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mas sobre Griales ( Phalene ) |
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Phalene,antes de comenzar,te comunico que todavia no he podido solucionar el problema de acentuaci´´on de mi ordenador He intentado leer el libro de Peter Beling : " Los hijos del Grial " pero lo encontre tan enrevesado que dedisti,por lo que no puedo opinar con cono- cimiento de causa. Ciertamente el Musalvasche que menciona Wolfram von Eschenbach se identifica con el monte Salvador donde se encuentra San Juan de la Peña,como lo corroboran algunos historiadores como Hans-Wilhelm Scha- fer. Es mas,Wolfram identifica al Grial con el nombre LAPSIT EXILIS que curiosamente es la inscripcion que contiene en la base el caliz que se guarda en Valencia. Pero ignoro el motivo por el que Wolfram atribuye a los templarios la custodia del Grial.No soy nada amigo de especulaciones esote- ricas, por lo que una peregrina hipotesis mia puede ser la siguiente : Si se identifica por bastantes motivos a Amfortas con el rey Alfonso I el Ba- tallador,y habiendo tenido Wolfram conocimiento del curioso testamento del rey aragones en el que legaba el todavia Reino de Aragon esencialmente a los caballeros templarios, no resulta extraño que identificara a Alfonso- Anfortas con templarios. Tambien hay quien afirma que el propio Wolfram von Eschenbach fuera templario...Pero lo cierto es que los escasos datos de su biografia no lo atestiguan. Es posible que en la llamada cruzada contra los albigenses participaran templarios. Tengamos presente que el Maestre de los templarios debia obediencia al papa y que los maestres provinciales depen- dian por medio de capitulo del maestre general,y no del rey en cuyas posesi ones se encontraran las encomiendas. Otra cuestion es que se implicaran en asuntos politicos y guerreros del reino en el que estuvieran asentados. Es significativo el total apoyo que brindaron los templarios al papa en sus cuitas contra los Staufer. Volviendo a Wagner,pienso que aunque para el li- breto del FESTIVAL ESCENICO SAGRADO se inspirara en el Parzival de Wolfram que rezuma catarismo,Wagner,apesar de su bastisima cultura,no hubiera oido hablar jamas de los cataros y posiblemente ni de los templarios de no ser por la opera de Heinrich Marschener : " El templario y la judia " .Por Con- tra Wagner si proyecto componer una opera sobre Hermann von Salza gran ma- estre de los caballeros teutonicos. Volviendo a Wolfram von Eschenbach in- dicarte que el sello discografico Koch tiene editado en CD su " Titurel " musicado en 1300. Espero no haberte aburrido ni a ti ni a los contertulios Saludos |
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No es aburrido, todo lo contrario. Voy a ir por partes: Templarios y Esch. Los templarios pretendían crear (entre otras cosas) una superreligión amalgamando las existentes en el momento. En Esch sale el hermano de Parsifal, Feirefiz. Es negro y puede que sea árabe. Al principio pelean pero luego se hacen amigos cuando se reconocen. Ambos son hijos de Gamureth, el que luego será el marido de Herzeloyde (madre de Parsifal). Un matrimonio en esa obra dura menos que un anillo de Kna a 1000 duros en El Corte Inglés. Lo que les importa es el amor y no la forma (rasgo bastante cátaro). Cáliz y Valencia. La inscripción del Cáliz creía que no estaba descifrada, me parece que son caracteres arábigos. No la he visto más que en foto. Respecto de la historia que cuenta Esch de la creación del mundo, tiene mucho que ver con la doctrina gnóstica, de los 7 cielos, uno de ellos encomendado a Lucifer que, con su soberbia, crea al hombre, creyéndose igual de grande que Dios. Está inspirado en el mito de Prometeo, aunque a este se le comen las entrañas durante el día y le crecen por la noche por toda la eternidad (toma crueldad de los griegos) y a Lucifer simplemente se le destierra, cayéndosele la piedra de la frente. Ahí sí entran las doctrinas esotéricas, de qué es esa piedra y qué poderes tiene. Yo tampoco soy nada esotérico, pero es muy curioso lo que dicen estos. Si lees Herreros y Alquimistas de Eliade, verás cómo describe (o se inventa) los mitos prehistóricos. En esa época el ser más importante de la tribu era el que podía manejar los metales. No se conocían en la tierra y sólo se utilizaban los procedentes de meteoritos. Al caer estos del cielo, zas, mitología creada. Respecto de qué significa la frase de Esch (lapsit exilis), jo, hay opiniones para todos los gustos (la piedra del exilio, la piedra del cielo, que escribiera mal la frase...). Templarios y Papa. Sí debían sólo obediencia al Papa, por eso el Rey de Francia, se los quiso cargar (si yo fuera Rey de Francia en esa época también lo habría hecho). Pero también, esa obediencia era relativa, era más formal que material. Tenían un poder inmenso y muchas riquezas por lo que primero convenía tenerlos a buenas y, luego, convenía acabar con ellos y coger sus riquezas. Aquí también pueden entrar todo tipo de especulaciones sobre si encontraron algo o no en las galerías cavadas bajo el emplazamiento del templo de Jerusalén. Si querían conseguir el Grial y por eso utilizaban los contactos políticos según su conveniencia y demás. Wagner y Esch. Creo que necesariamente debía conocer su obra. En Parsifal se menciona tanto a Gamureth como a Herzeloyde y estos nombres sólo figuran en la obra de Esch. Aunque el resto fuera inspirado en doctrinas orientales, sí creo que la había, por lo menos leído. Un saludo. |
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Hola Phalene, Wolfram nos cuenta que se inspiro en un tal Kyot,quien a su vez encontro un manuscrito escrito por un pagano ( musulman ) llamado Fle- getanis.Muchos le han dado vueltas a ver quien podia ser este miste- rioso Kyot. Particularmente me identifico con los que se inclinan a pensar que el tal Kyot es pura inventiva de Wolfram ¿ Por que Toledo ? Es sa- bido que durante la Edad Media existian en esta preciosa ciudad diver- sas escuelas cabalisticas.Esto y algunas cosillas mas,como que el Grial sea en Wolfram una piedra y los musulmanes adoren en la Meca una piedra para que algunos quieran ver influencias orientales. En mi opinion las influencias en el Parzival son claramente cataras. En la escatologia del origen del mal,tanto los dualistas absolutos como los mitigados,( conocidos como "Garatistas " por los dualistas absolutos ) coinciden que en el combate que hubo en el cielo entre los angeles fieles a Dios y los que se revelaron a Lucifer se le cayo una esmeralda de la corona Wolfram nos relata : " Cuando Lucifer desaparecio en el Infierno con su ejercitos ,nacio el ser humano ". Es sabido que muchos cataros cre- ian que algunos de los angeles que no fueron arrojados al Infierno fueron encerrados en una carcel material ( el cuerpo humano ). Con relacion a los Templarios comentarte,que mostraron cierta incoherencia , Por un lado pusieron el grito en el cielo cuando el Emperador Federico II firmo con los musulmanes el tratado de Jafa y por contra ellos mismos mantuvieron en algunos momentos mas que buenas relaciones con la orden islamica de los asesinos. Tenemos que tener encuenta las pesimas relaciones de Federico II con el papa. Una pregunta conoces el libro de Atienza " El caliz o Grial de la discordia " Atienza es un autor que hay que coger con pinzas. ! Como mi ordenador ! |
