos, si bien es cierto que en otros muchos sí fue la cosa fenomenal. Vamos allá con lo uno y lo otro, yendo de menos a más, como a mi me gusta. El gran fracaso de este Parsifal es sin duda todo lo que está relacionado con escenografía y producción. Los señores Klaus Michael Grüber, director de escena, y Gilles Aillaud, escenógrafo, culpables. Ayer trataba de hacer esfuerzos mentales por intentar ver cómo se puede representar esta obra con detalles más feos, irrespetuosos o de mal gusto y realmenete está difícil. Será complicado en un futuro encontrar un Parsifal peor escenificado. El listón se ha puesto tan bajo que veo posible y realmente "chupao" superar la basura de producción que estos días ha tenido lugar en le Real. El primer acto se abre con un montón de antenas de edicios, grises que se supone que son arbolitos del bosque. Ya feo de por sí el cuadro, tiene lugar, como era de esperar al ver el panorama, la primera de infinitas estupideces escénicas: el rey dolorido amfortas aparece portado en parihuelas. Nada de particular tendría la escena si no fuera porque no es portado por nadie si no que es él mismo el que lo hace gracias a una rueda incorporada a su brazo derecho con un artilugio raro que ni el mismo Leonardo da vinci hubiese sido capaz de inventar. Una especie de muleta "monorueda" para hacernos una idea de lo que criticos como Vela del Campo en El Pais señalan como "maduro, compacto, hermoso, sugerente, bello" (!!!!). Después de esto, tiene lugar la apareción de Parsifal. Será entonces duramente abroncado por Gurnemanz por cazar al vuelo una almohada. Eso sí, de cama de matrimonio para que así grandecita algún aventajado mental vea un cisne en dicho elemento. Ya para entonces había aparecido Kundry con un "salvaje aspecto" tal y como señala la obra: Llongueras hizo uno de sus mejores trabajos con Agnes Baltsa, la cual además de lucir un traje azul de una pieza que si bien feo, estaba absolutamente limpito y brillante, como debe de ser cuando una viene de cbalgar y vagar salvajemente por un bosque; claro, que si ese bosque contiene antenas en vez de arboles y almohadas en vez de animales, pues corretear por él no impide ni siquiera despeinarse uno. Gurnemanz anuncia que a continuación vamos a transformar el tiempo en espacio. Uno no puede dejar de pensar en lo que en ese momento vio en Bayreuth, que sí fue realmente una transfiguración... pero aterricemos: estamos en el Real, y vamos a ver cómo se traduce este momento en escena. Sí, quitamos las antenas y sacamos un mesote con un montón de vasos de plástico comprados en un "todo a 100 ó 500", y casi en el centro de esa mesa, se deja ver una piedra negra, con forma de caca de vaca, envuelta en Albal transparente: sí ese que sirve para cubir el queso en la nevera una vez cortado: no sé, algo pintará ahí? no lo creo pues Vela del Campo señala en su crítica que no hay "interpretaciones filosóficas ni psicoanalíticas" en nuestro Parsifal. Titurel, perfectamente vestido de armadura justo detrás de Amfortas, incita a este a descubrir el Grial, el cual aún no ha hecho gala de aparición dentro de su cofre. Finalmente Amfortas cede y lo descubre. Y yo seguí sin ver que era lo que iba a descubrir. Acerca su "mano sana" (la otra está incorporada a la muleta monorueda, como dice el libreto Wagner según Vela del Campo) y: zas! levanta el Albal transparente! y arrea! coge la piedra negruza y la muestra a los caballeros. Señores: he ahí el Grial, un pedrusco!. si es que no sabemos nada aún de Wagner, ni él mismo sabía nada de sí mismo, claro que no!. Son gente como Grüber este con apoyo incomprensible de la prensa los que sí saben de esto. Cada uno de los caballeros luego toma de lo que tenía en la mesa y va desfilando a la orden de ya! uno a uno con un moviemiento escénico digno de un diseño de un niño de primer grado. Empeorar lo visto en el acto uno? dificil... pues mira, que se puede hasta lograr. Valga como ejemplo, sin ir más lejos, la puesta del segundo. Ayer tenía sentada a una niña de diez años al lado y realmente se lo pasó bomba ella. Claro, al verla disfrutar en este acto dos, me imagino cómo fue gestada su idea. Una monjita debió mandar a un niño de tres años que hiciera con trozos de plastelina un castillo encantado. Lo que pasa es que lo debía construir esa criatura en solo cinco minutos. Entonces Grüber, afamado escenógrafo, se acercó a ese jardín de infancia y reocogió el trabajo de ese niño, el cual por cierto, se portaba mal en clase. A Grüber no se le ocurría nada para esto, y decidió utilizar ese trabajo para ponerlo a los periodistas del Real a ver; igual pican y todo... y picaron!: "bello, sugerente"... Queda claro pues que la plastelina es el elemento primordial de este acto, sin olvidarnos de tiburones colgantes, también muy importantes para el dearrollo de la escena. Algún trozo de espejo roto que por ahí habría también fue incorporado a la escena, y así conformar el veradero pupurrí de memeces que han de pensar, siempre sin interpretaciones por medio, que estamos en el castillo encantado de Klingsor. En medio del acto son medio apartados muchos de esos elementos para sacar a escena las mujeres que hacen el coro de las flores, si acaso, por el colorido de su vestuario, lo único malo de la escena de Parsifal de ayer. (Nota: evidentemente digo a secas "malo" pues el resto de la escenificación se queda corta esta palabra). Kundry luego trata de seducir al puro loco con el mismo aspecto que en el primer acto, que como ya iba bien peinadita y maquillada entonces, no hace falta cambiar nada. El cambio de aspecto de este personaje en los tres actos, es como irrelevante. Además qué más da que luego musicalmente lleve a la cantante al dramatismo en el primer acto y al lirismo en el segundo?. Eso es "pá los niños", pensará Grüber. Al final, como siempre, en esto no fue una excepción la puesta de Parsifal de ayer, cagadoncio descomunal con la lanza. Pero por Dios! con los medios que hay hoy día y que jamás vamos a ver de verdad la lanza arrojada por Klingsor que se queda suspendida delante de Parsifal y este entonces la recoge!. Hay que ser cutre para dejar a Plácido Domingo