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Respecto de la invención o no del tal Kyot y de Flegetanis, también creo que se trata de una invención pero no por motivos literarios sino adrede para resaltar sus vínculos árabes. Ello refuerza mi convencimiento de que se trataba de un templario o, cuanto menos, afín a ellos. En lo referente a los asesinos, se ha llegado a decir que los propios templarios fumaban hachís, influidos por esta secta. Decían que los hacía más sagaces, astutos, crueles y sin miedo al dolor. La secta que te comentaba del Rey del Mundo se llama Priorato de Sión. No conozco ese libro pero lo buscaré en internet. Espero que se te arregle el ordenador (igual el Grial te lo arregla). Un saludo. |
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¿Conocen el libro del Dr. Dr. Bonilla y San Martín "Las leyendas de Wagner en la literatura española"? |
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No tengo el gusto, pero lo buscaré en internet. Un saludo. |
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No tendrá que ir muy lejos: lo estoy digitalizando ;) Por ahora esto es todo lo que puedo presentar. Aquí saldrá sin cursivas, cuando lo cuelgue en mi página ya lo verá igual que en el papel. Todavía me falta un poco para llegar al Grial... ¡Paciencia! Saludos de Fco. Javier. = Adolfo Bonilla y San Martín (1875-1926)licenciado y doctorado, simultáneamente, en Derecho y en Filosofía en 1896, catedrático en Derecho mercantil e Historia de la Filosofía, académico de la Historia y de la Lengua. Por lo que aquí nos interesa, destaco su influencia de A. Schopenhauer -tradujo Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente-, viajó por Oriente, escribió El mito de Psyquis (1908) -reeditado no hace mucho- y prologó el libro de su amigo teósofo (él no lo fue) Mario Roso de Luna Wagner, mitólogo y ocultista (1917) = Asociación Wagneriana de Madrid. Madrid, 1913 Las leyendas de Wagner en la literatura española Por Adolfo Bonilla y San Martín SEÑORAS: SEÑORES*: El tema en que voy a ocuparme, se relaciona estrechamente con los fines de la Asociación que hemos formado, y, si no me equivoco, es de gran interés para la representación artística que ostentamos desde el instante en que constituImos aquélla. No trato de exponer, en esta conferencia, los orígenes de ninguna leyenda, ni siquiera de referir su desenvolvimiento histórico. Aspiro solamente a demostrar que las [leyendas] que sirven de base a los dramas musicales de Ricardo Wagner (1813-1883), no son asuntos completamente alejados de la tradición de nuestro pueblo, ni han dejado de ser conocidos y amados por él en épocas más o menos remotas. Porque nada más frecuente que oir, no ya a los antiwagnerianos (clase de gente que va escaseando mucho), sino a los no wagnerianos o indiferentes, que, aparte de la atención sostenida, del estudio previo, y de las restantes molestias que una audición de Wagner impone a quien toma el Arte, no como un fin excelso de la vida, sino como un accesorio de poca monta, repugnan en esas obras la naturaleza de los argumentos, ajenos a nuestra historia, y hasta los nombres de los personajes, exóticos y nunca oídos. Aunque muchos saben ya a qué atenerse sobre tales materias, no holgará que yo recoja en este momento, del modo más breve posible para no fatigar con exceso vuestra amable atención, lo que se ha investigado hasta el presente acerca del eco que las leyendas wagnerianas hayan tenido en España. No deja de ser, en efecto, extraordinariamente curioso, comprobar que los temas literarios de Hugonotes, de Rlgoletto, de Lucia, y de tantas óperas a la italiana o a la francesa, distan cien veces más de nuestra tradición literaria, popular o erudita, que los que constituyen la trama de los dramas wagnerianos. Tal va a ser mí objeto, y espero que, en gran parte, ha de quedar probado hasta la evidencia, lo cual servirá también para animarnos a estudiar las producciones del genio insigne en cuyo honor celebramos estas fiestas. En esta rápida investigación, dejaré a un lado obras poco conocidas de Wagner, como Las Hadas, La prohibición de amar, La mina de Falún, Federico I, Jesús de Nazareth, Los vencedores, La feliz familia de osos, Los sarracenos, Blanca y Giuseppe (1), para no detenerme sino en las creaciones de universal celebridad y éxito: Rienzi, El holandés errante, Tannhäuser, Los maestros cantores, Lohengrin, la Tetralogía, Tristán y Parsifal. Aun acerca de éstas, si bien procuraré no omitir nada esencial respecto de la trascendencia en España de las leyendas respectivas, habré de proceder con toda la brevedad posible. No fijaré la atención tampoco en la historia y orígenes de esas leyendas, tema tratado en general, entre otros, por Chamberlain, Miss Weston, Kufferath y Schuré, y especialmente por numerosos y pacientes investigadores, porque, ni yo podría decir nada nuevo sobre esos extremos, ni mi propósito es otro, como os he dicho, que compendiar lo que haya encontrado acerca de las huellas de semejantes leyendas en la tradición española. (*) Conferencia dada en el Teatro de la Comedia, para la Asociación Wagneriana de Madrid, el 12 de Marzo de 1913. I «Durante los días, llenos de cuidados?escribe Wagner en sus Memorias (2)?, de mi etapa en Blasewitz con Minna, había yo leído Colà Rienzi, la novela de Bulwer Lytton. Sintiendo renacer mis fuerzas en el medio confortador de los míos, formé el proyecto de escribir una gran ópera sobre ese argumento, que me había encantado.» La ópera no estuvo definitivamente terminada hasta 1840, y ha sido, por cierto, la primera obra de Wagner representada en Madrid (3). Tratándose de una tradición histórica puramente italiana, poco es lo que en España podríamos hallar acerca de la misma. Bueno es recordar, sin embargo, que el Rienzi de Bulwer Lytton era ya bien conocido de nuestro público antesde la representación de la ópera trágica de Wagner, puesto que corría traducida la novela en el folletín de Las Novedades, periódico muy leído en España desde 1850 hasta después de 1870 (4). Puede citarse, sobre el mismo tema, el moderno drama trágico en dos actos y un epílogo, de Rosario Acuña: Rienzi el Tribuno, estrenado con buen suceso en el Teatro del Circo, el año 1876 (5). Poquísimo es también lo que he hallado acerca de El holandés errante (El buque fantasma), leyenda marítima popular, a la que unió Wagner algunos de sus recuerdos de la navegación de Pillau a Londres. Ignoro si en alguna colección de tradiciones marítimas, análoga a las formadas por Araquistain y Fernández Duro, se encontrará algún eco de esa leyenda en España. Por ahora no puedo citar otro texto que la novela del Capitán Marryat (1792-1848), El buque fantasma, traducida al castellano (6) bastantes años antes de la primera representación de la obra wagneriana en nuestro Teatro Real. II A la leyenda de Lohengrin (obra que Wagner tenía ya escrita en 1847, pero no representada hasta el 28 de Agosto de 1850, y para la cual utilizó principalmente el Parzival, de Wolfram de Eschenbach, y el llamado Lohengrin bávaro, de un anónimo del siglo XIII, publicado por Goernes en 1813), responde la historia castellana del Caballero del Cisne, preciosa narración contenida en los capítulos 47 a 185 inclusive del libro I de la Gran Conquista de Ultramar, obra traducida del francés al castellano a últimos del siglo XIII o principios del XIV (7), si no es que el compilador español tuvo además a la vista varios poemas franceses del ciclo de las Cruzadas, que engarzó en su libro. El argumento del arreglo castellano, que seguramente es de los más poéticos textos de la literatura española, por muy pocos igualado en belleza de dicción y en grandeza de pensamiento, es como sigue: La infanta Isonberta, hija del rey Popleo (o Ponpeo) y de la reina Gisanca (o Genesa), no queriendo acceder al deseo de sus padres, que la apremian para que contraiga matrimonio, huye de ellos, y entrando en una barca que halla desamparada, navega varios días hasta arribar a un desierto, donde desembarca y donde está a punto de ser devorada por unos perros de caza, de los que la liberta el Conde Eustacio, cuya es aquella tierra. El Conde se enamora de la Inf anta y se casa con ella contra la voluntad de su madre, la cual, aprovechando la ausencia de su hijo, llamado por el rey Liconberte (o Riconberte) el Bravo para que le ayude en cierta guerra, hácele creer, cuando la Infanta da a luz, que ha parido siete podencos de una vez, siendo así que eran siete hermosos niños, a quienes, conforme cada uno nacía, venía un ángel y le ponía un collar de oro al cuello (8). El Conde escribe que guarden los podencos hasta que él regrese; pero la pérfida madre falsifica también su carta y hace otra en que se ordena matar a Isonberta con los siete infantes que de ella han nacido, de conformidad con una ley del reino, según la cual, si alguna mujer daba a luz en un parto más de un hijo, era acusada de adulterio y condenada a muerta. El caballero en cuya guarda estaban Isonberta y los siete infantes, siente piedad por aquélla y no cumple la orden de la suegra, abandonando luego a los infantes en un desierto, a fin de no ser él, sino la voluntad de Dios, quien los mate. Una cierva acude y da de mamar a los infantes, a quienes recoge cierto ermitaño, que los cría y educa. Cuando el ermitaño vió que los niños andaban y podían acompañarle, dejando a uno en casa, salió a pedir limosna con los otros seis, Llegó a oídos de la Condesa, madre del Conde Eustacio, la extraña nueva del ermitaño que mendigaba con los seis hermosos niños, y sospechando algo, mandó llamarle, adquiriendo pronto la convicción de que se trataba de sus nietos, por lo cual hizo de modo que se quedó con ellos, bajo pretexto de darles educación. Un día, estando en su cámara, llamó a dos escuderos, y, teniendo ante sí a los seis niños, ordenó a aquéllos que les quitasen los collares de oro y los degollasen. Los escuderos, haciendo lo que se les mandaba, comenzaron por quitarles los collares; pero, apenas lo hubieron hecho, cuando los infantes se convirtieron en cisnes y se les escaparon volando, saliendo por una ventana de la habitación. La Condesa dispuso que un platero deshiciera los collares, por si en ellos se encerraba alguna virtud misteriosa, y que fabricase con los mismos una copa para su mesa. Así que el platero fundió un collar, el oro comenzó a crecer, y tuvo materia bastante para fabricar con él solo la copa, guardándose los otros cinco, sin que la Condesa lo supiera. Después de diez y seis años de ausencia, el Conde Eustacio volvió a su tierra y se enteró de todo lo ocurrido; pero fué forzoso, para cumplir las leyes del país, que su mujer fuese condenada por adúltera, a causa de haber dado a luz más de un hijo, si no había caballero que la defendiese y venciera en batalla al acusador. Dios inspira entonces al ermitaño para que envíe al infante que le queda, a fin de que lidie por su madre. El infante vence al caballero de la acusación, y es reconocido como hijo del Conde, el cual manda emparedar a la pérfida suegra, y hace luego traer a los seis cisnes, cuya existencia era conocida del ermitaño. Pónenseles los collares a los cisnes, y a medida que los van recibiendo, vanse tornando en hombres; pero como uno de los collares había sido fundido, el cisne a quien corresponde queda en naturaleza de tal, aunque su entendimiento sea racional, y se vea que, como los otros, es hijo del Conde. El mozo que lidió por su madre, recibe de Dios la gracia de vencer en todas las batallas que se hagan contra dueña inocente, y aquel su hermano que permanéció cisne, la de guiarle a todos los lugares donde tales batallas habían de tener efecto. Por eso el mozo toma desde entonces el nombre de Caballero del Cisne. El duque Rainer de Sajonia tenía ocupadas a la sazón las tierras de la Duquesa de Bullón, y nadie osaba demandárselas, porque era tan denodado en armas, que ninguno quería contender con él. Pero en ocasión en que el Emperador Otto celebraba cortes en Nimeya, se presentó ante él la duquesa, querellándose de Rainer por la fuerza que le hacía. Remitióse la cuestión al juicio de Dios, y, cuando todos pensaban que no habría nadie tan osado que se atreviese a lidiar con el duque, llega el hijo de Eustacio de la parte de Oriente, en un batel tirado por el cisne, lucha con Rainer y le vence, casándose luego con Beatriz, hija de la Duquesa. El texto describe así la llegada del Caballero: «E el Enperador estando coidando en este fecho, cató el rio arriba, contra la parte de Oriente, e vió venir un cisne tan grande como otros tres poderian ser, e traia una cadena de plata al cuello con un collar muy fermoso de oro e muy bien fecho, e el cisne tiraba otrosí un batel muy fermoso e muy bien labrado a maravilla; e en el batel estaba un caballero acostado, e tenía cabo sí su escudo e su lanza e una espada muy fermosa e muy ricamente guarnida: e era vestido de un jamete