cerca de la puerta y que así el "botones" se la pueda dejar en la mano sin ser visto. Por supùesto, Klingsor no arroja nada!. Hay que interpretarlo el lanzamiento, aunque no habría necesidad de hacerlo para algún crítico. El castillo se desmorona con un estruendo orquestal tremendo que se traduce escénicamente en que uno de los trozos de plastelina, en concreto un pegote amarillo al fondo del escenario, se dobla un poco. Eso sí que es una caida especacular de toda una fortaleza!. Yo estaba acojonado, creia que el Real se venía abajo al ver doblarse ese pegote amarillo. Acto tres. Supera aún las lamentables cotas del uno y del dos. Yo ya estaba sólo atento a la escucha, la verdad. Lo unico que aportaba ver la escena era revolverte las tripas. Gurnemanz ha establecido su cabaña en medio de un trozo de vaca verde muy grande. La cabaña está también construida de tela de vaca verde, igual que el suelo. Hay una pidera gorda en medio... y un agujero en un montículo de una de las manchas blancas de la vaca. Eso me hace pensar que no, que estaba equivocado. No era vaca verde ello, era un campo de golf algo nevado el green del 18, cuyo hoyo es ese montículo. Gurnemanz y Kundry, sin embargo, no parece que vayan a disputar un hoyo. Ni que decir tiene por cierto, que Kundry que se supone ahora medio moribunda y hecha una pena aparece igual que siempre, si bien un colgajo de pelo ha sido añadido para secar los pies a Parsifal tras ungirlos. De no ser así, bello trabajo de peluquería válido para todos los actos de la obra, se jodería en ese momento. Parsifal aparece con su armadura negra y con la lanza... pero qué digo? bieeeeeeen!! un personaje que lleva lo que se dice en el libreto: hasta es de agradecer y todo. Gracias, sres Grüber y Aillaud por respetar aunque solo sea por una puñetera vez las exigencias de la obra. A continuación, se desarrolla la escena en el campo de golf nevado con normalidad, incluyendo, como ya era de esperar tras lo del "grial" que sea el hoyo del 18 el lugar en el que Parsifal fuera, como hizo, a clavar la lanza al desarmarse. Aún hubo tiempo para un para de mamelucadas más. El interludio de la nueva transfiguración del acto tres es interpretado por Grumer como "la invasión" de las armaduras empujadas de la escena. Aparecen ahí, como si fueran los hombres de Harrinson, pero sobre ruedas y con armaduras medievales los caballeros del Grial. Una vez hallada su posición en la escena, no volverán a variarla hasta el final de la obra. Gran moviento escéncico, sí señor. Por cierto, ese coro se supone que exclama un grito ante la exposición que hace Amfortas del rostro de un Titurel muerto, y no ante NADA!! como ridiculamente ayer sucedió en el Real. De repente un grito, "Aaaaaahhhhh!!" por qué? Grüber lo sabrá, y Vela del Campo, sin además necesidad de interpretaciones, también, pero yo no sé nada. Y el final, pues eso: no hay nada, ni siquiera se descubre el Grial en forma de pedrusco, ni siquiera se mueve nada ni nadie. Lo menos importante es que Kundry no muere, cebo del que a lo mejor alguno pica para centrar sus comentarios ahí, y no en la basura que surante cinco horas se nos dio. Algo parecido, pero a la inversa, se ha hecho con la producción de Wolfgang Wagner de Parsifal. Se centra todo en ello, en la muerte o no de Kundry. Pero el resto fue extraordinario. Y por cierto, es a este Vela del Campo al que debo preguntar al respecto qué, Germán?. Si el criterio de valorar esta producción es "Esta vez el Real puso la lanza milagrosa donde debía y ofreció un espectáculo a la altura de las circunstancias: maduro, compacto, hermoso, sugerente, bello" o que "No hay interpretaciones filosóficas, políticas o psicoanalíticas. El respeto a las raíces literarias de la leyenda es meticuloso. Las armaduras y su asociación medieval, los bosques de árboles que se desplazan como en Macbeth" pues chico: como que me importa un huevo lo que diga. Es más, diga lo que diga en adelante respecto a valorar una producción, le daré la vuelta y llegaré a la pura verdad del asunto. La verdad es que gente como Grüber y los periodistas que avalan sus repugnantes trabajos no pueden ni podrán nunca con la música y más si es de Wagner. La partitura habla por sí sola, y ayer quedó claro. Que Grüber quiera destrozar Parsifal e incomprensiblemente se califique de "maduro y bello" su intento es una cosa. Que esté claro que fracase es otra bien distinta. Los aplausos de ayer fueron, señores críticos sabelotodos, a pesar de la basura de producción que se vio. De haber salido a saludar, hasta yo, que no lo hago nunca, hubiese procedido al pateo. Ahora bien, es muy facil no salir a saludar al respetable y que entonces los aplausos a la música sean desviados en los articulos que se escriben hacia otra dirección. Si lo que VIMOS es calificable como lo peor visto en el Real hasta la fecha, ahora hablaré de música, que sí ha sido, lo mejor ESCUCHADO hasta ahora en el Real, si excluimos lo que sucede en el Festival de Verano con Barenboim. Quede esto bien clarito, nada de desvíos interesados. Culpable de la musicalidad excelente del Parsifal fue el trabajo realizado por la Orquesta Sinfóncica, realmente excelente. Jamás la he escuchado ni con tanta claridad ni con tanta brillantez. Digno de las mejores. Esto significa que estamos ante un grupo orquestal capaz de hacer cosas importantes, como Parsifal, y que si siempre hay que recurrir a toda la plantilla o dar más apertura al foro, o lo que sea que les ha llevado a un resultado más que bueno, siempre habrá que hacerlo. Aún creo que estamos lejos de Berlin, Viena, NY, Chicago, etc y no digamos en Wagner Bayreuth, creo que sí hay cimientos y muy buenos para llegar a esas cotas. Ayer hubo momentos especialmente emotivos. Subrayar el acto tercero, soberbiamente llevado a cabo por Garcia Navarro, otro que parecía abocado al fracaso y que fue uno de los grandes de la noche. El tempo de los dos primeros actos en mi opinión fue demasiado ligero, impidiendo ello en muchos casos dejar claro el fraseo, el matiz, el sabor de lo que Navarro sí correctamante estaba traducuiendo desde el foso. Sin embargo, sonoridad y carácter estaban