blanco, garnacha e saya, mas non traía manto, e traía colgado al cuello un cuerno de marfil, labrado con oro a leones e con piedras preciosas muy ricamente, e la cuerda de que colgaba era otrosí de oro fres. Aquel cuerno tañía el caballero cuando el cisne andaba una vegada menos que otra; e luego que oia la voz del cuerno, que era muy clara e muy sabrosa de oir, cresciale el corazón e andaba dostanto que ante.............................. ...Toda la gente de la cibdad e comenzó a correr por ver aquella tan grand maravilla... Mucho lo rescibió bien el Enperador cuando llegó a él, e con grand alegría... e tornóse el caballero contra el cisne e díjole: «Vete tu vía; a Dios te encomiendo, e cada vez que te hobiere menester, tráime mi batel.» E el cisne, luego que aquello oyó, tornóse por aquel lugar por do veniera; así que en poca de hora lo perdieron de vista cuantos lo cataban.» Celebrado el matrimonio con Beatriz, y antes de ninguna otra cosa, el Caballero hace prometer a su mujer que nunca le preguntará quién es, ni de qué tierra, ni cómo ha nombre, porque, desde el momento en que lo hiciera, de allí a nueve días partiría para siempre, y no le vería más. Lo restante del episodio trata de las guerras del Caballero del Cisne con los de Sajonia, a los cuales vence, apoderándose de sus tierras. Ultimamente, impresionada la duquesa Beatriz por las proezas de su marido, no puede resistir al deseo de averiguar su nombre y patria, y, una noche, le interroga. «Cuando el Caballero del Cisne oyó aquella pregunta que su mujer le hobo fecha, hubo tan grand pesar, que perdió toda la color; así que, de muy blanco que era, toda la cara se le tomó negra, e dijo así, con grand saña e mal talante que había: «Dueña, agora fallesce nuestra amistad para siempre, e viene nuiestro apartamiento, e de mañana me partiré de vos, que non fincaría aquí más por todas las cosas que son en el mundo, nin me veredes jamás de los ojos.» En efecto, a pesar de los ruegos de su mujer y amigos, el Caballero del Cisne, a la mañana siguiente, mandó disponer sus armas y caballo, y se despidió del Emperador, encomendándole su mujer y su hija Idan y dejando a aquélla en recuerdo el cuerno de marfil que traía cuando llegó por primera vez a luchar con Rainer. Todos rogaban al Caballero que no les dejase, y cuando ellos esto decían, el cisne, que ya era llegado por el río con el batel, dió una voz «muy grande e muy fiera,... como en manera que estaba sañudo. E luego el duque de Bullón fué corriendo a la puerta del palacio, donde tenía su caballo ensillado, e cabalgó en él, e mandó al escudero que tenía las armas que se fuese en pos dél cuanto pudiese. E él dejóse entonces ir al rio cuanto el caballo lo podia levar, e el Enperador e cuantos ahí estaban cabalgaron en pós dél, por ver lo que faria. Mas el Caballero del Cisne, luego que llegó al rio del Rhin, descendió del caballo, e tomó su espada e ciñola, e después tomó su lanza e su escudo, quel trajiera y primeramente, que ya era muy viejo e muy desfecho, de los muchos golpes e muy grandes que y dieran, e metiólo en el batel al cabo do él había de ir; e después salió fuera, e desciñó la espada, e desnudó los paños que traía, e vestió otros tales como los que el trujiera primero, que los falló dentro en el batel que le trajiera ahí el cisne. E desyciñó la espada e santiguose tres veces, e luego despidiose del Enperador e de todos cuantos ahí estaban, e encomendólos a Dios, e entró en su batel, e comenzó el cisne a nadar con él e a irse muy alegremente; así que, en poco de rato, lo perdieron de vista, que nunca jamás dél pudieron saber parte.» El fundamento principal de la Gran Conquista (de la cual forma parte el Caballero del Cisne) es la Historia rerum in partibus transmarinis gestarum, de Guillermo de Tiro (m. 1184), obra escrita en latín y traducida poco después en lengua francesa con el título de Roman d’ Eracle; pero la leyenda del Caballero del Cisne no consta en el original latino. El autor español aprovechó además otras fuentes francesas, referentes al ciclo de la primera Cruzada. Este ciclo consta principalmente de cinco ramas: la Cansó d?Antiocha, la Chanson de Jérusalem, Les Chetifs (Los Cautivos), Hélias (el Caballero del Cisne) y Les Enfances de Godefroi. La canción de Hélias fué compuesta después de las tres primeras. De la Cansó d?Antiocha se conserva un largo fragmento, refundición de un original de Gregorio Bechada, poeta provenzal de la primera mitad del siglo XII, y que indudablemente fué conocido por el redactor castellano de la Gran Conquista de Ultramar, el cual utilizó también la Chanson de Jérusalem y Les Chetifs, e introdujo los episodios del Caballero del Cisne, de Berta y de Mainete, con reminiscencias de Flores y Blanca flor. Con respecto a la historia del Caballero del Cisne, es dudoso que el arreglador castellano se aprovechase inmediatamente de los poemas del ciclo de la primera Cruzada. Más verisímil es, como pensaba Milá y Fontanals, que tuviera en cuenta alguna compilación en prosa francesa, y a ello inclinan las semejanzas entre la redacción española y el texto de los manuscritos 781 y 12558 del fondo francés de la Biblioteca Nacional de París, citados por el conde de Puymaigre. En la versión del manuscrito 12558, el Conde Eustacio es Lotario, rey de un país situado cerca de Hungría, e Isonberta es Elioxa; los detalles varían, pero los episodios son esencialmente los mismos que en la versión castellana. De todas suertes, en el largo episodio de la Gran Conquista se distinguen perfectamente dos partes, como ha hecho notar Gastón Paris: la primera (caps. 47 a 68) responde a una canción de gesta francesa, hoy perdida, a la cual da Paris el título de Isomberte, para distinguirla de otras tres versiones del mismo tema (la de uno de los cuentos del Dolopathos de Juan de Haute-Seille, que escribía hacia 1190; la del poema que Paris llama Elioxe, y el Sr. A. Todd, en su edición publicada en Baltimore, el año 1889, La Naissance du Chevalier au Cygne [ms. francés 12558 de la Bibl. Nationale]; y la del poema que denomina Béatrix, y que forma la primera parte del Chevalier au Cygne publicado por Hippeau). La segunda parte (caps. 68 a 185) «es traducción exacta de las dos canciones del Chevalíer au Cygne y de las Enfances de Godefroi de Bouillon, publicadas por Hippeau», poemas en un principio independientes, pero inseparables ya en el citado ms. 12558. La primera de estas dos partes fué compuesta probablemente después de la segunda, para servirle de introducción (9). El Caballero del Cisne (que en su remoto origen, parece haber sido un dios Solar) dejó recuerdos importantes en nuestra tradición literaria. Gayángos ha hecho notar ciertas analogías de lenguaje entre El Caballero y Amadis de Gaula; Menéndéz y Pelayo recuerda, como relacionados con varios temas de aquél, el romance de la Infantina y la Crónica de don Rodrigo de Pedro de Corral; y no sería difícil que una investigación minuciosa señalase otras semejanzas de interés (10). III En sus recuerdos biográficos, Wagner cuenta cómo surgió en su mente la idea de Tannhäuser, mejor dicho, del Venusberg, que es como primero pensó rotular el drama. Fué hacia fines del año 1841, cuando meditaba el plan de su Manfredo. «Otro asunto?dice?me sedujo bruscamente. Habíalo hallado en el libro popular del Venusberg, que por acaso cayó en mis manos. Obedeciendo al impulso inconsciente que me arrastraba hacia todo lo que me parecía germánico, no penetré todo el encanto de esa inclinación hasta haber leído el sencillo relato de la vieja leyenda del Tannhäuser. Conocía ya, es cierto, los diversos elementos de esos episodios, que había encontrado en el Phantasus de Tieck (11), pero me llevaron más bien hacia el género fantástico que Hoffmann me había hecho amar, y no había pensado en buscar en esta historia el argumento de una obra dramática. Lo que hizo entonces inclinar la balanza del lado del libro popular, fué que se contaba en él, de pasada, la parte que había tomado Tannhäuser en el «Torneo poético de Wartburgo». Conocía también este último por el cuento de Hoffmann: Los hermanos de Serapión. Pero sospechaba que el tema había sido harto alterado por el poeta, y pugné por encontrar aclaraciones acerca de la verdadera trama de esta atrayente leyenda. Lehrs me llevó entonces un número de las Memorias de la Sociedad alemana de Koenisberga, en el cual Lukas hablaba detalladamente de la Wartburg Krieg y daba su texto en la primitiva lengua. No podía servirme, digámoslo así, de esta antigua forma, pero me mostró la Edad Media alemana bajo un colorido característico, del cual no tenía yo aún idea ninguna» (12). Mas, si la primera idea surgió en el cerebro de Wagner en pleno Barrio Latino, mientras vivía en aquella casa de la rue Jacob (n.º 14), donde tantas angustias pasó, a corta distancia de la imprenta Didot, para la que su amigo Lehrs trabajaba, el plan del Tannhäuser no fué trazado hasta el año siguiente (1842), entre las pintorescas ruinas de Schreckenstein, y la partitura no se terminó hasta Abril de 1845. Poco después, y con gran disgusto del erudito Simrock, Wagner cambió el título de Venusberg por el de: Tannhäuser y la lucha de cantores del Wartburgo (Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg) (13). Dos elementos principales, y primitivamente independientes uno de otro, han sido combinados por el Maestro, con arte extraordinario, en su Tannhäuser: 1.º La leyenda, popularizada en Alemania a mediados del siglo XV, según la cual el caballero Tannhäuser (personaje histórico del siglo XIII, de la familia de los condes de Tannhausen, pródigo, alegre, trovador errante) (14) visita a Venus en la montaña encantada, donde se disfruta de todos los placeres y reina una eterna primavera; se arrepiente después de haber ido, confiesa su pecado al Papa Urbano IV, y éste se niega a absolverle. En un lied popular del siglo XVI, del cual hay variantes alemanas, neerlandesas, danesas, suizas y austriacas, el Papa remite la absolución de Tannhäuser hasta que florezca el báculo en que apoya su mano. Esta leyenda, como ha demostrado Gastón Paris en un precioso estudio (15), no es alemana, sino italiana. El Venusberg carece de localización propia en Alemania, y es arbitrario identificarlo con el Hörselberg de Thüringia. Venus ha sustituído a la Sibila, y la montaña encantada de Venus no es otra cosa que el Monte de la Sibila, que la tradición italiana refiere a una de las cimas del Apenino central, entre Norcia, sobre la vertiente mediterránea, y Ascoli, sobre la vertiente del Adriático. La leyenda del Paraíso de la reina Sibila, recogida por el provenzal Antonio de la Sale en 1420, en Montemónaco, y relatada por él en el libro IV de su Salade, constituye el fondo de la famosa novela en prosa, rotulada Guerino il Meschino, y escrita por Andrea da Barberino en 1391. La tradición (que tiene un enlace originario con la Sibila de la Eneida) pasó probablemente a Alemania, como sospecha Gastón Paris, por intermedio de Suiza. En cuanto a la unión del nombre de Tannhäuser con la leyenda sibilina, procede quizá de estar escritas en el llamado «tono largo de Tannhäuser» las más antiguas poesías alemanas en que dicha leyenda se contiene. 2.º La tradición, de fondo verisímilmente histórico, contenida en un poema alemán de fines del siglo XIII (16), según la cual se celebró un torneo poético de seis cantores en la corte del landgrave Hermann de Thüringia, habiendo de morir, por mano del verdugo, el trovador que resultase vencido. Intervinieron en esa lucha, entre otros, Walther de la Vogelweide y Wolfram de Eschenbach, contra Enrique de Ofterdingen. Vencido éste, llamó en su auxilio al mágico Klingsor. Tal es la tradición recogida por Hoffmann en su novela: Enrique de Ofterdingen (que forma parte de la serie: Los hermanos de Serapion, cuyos diversos tomos vieron la luz pública por los años de 1819, 1820 y 1821), donde Wolfram y Enrique aparecen enamorados de la misma dama: Matilde, sobrina del landgrave, a la cual cautivan los apasionados y sensuales cantos de Enrique, aunque acaba por olvidarle, volviendo a Wolfram, cuando desaparece el influjo de las artes de Klingsor. He necesitado recordaros, siquiera sea per summa capita, estas nociones acerca de los elementos de la leyenda de Tannhäuser, para poder estudiar, inmediatamente, lo que de ellos se ha sabido en España. Por lo demás, el espíritu de la leyenda wagneriana es personal del compositor, y sólo a él pertenece. Es la idea de la salvación por el amor, tomado en el sentido místico y sobrenatural que Isabel encarna en el poema. De la Sibila, a quien por tradición medieval se atribuían profecías sobre el nacimiento de Jesucristo, hay recuerdos importantes en nuestra literatura: el más curioso de ellos es, sin duda, el famoso Canto de la Sibila, del cual existen versiones provenzales (siglo XIV?), catalanas y valencianas (siglos XV y XVI), estudiadas por Milá y Fontanals (17). Aparece también la Sibila como uno de los personajes de la Farsa del juego de cañas, de Diego Sánchez de Badajoz, en el siglo XVI. Pero no conozco alusión alguna a la leyenda del Mons Veneris, anterior a la contenida en el abultado repertorio: Disquisitiones magicae, de nuestro Martín del Río (Lovaina, 1599), citado asimismo por mi querido amigo D. Manuel Manrique de Lara, en un importante estudio acerca de este tema (18). En cambio hay datos bien interesantes, en nuestra literatura, acerca de la leyenda de la maga o encantadora, la Circe que atrae a los hombres y les hace olvidar el mundo con sus