siendo estupendas. La cosa cambió incluso a mejor en el tercer acto, donde a un tempo más lento pudimos disfrutarlo aún más. Compases a los que Wagner dedicaba un día a su composición, han de ser bien transmitidos orquestalmente; un tempo lento puede servir de ayuda para ello. Son pocos los que son capaces de hacerlo a un tempo más vivo, pocos, poquísimos: sólo uno. Ya sabemos quién es él, el Kna. Ya digo que Garcia Navarro estuvo acertadísimo pese a demasiada liegreza en algún caso, especialmente en el primer acto que en apenas 1 h y 40 minutos estaba terminado. Eschenbach tardó 2 h y 10 minutos en este acto en el ultimo festival de Bayreuth, muy creca de James Levine casi 2 h y 20 minutos, siendo creo, el "recordman" en este sentido. El Kna tiene representaciones en uno y otro sentido, todas geniales, lo que hace necesario pensar que no gracias a, o no por culpa de, una cosa es mejor o peor, que es lo que llevó a criticar a Eschenbach a más de uno erroneamente pues fue extraordinariamente entendido el Festival Sacro por este calvorota, pese a ayudarse de tempo lento, recurso que es lícito si el caracter final es el místico requerido en esta obra, especialmente en su primer acto. El coro dio cal y arena. Desde luego, lo que no entiendo cómo Garcia Navarro consiente últimamente que las voces fuera de escena sean sacadas con megafonía al recinto. Es una de las trampas más sucias, feas y que se notan a años luz que puede contener una representación melodramática. Los coros que sonaban fuera de escena fueron horrorosos, desafinados y con sonoridad diferente, peor, como si fuera otra cosa más cutre, como así era al sonar con megafonía. Independientemente de ello, ya en escena, la cosa funcionó muy bien en el segundo coro de caballeros (sin la primera parte, cantada fuera) del primer acto y en las mujeres del segundo, el mejor del grupo coral. Esos dos sonaron realmente bien. Vamos, sin embargo, a correr un tupido velo sobre el primer coro de caballeros del acto uno y sobre el que los cabelleros dedican a Titurel en el acto tres, que rozó el espanto. No obstante, cabe señalar como buena la actuación de un grupo que con solo año y medio de vida ha sido capaz de realizar un trabajo digno con nada más y nada menos que esas entradas corales de Parsifal. Ya sé que hay otros por delante que lo hacen mejor, no hace falta que nadie me lo compare odiosamente con el de Bayreuth, al que he escuchado en esta misma obra en vivo, y he experimentado así el impacto que en el alma te produce su sonido (ese impacto del que muchas veces habal AF Mayo). El hecho de que los haya mejores o infinitamente mejores no significa en el arte NADA. El punto flaco de los solistas fue Kundry, interpretada por Agnes Baltsa, que no tiene capacidad en absoluto para el role, sin duda uno de los "cocos" de Wagner y de toda la historia de la ópera. Tradujo una Kundry repelente, sosa, nada apasionada en el acto dos y "domésticable" en el primero. De dicción, mejor ni hablar... se escuchó una "t" por ahí, el resto: sopa, balbuceo. Sé que en el 2º cast figuraba Linda Watson, sin duda una Kundry como Dios manda. Tuve mala suerte. Hoy es un role del que veo bien capaces solo a la mencionada Watson, a Violetta Urmana y evidenetemente, a Waltraut Meier. Son muchos Parsifal en el mundo y solo tres Kundry’s adecuadas: o metemos a Baltsa u otras y que hagan lo que pueden o se acaba el "Parsifaleo" por toda la Tierra. Lapsus de Kundry aparte, lo demás fue sobre ruedas. Pero no de ruedas cutres y a destiempo como la de Amfortas, si no ruedas de las buenas. Sin ir más lejos, Franz Grundheber tradujo limpiamente y con mucho color un Amfortas dolorido y deseoso de encontrar la muerte en forma de "puro loco". Genoroso de volumen, fácil de agudo y legato adecuado, Grunheber estuvo realmente genial. Titurel, Artur Korn, noble canto, con defitario volumen. Menos mal que el error de "sacarlo" le benefición. "En off" no se le hubiese oido, claro que la pestosa tecnica de megafonía le hubiese sacado las castañas del fuego. Con todo, más que satisfactorio este Titurel. El Gurnemanz de ayer lo cantaba Kurt Rydl, no Matti Salminen, que había sido el mejor de las anteriores representaciones según dicen. No obstante, la cosa fue muy bien. Impresionante voz de bajo, con la que se escuchó una bella narrativa en el primer acto y un emotivo texto del dentro del Encantamiento del Viernes Santo. Termino con las voces graves ensalzando el Klingsor de Harnut Welker, un barítono que siempre hace de malo en Wagner, y con su voz, de timbre oscuro, cascado, incluso feo, realza el carácter de todos ellos. Además, posee un volumen extraordianrio, que a veces tiene dificultad de controlarlo, ahora algo más debido a su edad; en conjunto un sobresaliente Klingsor, que al final del segundo acto apenas se dejó agradecer por el público, que por otro lado no estaba tampoco mucho por la labor que digamos... Las ovaciones más fuertes fueron amén de los mencionados Grundheber y Rydl, para el Parsifal de Plácido Domingo. Justificado ello sin duda. Generosidad no: es que se da todo él en escena, no racanea ni un segundo. Además, es un actorazo, qué narices. Con 60 primaveras encima y así está: ya quisieran muchos jóvenes llegar a la mitad de este estado de forma. Sin duda, fue "Amfortas! die Wunde!" su mejor momento. Noté cómo no espera al final del último acorde orquestal antes de empezar esta parte, y se anticipa con la primera sílaba "Am" para echar el resto del dolor descubierto por el beso de Kundry en el resto del nombre. Aparte de este moemnto y de otros geniales como el "Wehe!, wehe!" completó un Parsifal de referencia total. Hizo unas frases largas, larguisimas, con legato inigualable, bien dichas y bien caracterizadas; sin duda el el mejor Parsifal que le he podido escuchar hasta ahora, muy por encima del que hace años transmitieron desde Bayreuth bajo la batuta de James Levine, o mejor incluso que el grabado en estudio con el mismo director. Da muestra de por qué está en el Met o en otros teatros realizando este mismo trabajo. En el segundo cast, me alegra saber que los que vieron a mi querido Robert Dean Smith salieron