deleites y engaños. Prescindiendo de otras, citaré la narración contenida en el curiosísimo libro que lleva por título El Crotalón, compuesto por el aventurero humanista del siglo XVI Cristóbal de Villalón (19). Uno de los interlocutores de ese libro, escrito a la manera lucianesca, cuenta que fué, en cierta ocasión, mancebo apuesto y cortesano. Pasando por Navarra en 1522, fué avisado de que «las mujeres en aquella tierra eran grandes hechiceras encantadoras, y que tenían pacto y comunicación con el demonio para el efecto de su arte y encantamiento, y ansi me avisaban que me guardase y viviese recatado, porque eran poderosas en pervertir los hombres y aun en convertirlos en bestias y piedras si querían». Alegróse él del aviso; pero como «la mocedad es regocijada» y «recibe pasatiempo con semejantes cosas», el mancebo «iba deseoso de encontrarse con alguna que le encantase» y aun estaba resuelto a trocar por esas artes el favor del príncipe a quien servía. No pasó mucho rato, cuando tropezó con un buen hombre que le encaminó a una posada, cuya dueña, después de agasajarle, le dió un criado que le acompañase a cierto castillo donde moraba una sobrina suya, que tenía por costumbre hospedar a los caballeros. Púsose en marcha nuestro mancebo, y, antes que se pusiese el sol, llegó a un pequeño y muy apacible valle, donde «parecía que se aumentaba más la floresta con muchos jazmines altos y muy graciosos naranjos, que comunicaban en aquel tiempo su oloroso azahar, y otras flores de suave y apacible olor; en el medio del cual valle, se mostró un fuerte y gracioso castillo, que mostraba ser el paraíso terrenal». Entrado en él, comenzó a ver toda clase de magnificencias y esplendores, cuyo principal realce eran ciertas lindas y hermosas damas, «vestidas de verde y de otros amorosos colores, con guirnaldas en las cabezas, de rosas y flores, danzando a la muy suave música de arpas y dulzainas que les tañían sin parecer quién». «Bien puede cualquiera que aquí entre?dice el narrador?afirmar que fuese aquí el paraíso, o el lugar donde el amor fué nacido... Nunca allí entró cana, arruga, ni vejez; sino solamente juventud de doce hasta treinta años, que se sepa comunicar en todo deleite y placer. En esta casa siempre es abril y mayo, porque nunca en todo el año el suave y templado calor y fresco les falta; porque aquella diosa lo dispone con su arte a medida de su voluntad y necesidad». La diosa, o sea la dueña del castillo, recibió amorosamente a nuestro huésped, y le hizo olvidar en un instante todas sus campañas y preocupaciones. «Era su persona de miembros tan formados, cuanto pudiera con la agudeza de su ingenio pintar aquel famoso Apeles con su pincel. Los cabellos luengos, rubios y encrespados, tranzados con un cordón de oro que venía á hacer una ingeniosa lazada sobre el lado derecho, de donde colgaba un joyel que no había juicio que le bastase estimar. Traía los carrillos muy colorados de rosas y jazmines, y la frente parecía ser de un liso marfil: ancha, espaciosa, llana y conveniente, que el sol hacía eclipsar con su resplandor. Debajo de dos arcos de cejas negras como el fino azabache, le están bailando dos soles piadosos á alumbrar á los que los miran, que parecía estar amor jugando en ellos y de allí disparar tiros gentiles con que visiblemente va matando á cualquier hombre que con ellos echa de ver. La nariz pequeña y afilada, en que naturaleza mostró su perfección. Muéstrase, debajo de dos pequeños valles, la chica boca, de coral muy fino, y dentro de ella, al abrir y cerrar de un labio angelical, se muestran dos hilos de perlas orientales que trae por dientes... Tenía el cuello redondo, luengo y sacado, y el pecho ancho, lleno, y blanco como la nieve...» y no sigo recordando más palabras, porque el autor desciende a excesivos detalles, y porque su bellísima descripción, inspirada probablemente en la lectura del Tristán castellano, puede y debe leerse en el original. Baste saber que el caballero queda preso en las dulces redes de su hermosa huéspeda, no saliendo de su encanto hasta que ve a su escudero convertido en un alto y fresco arrayán por las artes de la maga y es exhortado por él a abandonar aquella mansión, consejo que pone en práctica el mancebo, echando a correr con grande esfuerzo «cara donde sale el sol», y saliendo, en fin, de la tierra de aquella pérfida mujer, «porque á cualquiera hombre que con eficaz voluntad quiere huir de los vicios, le ayuda luego Dios»; después de lo cual, se refugia en un monasterio de frailes de San Bernardo, en cuyo servicio entra. A tema análogo responde el romance viejo del Infante Troco, hijo de Venus y Mercurio, criado en la montaña Troyana: «Deseando ver el mundo,?sus amas desamparaba. Andando de tierra en tlerra,?hallóse do no pensaba, en una gran pradería?de arrayanes bien poblada, en medio de una laguna?toda de flores cercada. Es posada de una diosa?que Salmancia se llamaba, diosa de la hermosura,?sobre todas muy nombrada. El oficio de esta diosa?era holgarse en su posada, peinar sus lindos cabellos,?componer su linda cara.» Mirando ella la hermosura del mancebo, se enamora de él: «Mi señor, si eres casado,?hurto quiero que se haga; y, si casado no eres,?yo seré tuya de gana.» Pero el infante no se rinde, como Tannhäuser, «ella, cautiva de amores, ?de su cuello le abrazaba; el Troco le dice asi:?desta manera le hablaba: ?Si no estais, señora, queda,?dejaré vuestra posada» (20). Y muy próximo al espíritu de este romance, es el de otro, viejo también, que yo diputo por la más bella flor del vergel de nuestro Romancero: el Romance de una gentil dama y un rústico pastor (21), donde aquélla solicita al pastor, sin que él se deje vencer: «Ven acá, el pastorcico,?si quieres tomar placer; siesta es de mediodía,?que yá es hora de comer; si querrás tomar posada,?todo es a tu placer. ......... ................ .............. ................ ............ Vete con Dios, pastorcillo,?no te sabes entender; hermosuras de mi cuerpo?yo te las hiciera ver: delgadica en la cintura,?blanca soy como el papel; la color tengo mezclada?como rosa en el rosel; el cuello tengo de garza?los ojos de un esparver, las teticas agudicas?que el brial quieren romper; pues, lo que tengo encubierto,?maravilla es de lo ver. ?Ni aunque más tengais, señora,?no me puedo detener.» No es, ciertamente, la leyenda de Tannhäuser; pero si el mismo ambiente de carnal y abrasador fuego que se respira en el primer acto del poema (22). La leyenda del palacio de la reina Sevilla fué también popular entre nosotros, a partir de la versión, hecha a principios del siglo XVI (23) de la Corónica del noble caballero Guarino Mesquino. En la qual trata de las hazañas y aventuras que le acontecieron por todas las partes del mundo, y en el purgatorio de sant Patricio, y en el monte de Norza, donde está la Sibila. El severo autor del Diálogo de la lengua (24), pone al Guarino Mesquino entre los libros que, como La linda Melosina, el Reinaldos de Montalván con la Trapisonda, y el Oliveros de Castilla, «demas de ser mentirosíssimos, son tan mal compuestos, assí por dezir las mentiras muy desvergonçadas, como por tener el estilo desbaratado, que no ay buen estomago que los pueda leer.» Esto no impidió que se hiciesen de él tres ediciones, por lo menos, en el siglo XVI, y que se encuentre citado, como obra bien conocida, en la extraña Dolería del sueño del mundo, de Pedro Hurtado de la Vera (Anvers, 1572; acto I, escena 12.ª), y en el capítulo XLIX de la 1.ª parte del Quixote. Guarino Mesquino, yendo en recuesta de su padre, busca a la Sibila de Cumas, que lo sabe todo, a fin de que le dé noticias del autor de sus días. Llega a Norcia, y penetra, contra el parecer de los del país, en la caverna encantada. Llama en una puerta de metal, después de atravesar sombríos y pavorosos corredores, y es recibido por la Sibila y sus damas en un jardín semejante al paraíso. Durante un año, la Sibila procura conquistar a Guarino, y él por su parte, arrancarle el anhelado secreto; pero, al llegar el último día, Guarino, desesperanzado, se despide de la Sibila y vuelve al mundo, marchando a Roma, donde el Papa le absuelve de su temerario viaje. Durante todo el siglo XVI, la leyenda de Guarino Mesquino fué harto conocida de nuestro pueblo. Divulgada probablemente en forma de libros de cordel, y quizá de romances, llegó a noticia de todos. Si entonces se hubiese compuesto y representado el Tannhäuser, los contemporáneos de Carlos V y de Felipe II hubieran reconocido en él mucho que les era familiar. Además, nosotros teníamos también en España nuestra caverna misteriosa, donde pasaba algo semejante a lo del Mons Veneris (25). Me refiero a la famosa cueva de Salamanca, que dió asunto a un entremés de Cervantes y a una comedia de don Juan Ruiz de Alarcón. «Afirmábase que el demonio sólo admitía siete discípulos, quedándose con uno de ellos al fin... Y añadíase haber cabido tal desdicha al célebre marqués de Villena, D. Enrique de Aragón, siendo estudiante; pero que burló a su infernal maestro, escapándosele de entre las manos y dejándole su sombra: industria que pudo sugerir a Hoffmann una de sus más extrañas imaginaciones» (26), y que un amigo de Hoffmann, Chamisso, popularizó en su precioso cuento: Pedro Schlemil (1813). Nótese que, en el relato de la tradición del Mons Veneris hecho por Leandro Alberti en 1550, se dice que nadie estaba obligado a pasar más de un año en la cueva de la Sibila, pero, cada año, era preciso que quedase en la cueva uno de los que habían entrado. «Mi primer cuidado en Salamanca?escribía en 1737 el estrambótico y ampuloso Botello de Moráes?fué ver sus nigromantesas Grutas. Diéronme noticia de la de San Cyprián, no lexos de la Iglesia Mayor, al pie de una colina en que está fundado el Seminario de Carvajal. Quedaba este sitio fuera de la mui antigua i primera muralla, de la qual se conocen algunos vestigios. Vila; i creí que dicha gruta era correspondencia subterránea con la Ciudad, de algun castillo que allí hubo, como la otra fortaleza en la Puerta que por ella conserva el nombre de Puerta de S. Juan d’ el Alcázar. O que fuesse mina por donde la ciudad, en occasion de algun assedio, traxesse agua d’ el rio, si la cortaban los conductos de sus fuentes, que todas vienen de fuera. I que, faltando el terreno (que entonces debió ser tan alto como la colina), se descubrió la gruta que en lo interior de aquellos derrumbaderos se occultaba. Pero todas estas conjecturas se me desarmaron luego. Volví a casa. Preguntóme la ama de la posada donde había estado. I contandoselo yo, puso ambas manos en la cabeza, I, suspirando, me dixo: «Señor, por un solo Dios, no se meta v. merced con tal Cueva! En ella es el Demonio cathedrático, i por salario se queda con un estudiante de cada siete que entran. Solo el Marqués de Villena le engañó, dexándole la sombra en vez de cuerpo. Mas padeció el pobre Marqués el trabaxo de no tener sombra desde aquel tiempo, cosa que hace estremecer las carnes. El modo de enseñar, tambien es endemoniado, pues, sobre una silla infernal que tienen allá dentro, solo se ve un brazo que parece de hombre, el qual habla i se menea sin cessar; I assi explica todas las hechicerias i maldades. La Cueva está tapiada, como v. merced ha visto; pero no por esso dexan de entrar los escolares por otras sendas. De la demás gente, nadie se ha atrevido ni atreve a acercarse a aquella boca d’ el Infierno. » Como veis, Botello de Moráes no se atreve a recoger la tradición sino para ponerla en boca de su patrona salmanticense. No más crédulo era, siglo y medio antes, Bartolomé de Villalba y España, que, en su Pelegrino curioso (27) (escrito antes de 1580), dice haberse holgado de ver la famosa Cueva, añadiendo: «Yo no me quiero poner á distinguir sí fué ó no tal. Esta es la común opinión que el vulgo tiene». Mas ¿qué diríais si os asegurase que, por los mismos años en que Wagner componía el Tannhäuser, los nombres de Enrique de Ofterdingen, de Wolfram de Eschenbach, de Walter de la Vogelweide, de Hermann de Thüringia y hasta el mago Klingsor, eran perfectamente conocidos en España, y andaban de boca en boca entre los contemporáneos del general Espartero, de Olózaga, de Narváez y de González Brabo? ¿qué diríais, al saber que la Lucha de cantores de Wartburgo era obra de lectura popular en España, en el año 1843? Pues lo era, y, en la referida fecha se imprimió en Madrid un librito de 133 páginas en 16.º, rotulado Los maestros cantores, cuento nocturno de E. T. A. Koffmaun, (sic) que no es otra cosa sino una versión (28) del cuento incluido en Los hermanos de Serapion, a que alude Wagner en sus memorias. Allí se habla de Juan Cristóbal Wagenseil, el colector de las crónicas de Nurenberga (29); de Klingsor, «hombre profundamente versado en las ciencias ocultas»; que «calcula el curso de los astros y reconoce las relaciones maravillosas de su marcha con la de nuestro destino»; que «sabe los secretos de los metales, de las plantas, de los minerales, y además es muy experimentado en los negocios del mundo»; de Enrique, que «tan perfectamente pintaba en sus versos la voluptuosidad y los amores», de casi todos los personajes, en suma, que en el Tannhäuser intervienen. NOTAS (1) Pueden verse todas estas obras en el tomo onceno de la colección: Richard Wagner: Sämtliche Schriften und Dichtungen (Leipzig, Breitkopf & Härtel). La versión más completa que de los poemas de Wagner existe en España, es la titulada: Dramas musicales de Wagner, impresa en Barcelona, Biblioteca «Arte y Letras», 1885, (dos tomos en 8.