también bastante contentos, pese a lo mal que se le ha pintado como artista en el foro. Yo ya sabía que este chico es realmente bueno, y por ello no me sorprende tanto. Comparar es siempre odioso, pero yo me quedo con Domingo en el poco Wagner que hasta ahora ha hecho. Ya sé que son sólo Lohengrin, Segismundo y este Parsifal los roles en directo que ha hecho, pero Manfred Jung habrá cantado muchos más y es un tenor realmente desastroso. "Lo bueno y breve dos veces bueno". Plácido además deja claro un esfuerzo por ofrecer una dicción clara, y pese a que mis amigas con alemán me comentan su claro acento "españolizado" en su canto, la dicción, que no es lo mismo que la pronunciación, es estupenda. De sopa de letras, nada de nada. Quizás Poul Elming, el actual puro loco de Bayreuth, es un cantante con más recursos wagnerianos tanto que Plácido como de Smith, pero hemos dado con dos Parsifal en Madrid de esa altura y en determinados momentos incluso mejor, aunque a mi Elming me tira mucho... Esto fue todo en una noche en la que salí muy contento. Realmente como señaló la final de su conferencia AF Mayo, Wagner con su obra es realmente el redimido hoy por todos los que degustamos de su música cada vez que la escuchamos, que así hacemos de redentores del de Leipzig. Tanta polémica que suscita la frase "Redención al Redentor" final del Festival Escénico Sacro, puede ser así inocentemente tratada. Y la Redención gracias a su obra continuará. Y lo hará por muchos años, eternamente, ya que es realmente difícil, si no es con una partitura como este Parsifal detrás salir contento del teatro tras ver insultantes propuestas como la que nos han dado en Madrid estos días. Eso solo lo posibilita algo grande, como lo es Parsifal entero, pinten como lo pinte "Grüberes" o "Alliaudes" de la vida. Tampoco podrá con el calor del arte de Wagner la mala educación del público, que esperan a que nada más comience una parte o haya un silencio para abrir un caramelito, pelarlo con el mayor ruido posible y luego juguetear con el papelito de las napias. Eso por no hablar de toses ni esputos ni carraspeos propios más de un teatro de ancianos como Bayreuth que de uno cuya media de asistencia no creo supere los 50 años. Con una diferencia, en Bayreuth, que calculo en 70 la media de asistencia, no se oye un alma. No es pues cuestion de salud, es cuestion de educación. Nada más que eso, educación: valor universal, válido para todos, altos, bajos, guapos o feos, rubios o morenos. Leia hace poco de un compositor actual que no me gusta su obra pero sí esto que dijo: "el publico madrileño hace daño a la opera de la misma manera cuando bien se enjoya hasta las cejas que cuando se niega a ponerse una corbata": viendo lo que se ve en el recinto, cómo vamos a estar exentos de toses, caramalos, esputos, carraspeos, cuchicheos, etc?. Vayamos poco a poco educandonos a nosotros mismos, empezando por los detalles que a priori parecen más tontos, sin pasar por los cuales, cómo entender luego otras cosas?. Sin más, deseando que la linea siga así en el foso del Teatro Real, termino, no si desearle a Garcia Navarro una recuperación temprana de sus últimos males de salud que en la sesion del viernes estuvieron cerca de tener un desenlace fatal, segun me han contado partícupes directos. Gracias, NICO. |
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"por cierto, es a este Vela del Campo al que debo preguntar al respecto qué, Germán?. pues chico: como que me importa un huevo lo que diga. Es más, diga lo que diga en adelante respecto a valorar una producción, le daré la vuelta y llegaré a la pura verdad del asunto." Cuando Vela del Campo alaba a los cantantes de esta producción, igual que haces tú, ¿también opinas que hay que darle la vuelta, para llegar a la verdad? Si recuerdas lo que yo dije, te sugerí que, si no te fiabas de mi testimonio sobre los abucheos al Parsifal de Wolfgang Wagner, le preguntaras a él, que también lo vio. Pero si tampoco te fías de él, puedes leerte cualquier otra crítica. No conozco ninguna que diga que el Parsi de Wolfgang es otra cosa que aburrido. Y yo comparto esa opinión: me parece aburrido. En cambio, la puesta en escena del Real me parece una porquería. Ya me imaginaba que sería una bazofia, por lo que vi en los telediarios. No me pronuncié, porque unos pocos segundos no bastan para juzgar una puesta en escena. Lamento que se haya confirmado esta primera impresión mía. Como ves, tengo juicios independientes de los críticos. Me alegro de que el resto, salvo Agnes Baltsa, haya estado tan bien. Aunque no sé si en vuestro lugar me sentiría tan satisfecho: creo que si en un Parsifal me pusieran coros con megafonía, me entrarían ganas de tomarle la palabra al joven Boulez y volar el teatro por los aires. "Eso por no hablar de toses ni esputos ni carraspeos propios más de un teatro de ancianos como Bayreuth que de uno cuya media de asistencia no creo supere los 50 años. Con una diferencia, en Bayreuth, que calculo en 70 la media de asistencia, no se oye un alma. No es pues cuestion de salud, es cuestion de educación." Estamos de acuerdo: es cuestión de educación. Pero no estoy de acuerdo en que en Bayreuth no se oiga un alma. Valga la siguiente anécdota para probarlo. Bayreuth, 1999: primera función de "Tristán e Isolda". Despedida de Siegfried Jerusalem y de la fabulosa producción de Heiner Müller. Empieza el tercer acto, con un Barenboim excelente en el podio. De repente, llega el solo de corno inglés. Empiezan a oírse una tos. Dos. Cinco. Cada vez más frecuentes. Cómo se harían de frecuentes las toses, que al final un espectador se cree en la obligación de sisear a los tuberculosos, porque no le dejan escuchar el genial solo. Al sisear, es siseado a su vez por otros espectadores, y se empieza a escuchar un murmullo general por todo el recinto, (es de suponer que) acordándose de los varios padres de los maleducados. Yo no me podía creer que eso pudiera pasar en Bayreuth. Pero sucedió. Y estuve temiendo que Barenboim dejara caer la batuta o que el solista del corno inglés gritara desde el foso: "¡Váyanse todos a la mierdaaaaa!". En vez de eso, los tuberculosos fueron callando y por fin el músico pudo acabar su solo, (imagino que) bastante descorazonado. Supongo que tiene que haber de todo y en todas partes. :-( Un saludo, Germán |
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Siempre habrá excepciones, pero el silencio en Bayreuth fue una de las cosas que más me llamó la atención. Y hay, insisto, que valorarlo ya que la gente es, en general, muy mayor ahí. Son pues más propicios a un ataque de tos que jovenes de treinta y pocos años q |
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es que he dado sin querer a algún lado y lo he lanzado ya el emilio sin querer. No me quedaba mucho; sólo eso, en Bayreuth creo que lo que cuenta Germán es anecdótico, no? En el Real, Auditorio y demás, siendo jovencitos es bastante habitual esto. Pero bueno, habrá que pasar de ello, porque si no te amarga un concierto. Siento que te aburrieras tanto Germán en Bayreuth. Yo en tu caso no volvía a ese Parsifal nunca más. Mi criterio para valorar un concierto o representación es triple y muy sencillo: 1- Grandes conciertos. Aquellos a los que volvería a ir. 2- Conciertos normalitos, desapercibidos. Aquellos en los que con ir una vez basta y sobra, sin que me haya parecido perder el tiempo en esa asistencia. 3- Conciertos horrorosos. Eso: los que cuando terminan lo pienso y me arrepiento de haber asistido. Un ejemplo reciente de cada para entendernos: - del grupo 1, el Parsifal de Bayreuth o los Maestros - del grupo 2, Nacho Duato, al que ya vi el pasado año, y con una vez lo considero más que suficiente. - del grupo 3, Don Quijote de Hafter, O Corvo Branco de Glass, Selene de Tomás Marco o la sinfonía de las Naciones Unidas de Hafter también. Evidentemente, dentro de esta clasificación tan simple, hay mejores y peores cosas claro está. El Parsifal de Madrid sería también del grupo 1, pero no hasta el punto de lo mencionado, por ejemplo. Ahora bien, Germán, el tiempo es oro, y algo en lo que me aburro voy una vez y no más, Sto Tomás. Tengo entendido que vas a intentar conseguir el Parsifal de Bayreuth este año también: qué? tienes ganas de aburrirte cinco horitas? tengo planes mejores que eso. Te aseguro que por mucho Bayreuth detrás y lo que quieras, si algo es aburrido no voy, aunque sea ahí. En que grupo situarias ese Parsifal, Germán?. Tienes planes de volver a verlo? no será que es grupo 1?. Y toda critica que he leido del Parsifal de Madrid es buena en cuanto a la producción, o al menos no mala. O Corvo, Quijote y demás insultos tuvieron una prensa sensacional: me he de guiar por esas tendencias?. No, no, y mil veces no. Mis ojos y mis oídos están para algo, no para que otros vean o escuchen por mi. Siento de veras el palo que a tus ojos le diste cuando viste este Parsifal tan aburrido... si vuelves este verano, los dañarás más... o no?. Yo en cambio, si voy gozaré de lo que veo: por qué no me das la entrada?. Tú te vas a aburrir, yo te aseguro que no. Saludos, NICO, siempre discrepante con Germán, pero "colega cibernauta", quede siempre claro. |
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He leído con interés los diversos comentarios aparecidos en el correo wagneriano respecto al Parsifal que durante estos días se esta representando en el Teatro Real de Madrid. Creo que en conjunto se ha tratado de un espectáculo más que digno y sin animo de ser pretencioso, creo que pocos del foro habrán asistido a más representaciones que yo de este festival escénico sacro. Efectivamente el punto más negro me resulta también la puesta en escena que no es insultante, lo que ya es algo, pero que encuentro totalmente gratuita y lo que es peor, pobre, sobre todo de ideas, Grüber al que ya he sufrido en otras ocasiones ("Desde la casa de los muertos" de Janaceck, y "Tristan e Isolda", ambas en Salzburgo) es un director tan mediocre que ni siquiera indigna. No me explico su fama y menos la adoración que le practica un sector de nuestra crítica ligado a un diario de publicación nacional que prefiero no mencionar. Para empezar esta producción de Parsifal que se nos vende como una reelaboración de la realizada por Grüber y Gilles Aillaud de esta obra para la ópera de Amsterdan, no lo es tanto. La producción fue estrenada el 15 de septiembre de 1990 en el citado teatro y allí ha sido respuesta en 1993 y en 1997, en esta última ocasión se encargó de la dirección musical Simon Ratle en su primera aproximación escénica a una obra de Wagner. Pues bien de aquellas representaciones a esta del Real lo único que ha cambiado yo creo que son las dimensiones de los decorados ya que el escenario de la ópera de Amsterdam es más pequeño que el del Real. El vestuario a pesar de venir firmado por Moidele Bickel la figurinista habitual del enorme, este si, Peter Stein, y considerada la mejor figurinista de Alemania, tampoco me parece nada del otro mundo, mucho mejor fue el que diseñó para "O Corvo Branco" de Philip Glass dirigida en lo escénico por Bob Wilson en este mismo Teatro Real. En fin una pena. Ahora no estoy de acuerdo que en que se le considere algo desastroso, a los que así piensen que vayan al Met. de Nueva York a asistir al Parsifal más respetuoso con la tradición y más rancio que se pasea por los escenarios del mundo o al de la Staatsoper de Munich firmado por el inefable KK. Lo de aquí es correcto sin más, aunque se cargue la espiritualidad de la obra y tenga escenas tan risibles como la primera del tercer acto que parece una cancha de tenis con una tienda de piel roja a un costado...Y anteriormente la lamentable destrucción del jardín de plastilina de Klingsor. Dicen que esto es minimalismo, esto es una birria, una falta de imaginación total y, lo que es peor, más que una representación, un concierto con decorados. Matti Salminen estuvo inmenso pero Kurt Rydl, a mi gusto, dio muchos más matices al personaje de Amfortas. ¡Que diferencia de su pobre Sarasto en la Flauta Mágica del pasado mes de enero!. Baltsa fuera de lugar pero Watson impresionante, mucho más que en Ortrud el pasado verano en Bayreuth. También mejor que en Bayreuth Dean Smith como Parsifal. Conmovedor en el segundo acto. Placido a pesar de mis reparos a su encarnación del personaje estuvo glorioso vocalmente, aunque yo con todos su defectos, en este personaje, me quede con Elming, Grunheber defendió Amfortas con más tesón que acierto y Alan Held, en el mismo personaje, bastante bien. Malos sin paliativos el Klingsor de Hartmut Welker y el Titurel de Artur Korn. Los coros de caballeros brillantes,no así los coros fuera del escenario,perjudicados por la horrenda megafonia, y la orquesta, excepto repetidos desajustes en la sección de viento, más que bien. La dirección de García Navarro fue correcta sin más. No tuvo lirismo, ni profundidad, ni garra. El maestro hizo que la orquesta sonase bien pero de eso ha hacer una interpretación de la partitura hay un abismo. ¿No será que la sumamente bella música de Wagner ha hecho que el público se sintiese arrastrado por ella sin fijarse en los detalles?. Parece mentira pero en mi no corta experiencia wagnerian he notado que las inmensas partituras del "mago" de Bayreuth cuelan con más facilidad, si de dirigen con un mínimo de dignidad, que las de Verdi, Mozart o Rossini... Grüss Gott Hans Sachs. |
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Hola, Nico: Lo primero es que, después de enviarlo, caí en la cuenta de que quizá mi mensaje podía parecer agresivo, cosa que no era en absoluto, lo juro. Las prisas me evitaron poner "emoticones" aquí y allá, para translucir el verdadero sentido de mis palabras. Afortunadamente, veo que no lo has interpretado con mala leche. ;-) Efectivamente, la nefasta actitud del público tuberculoso en Bayreuth no la he visto muy repetida (Wotan sea loado). Lo que pasa es que me marcó mucho, porque es la mejor representación que he visto allí hasta ahora, y fue la única vez que el público no estuvo a la altura. Si tuviera que pedir la perfección en una obra de Wagner, no creo que fuera a ningún teatro hoy en día. Así que uno va con buena voluntad, pero sin llegar al conformismo, pues no creo que sea positivo ser conformista. "Tengo entendido que vas a intentar conseguir el Parsifal de Bayreuth este año también: qué? tienes ganas de aburrirte cinco horitas? tengo planes mejores que eso. Te aseguro que por mucho Bayreuth detrás y lo que quieras, si algo es aburrido no voy, aunque sea ahí. En que grupo situarias ese Parsifal, Germán?. Tienes planes de volver a verlo? no será que es grupo 1?." Vamos a ver. No sé si te has liado o me quieres liar. Yo vi un "Parsifal" con producción de Wolfgang Wagner, con el reparto habitual, y con dirección de Sinopoli, en 1999. Aquella vez, la única que me gustó fue Violeta Urmana. El resto fue decididamente mediocre. Hasta los coros quedaron arruinados por la lamentable distribución espacial y no empastaban ni a la de tres. Y las dos direcciones (musical y escénica) eran aburridas. Decididamente no valía la pena volver a ver ese "Parsifal". No sé si eso pertenece al grupo 2 o el grupo 3, pero prueba de que lo digo en serio es que, en el año 2000, ni se me pasó por la cabeza pedir entradas para esa producción. ¿Por qué en el 2001 sí que me interesa? Pues mira, quien te haya informado, te ha informado a medias. Yo no pedí entradas para "Parsifal", sino para "Maestros". Y estoy buscando una para "Parsifal" desde que sé que un mago llamado Thielemann va a dirigir la obra. "Siento de veras el palo que a tus ojos le diste cuando viste este Parsifal tan aburrido... si vuelves este verano, los dañarás más... o no?. Yo en cambio, si voy gozaré de lo que veo: por qué no me das la entrada?. Tú te vas a aburrir, yo te aseguro que no." Thielemann ha logrado un milagro: que la producción Wolfgang/Barenboim, que me pareció también mediocre en 1998 (con un Barenboim penoso y con una puesta en escena que sólo levantó el vuelo en la bella escena final), sonara en general muy aceptable en lo vocal y excelente en lo orquestal. Si se obra ese milagro en "Parsifal", quisiera estar allí, aunque sólo fuera para escuchar con los ojos cerrados. Lo siento: te quedas sin entrada. ;-) Un saludo, Germán P.D.: Y bueno, no siempre discrepamos: a los dos nos gustan Thielemann, Heppner, Urmana, etc. |
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Queda claro el título, verdad?. Si aburrida es una producción, aburrida es la dirija Odón Alonso o el mismísimo Kna. Tanto te molestó esta producción?. Chico, no lo entiendo tampoco. Al menos había bosque, Grial, lanza, cabaña, manantial, cablleros, santuario, Kundry en diferentes estados, parihuelas, un cisne, etc. Si una producción con temas "clásicos", son calificados como aburridos, luego qué pasará ante producciones como la de Madrid?. Pues es la pescadilla que se muerde la cola, qué curioso!. La de Madrid es sin bosque, ni Grial y con tiburón y castillos de plastelina que se caen al doblarse un pegotillo al fondo, una produciión "bella, sugerente, madura". Y la anterior la crítica la echa por tierra en cambio?. Definitivamente, Germán, que no entiendo nada. Es como si hubiera un "tratado de prensa" que se dirigiese a confundir a todo asistente o no sobre lo que sucede en los teatros de ópera. No estoy en la mayor parte de los casos de acuerdo CON LAS CRITICAS DE LAS PRODUCCIONES. Hay algo raro para elevar al infinito puestas como la de Madrid y echar por tierra otras mucho mejores. A mi me da qué hablar (ver el emilio "espacio-tiempo (2)" ) un montón solo una escena de esa producción. Solo puedo hablar tanto de la de Madrid para entresacar gilipolladas de Grüber. Esa transfiguración (Bayreuth), lo he dicho 1000 veces, vale todo un viaje al Festival. Y es una escena larga, trabajada, detallada y muy originalmente lograda, y sobre todo: es ese viaje del tiempo al espacio que nos anuncia Gurnemanz. El detalle de Kundry final, no implica el hacerlo o no, nada en cuanto a curro escenico, en cuanto a dirección escenica, en cuanto a nada. Es un detalle discutible y punto, que en absoluto echa por tierra toda una escena que debió costar lograrla un trabajo de tres pares de huevos. Por cieto, German, tranqui, hombre: no estés a la defensiva conmigo, no hay nada en tu anterior emilio que me tome a mala uva, hombre. Estamos hablando de un tema, nada más. Tenemos opiniones diferentes: sí. Y? Lo bonito de esto es ponber los puntos de una y otra postura encima de la mesa. Yo no me tomo nada a mal, ni veo que tú tampoco lo haces. Que defienda la puesta de Bayreuth no significa nada más que eso: que me gustó mucho, muchísimo, independientemente de lo que los criticos han señalado al respecto, incluyendo incluso, lo sé, al propio AF Mayo!!. Saludos, NICO. |
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Sí, estoy de acuerdo con que la producción de Wolfgang era clásica en comparación con la del Real, pero a mí me pareció "modernizante" (o mejor dicho, "ni carne ni pescado"), sobre todo en comparación con la de Günther Schneider-Siemssen en el MET: esa sí que es clásica. Hubo muchos elementos que no me gustaron en la de Bayreuth: las columnas de papel albal de colorines, la iluminación inadecuada y sin vida, decorado de zigurat discotequero para la escena de la comunión... chico, a mí no me dijo nada. Y ya, ya sé que a ti sí que te gustó. No es ganas de polémica, es sólo para evidenciar que no fue (¡ni mucho menos!) sólo el detalle de Kundry. :-( No obstante, a mí me parece que una producción aburrida o insulsa puede cobrar vida con una buena labor musical, aunque lo deseable sería que la escena estuviera a la altura. No ocurre así, sin embargo, cuando la producción es decididamente ofensiva contra la obra. Por ejemplo, creo que el "Anillo" de Flimm no tendría remedio aunque lo dirigieran Furtwängler, Kna y Bruno Walter juntos. ;-) Lo que sí se me escapa es por qué puñetas se habrán puesto de acuerdo todos los críticos para alabar la producción del Real. Ni idea. No sé si quiero saberlo... me temo que la respuesta no será artística... Un saludo, Germán |
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Saludos a todos Después de oir por Radio Clásica el Parsifal del Real madrileño, en directo y repetir la escucha tras la grabación que realicé del mismo, suscribo la opinión que dá Hans Sachs en éste foro y añadiría que el Señor García Navarro no sabe que es la mistica de ésta partitura parsifaliana,no quedaron "definidos" los tempos orquestales,como creo que los grandes directores a lo largo de los años han realizado,incluso Eschenbach en el último Parsifal de Bayreuth, la grandiosidad de ésta obra, con tempos lentos orquestalmente hablando,matizando la orquesta, la declamación de la trama del festival escenico-sacro, en mi opinión en ésta representación del pasado día 15, no existió. En lo vocal,en mi opinión el Sr.Salminen fué el que estuvo mejor,con algunos problemas en los agudos,pero canto muy bien y a tempos que son de Parsifal,y el Sr.Garcia Navarro tenía que acompañar mal que le pesara al tempo que cantaba Gurnemanz-Salminen.Del Señor Domingo opino que en el tercer acto fué donde estuvo mejor,pero con las limitaciones, trucos y poca enfatización en la dicción del personaje,en el primer y segundo acto lo canto a su aire,y claro, lo hizo "rapidillo",escapandose incluso en algunos momentos de la orquesta del Señor Garcia Navarro.De los otros interpretes y del coro creo que es mejor olvidar. Y como dice Germán, yo también espero ansioso lo que "va" a ocurrir éste próximo verano en Bayreuth, que es el Parsifal dirigido por Thielemann. Saludos a todos |
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Se me olvido en mi escrito anterior,poner el minutaje del Parsifal madrileño.Como mi referencia es y será por muchos años, creo la de Kna de Bayreuth de 1951 , ahí van los datos,aúnque ya sé que no siempre son significativos, de los logros musicales conseguidos por cantantes y director. Bayreuth 1951 Real de Madrid 2001 Kna García Navarro Acto 1º 117`17" 102`21" Acto 2º 69`35" 65`53" Acto 3º 81`12" 73`50" Saludos Antonio Pons |
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Hola amigos: Como ya llego un poco tarde y ya se han hecho muchos comentarios respecto a este Parsifal del Real, expresaré mis opiniones sobre algunos puntos que creo de interés. Asistí a una representación con el "segundo" reparto, pero incluyendo a Salminen, conscientemente porque me parecía más interesante que el "primero". Y creo que se confirmó mi intuición (respetando la buena actuación de Domingo que habéis comentado). El cambio de Linda Watson es el más notable seguramente: estuvo excelente, me gustó incluso más que como Ortrud en Bayreuth. Sí que le achacaría falta de calidez y sensualidad en el segundo acto, pero en esto seguro que tiene buena parte de culpa la dirección escénica y un poco la orquestal. Bien también Dean Smith, del que ya habíamos comentado en el antiguo foro; eso sí, en este papel me ha gustado menos que en Bayreuth, sobre todo el Walther que parece que es su mejor rol, y ayudado por la magia general de aquella producción. Es valiente y seguro en los agudos y convincente en los pasajes líricos, pero no es desde luego un tenor heroico, y eso se nota en pasajes como el "Nur eine Waffe" final, y cuando tiene que hacer uso del registro grave. Imagino que le puede pasar algo parecido en su próximo Siegmund, que nos comentaba Llorenç, que hará este año. De Salminen está todo dicho: ya me impresionó como Marke el año pasado y le considero digno de figurar a la altura de los grandes que tenemos en mente. Con un Gurnemanz así, buena parte del Parsifal ya está salvado. Muy bien Alan Held, haciendo un Amfortas realmente atormentado, y me pareció un correcto Klingsor el de Hartmut Welker, aunque no sé por qué, inferior a su interpretación de Bayreuth. Arthur Korn (a quien recordaba de un Hunding antiguo) me gustó más de lo que habéis comentado por aquí, quizás sugestionado por la novedad de ver y escuchar con voz "normal" a un Titurel, en lugar de la apagada y/o cavernosa voz de ultratumba habitual, dada la "brillante" ocurrencia de sacarlo aquí en primer plano embutido en impecable armadura. Sobre la dirección orquestal me pareció muy correcta, con menos calidad en los metales, y bien matizada, pero creo que voy a ser menos entusiasta que la mayoría, quizás porque no soy habitual del Real y no puedo apreciar la mejora. Me gustó que fuese muy respetuosa con las voces, cualidad tan escasa hoy día en Wagner, permitiendo siempre la audición del texto con claridad; quizás demasiado, por momentos me habría gustado más densidad sonora o volumen. Sobre los timbales en fortísimo comentados, a mí más que la excesiva violencia, no me gustó la colocación y por ello el empaste con la orquesta: desde mi posición daba la impresión de que al tipo del timbal lo habían castigado a 5 metros de distancia a la esquina. Pero lo que eché en falta de la versión orquestal es fuerza, pasión, sensualidad en el segundo acto, grandeza mística en las apariciones del Grial... El tema de distancia espacial llegó al colmo con los "celebrados" coros infantiles: el que la partitura disponga que el coro de jóvenes se sitúe a media altura y el de niños en la cúpula, permitiendo efectos espaciales con el coro de caballeros en escena es una cosa, pero a mí me dió la impresión de otra: que se equivocaron de edificio y mandaron a los niños al Palacio Real; se escuchaban tan bajito como si cantaran desde el otro lado de la Plaza de Oriente. Y la voz desde las alturas del final del primer acto, debía estar taaan alta taaan alta.... No sé si es que la megafonía no funcionó ese día. Pero mira por donde no hay bien que por mal no venga: debieron ser los únicos momentos de la función en que la gente dejó de abrir caramelos con papelito, intentando aguzar el oído. Por lo demás, suscribo lo comentado respecto al coro de caballeros: justito no más (parecen sólo tenores y barítonos ligeros). ¿Y la producción? Creo que también se ha dicho ya de todo (excepto que sería oportuno abrir un nuevo tema de debate titulado "El tiburón" en el que todos deberíamos aportar sugerencias míticas, filosóficas, psicoanalíticas o jocoso-chirigoteras para explicar qué demonios pinta un enorme escualo en medio del escenario, sobre todo cuando el resto de la decoración del supuesto castillo es bien abstracta). Me exasperó el hieratismo en la dirección escénica: Parsifal puede que sea lo más cercano a un oratorio, pero para esto es preferible que la hagan en versión de concierto. Puesto que detalles como la tiendecita y otros referidos ya hablan por sí solos, por nadar un poco contra corriente, y al mismo tiempo volver a incidir en cómo se pueden destrozar buenas ideas por el irrefrenable deseo de los directores de ser originales, prefiero comentar un par de detalles que SÍ que me gustaron. Por ejemplo, el detalle de la mesa larga permitía una escenificación con guiños "a lo Leonardo" muy sugerentes (ahora bien, el que la muestren arrastrándola durante la "transformación", igual que las armaduras, me pareció horrible; que cierren una cortina y aparezca ya la sala montada); o tampoco me molesta que el Grial sea una piedra (ya vertimos mucha tinta -o bits- en el antiguo foro con los comentarios a las producciones de Parsifal y Lohengrin en Bayreuth, respecto a guiños a la leyenda original en que efectivamente el Grial era una piedra mágica). Pero queda todo malogrado cuando después siguen todos como estatuas, no hay ninguna ceremonia de descubrimiento del Grial, no es para nada evidente que brille con luz celestial, y no se da a entender qué es lo que está pasando en escena (me pregunto qué opinarán los que no conozcan la obra, y traten de deducir de qué va la escena). El punto clave en esta línea de argumentación me pareció la escena del jardín encantado. Ya he dado en otras ocasiones mi opinión (por ejemplo, respecto al Lohengrin de Bayreuth) de que me parecen más dañinos y disruptivos con el discurso dramático "aparentemente" pequeños detalles de dirección escénica, que además normalmente reciben menor comentario, que las "aparentes" grandes libertades en la escenografía, decorados, etc, que parecen fuera de contexto. Pues bien, creo que esta escena es un buen ejemplo. Al comenzar el cuadro del jardín yo sí que estaba encantado: un decorado y colorido con sugerencias de jardín surrealista, unas formas y colores a lo Miró (otra vez referencias pictóricas), una iluminación bellísima, un vestuario para las muchachas-flor de colores vivos y variados, su colocación en escena, tumbadas lateralmente y con ligeros movimientos de torso y brazos, lo que hacía verdaderamente sugerir un jardín con flores mecidas por el viento... Precioso, maravilloso. Bien, pensé, he aquí una forma perfecta de combinar originalidad, modernidad, atrevimiento, con plástica, belleza estética y respeto al espíritu, si no a la letra de la obra. (por ejemplo, comparando con la comentada producción Wolfgang Wagner, donde este cuadro era ciertamente el más rancio). Pues bien, la decepción fue mayúscula porque... ahí quedó todo. Las muchachas flor apenas se movieron un ápice. Para el discurso dramático es necesario que flirteen con Parsifal, le provoquen, jueguen con él, le rodeen, finalmente le agobien y él pretenda escapar. Esto se podrá hacer de muchas maneras según la creatividad o genialidad del director o del coreógrafo, pero no hay más que remedio que hacerlo, o al menos sugerirlo convincentemente. Pues no, las muchachas perfectamente tumbaditas y Parsifal deambulando entre ellas. Se me podrá decir que eso ya está descrito en el texto y la música, pero es que esto es DRAMA musical, festival ESCÉNICO sacro..., en definitiva teatro, que se supone debe aportar una experiencia artística diferente a la de escuchar un CD. Con la entrada de Kundry "enroscándose" con el telón por la izquierda y delante, con lo que cantará de espaldas a todas las demás y la subsiguiente escena (por llamarla de alguna forma) con Parsifal, se alcanzaron las cimas de la insensatez, hasta la cumbre del momento del beso: en el proscenio, en posición de firmes de frente al público, giran la cabeza 90 grados y se besan. De llorar. A cambio, no me parece mal el juego de luces para sugerir el vuelo de la lanza y el momento mágico de su detención. El subsiguiente "hundimiento" del castillo ya ha sido bien descrito. Sin compartir los entusiasmos de la crítica, una muy buena representación en todo caso. Y es que un Parsifal es siempre un Parsifal, y a un poco de calidad que tenga en la orquesta y un buen elenco vocal, ya resulta una experiencia maravillosa. Saludos, Falparsi |