º). Comprende: Rienzi, Buque fantasma, Lohengrin, Tristán, Maestros Cantores, Nibelungo y Parsifal. Véase también el utilísimo libro de Eduardo L. Chavarri: El anillo del Nibelungo; Tetralogía de R. Wagner (Madrid, B. Rodríguez Serra; un tomo en 8.º.) Respecto del wagnerismo en España, consúltense los trabajos de Félix Borrell: El Wagnerismo en Madrid (Discurso leído en el Teatro de la Princesa en la tiesta inaugural de la «Asociación Wagneriana»; Madrid, 1912); Los Maestros Cantores de Nuremberg (Boceto crítico); Madrid, 1913; y la Carta-abierta que precede a la versión de El Ocaso de los Dioses por E. López-Marín (Madrid, 1909). Uno de los más antiguos estudios escritos en España sobre Wagner, es el artículo de Francisco A. Barbieri, publicado en la Revista Europea (Madrid, Medina y Navarro; tomo II, p. 216) del año 1874, con el título de La música de Wagner. Allí reconoce Barbleri que Wagner «no es un compositor vulgar». Las obras de carácter general a que me he referido en el texto, son: ?H. S. Chamberlain: Das Drama Richard Wagners; Leipzig, 1892. ?Jessie L. Weston: The Legends of the Wagner Drama (The Niebelungen; Parsifal; Lohengrin; Tristan; Tannhäuser); London, 1896. ?E. Schuré: Le drame musical; Paris, 1875 (dos vols. en 8.º; hay octava edición, aumentada). ?Maurice Kufferath: Lohengrin 3.ª ed. Paris-Bruxelles, 1891; Siegfrid, 1891; La Walkyrie, 1877; Les Maîtres-chanteurs de Nuremberg, 1898; Tristan et Iseult, 1894; Parsifal, 1890 (tomos publicados con el titulo general de: Le Théatre de R. Wagner, de Tannhaeuser à Parsifal). Véase también la Wagner Encyclopädíe (Leipzig, 1891) de Glasenapp, y sobre el pensamiento wagneriano, el libro de Hugo Dinger: Richard Wagners Geistige Entwickelung (tomo I; Leipzig, 1892). (2) Ma Vie, trad. Valentin y Schenk; París, 1911-1912; t. I, páginas 239 y 307. (3) En 5 de Febrero de 1876 (Vid. Luis Carmena y Millán: Crónica de la ópera italiana en Madrid; Madrid, 1878. Es curioso el juicio que, en esta obra, prologada por Barbieri, formula Carmena acerca de Wagner; le reconoce talento, pero le niega inspiración, y hasta asegura, como cosa indiscutible, que no ha llegado a escribir nada definitivo, por el estilo de Los Hugonotes ó de Roberto el Diablo!!). (4) Conozco, además, otra edición, traducida por D. Antonio Ferrer del Río; imprimióse en Madrid, el año 1843, en 4.º mayor, con láminas y grabados. (5) Véase la crítica de este drama, por Luis Alfonso, en la Revista de España de 1878, pág. 137 del tomo XLIX. (6) Por D. N. Fernández Cuesta, en la Biblioteca de Gaspar (dos cuadernos; Madrid, 1880). (7) Conócense dos ediciones: una, de Salamanca, 1503; y otra de Madrid, 1858 (t. XLIV de la Biblioteca de Autores Españoles, publicado por D. Pascual de Gayángos). Gayángos menciona tres códices: uno de la Biblioteca particular de S. M., y dos de la Nacional. El único de ellos que contiene la parte relativa al Caballero del Cisne, es el ms. 2.454 de la Nacional (siglo xv), que será publicado pronto, en la citada parte, por D. Hemeterio Mazorriaga. Véase, sobre esta materia, mi libro: El Mito de Psyquis; Barcelona, 1908; pág. 21 y sigs. (8) Sobre el lugar común del parto de los siete hijos, véanse: R. Menéndez Pidal, La leyenda de los Infantes de Lara; Madrid, 1896; y M. Menéndez y Pelayo: Introducción á Los Pórceles de Murcia (en las Obras de Lope de Vega, tomo XI) y Tratado de los romances viejos; t. II, Madrid, 1906; p. 492. Acerca de las malas artes de la madrastra puede citarse, entre otros muchos rasgos análogos, el Recontamiento de la doncella Carcayona, publicado por F. Guillén Robles en sus Leyendas moriscas (I, 181 y sigs.), los romances de Doña Arbola, las madrastras del Dolopathos francés, del Libro de los engaños e los asayamientos de las mugeres, mandado traducir del árabe al castellano por el infante D. Fadrique en 1253 (vid, mi edición en la Bibiotheca Hispanica) y del Llibre dels set savis de Roma (recientemente publicado: Barcelona, 1907, por mi doctísimo amigo D. Ignacio de Janer), y numerosos cuentos populares. (9) Gaston Paris, en la Romania, XVII (1888), pp. 526-527; XIX (1890), p. 315 y ss.?Comte de Puymaigre, Les vieux auteurs castillans; 2.e série; Paris, 1890; páginas 117 y sigs. (10) A principios del siglo XIX, López Soler publicó, con el titulo de El Caballero del Cisne, una novela que no es otra cosa sino el Ivanhoe de Walter Scott, transportado á los tiempos de D. Juan II. (11) Luis Tieck (1773-1853), novelista, poeta y dramaturgo alemán. (12) Ma Víe, I, 356-357. (13) Ma Vie; II; págs. 14 y 135. Simrock publicó una buena edición de la Wartburkrieg en 1858 (Stuttgart und Augsburg). Véase el estudio de R. Schneider: Der zweite Theil des Wartburg-Krieges und dessen Verhältnis zum Lohengrin; Muhlberg, 1875. (14) A. Bossert: La Littérature allemande au Moyen Age; Paris, 1882; pág. 372.?Fr. Zander: Die Tanhäuser. Sage und der Minnesinger Tanhäuser; Königsberg, 1858. (15) La légende de Tannhäuser (en el vol. Légendes du Moyen Age; 3.ª ed.; Paris, 1908), pág. 113 y sigs.?Le Paradis de la reine Sibylle; en el mismo volumen; pág. 67 y sigs.). Y el artículo de Erich Schmidt en la revista Nor und Süd (Noviembre, 1892). (16) Puede leerse en los Minnesinger de Von der Hagen, donde constan también las poesías atribuidas á Tannhäuser. (17) Obras completas; ed. Menéndez y Pelayo; tomo VI, página 294 y sigs. (18) Véase el periódico El Mundo, de Madrid, 21-Diciembre-1907. (19) Ed. Menéndez y Pelayo, en el tomo II de los Orígenes de la Novela; Madrid, 1907; p. 146 y sigs. (20) Wolf y Hofmann: Primavera y flor de Romances. &.ª; Berlin, 1856; n.º 112. (21) Wolf y Hofmann; ob. cit.; n.º 145. (22) Nótese también, en El Libro de los Gatos (edición George T. Northup; Chicago, 1908; núm. XXIV) el enxienplo de aquel «onbre, que auia nonbre Galter», que «pusso de yr buscar vn logar do siempre ouiesse gozo e nunca pudiese su coraçon entresteçer, e tanto andido fasta que fallo en vna tierra vna muger muy fermosa». (23) La más antigua edición conocida del texto italiano (Guerino il Meschino) es de Padua, 1473, aunque hay otra de Bolonia, 1475, hecha según un manuscrito distinto del de la precedente. Melzi y Tosi (Bibliografia dei romanzi di Cavalleria; Milano, 1865), citan hasta 23 ediciones italianas más. El traductor castellano fué Alonso Hernández Alemán, vecino de Sevilla. Su obra se imprimió en esta ciudad, el año 1512. Hay otras ediciones de Sevilla, 1527, y la misma ciudad, 1548. (24) Vid. la ed. Boehmer, en los Romanische Studien, tomo VI (1895) pp. 410-411. (25) También es circunstancia significativa, que los árabes llamasen á los Pirineos «montes del Templo de Venus», por alusión al de Venus de Portvendres. (Cons. á E. Saavedra: La Geografía de España del Edrisí; Madrid, 1881-1889; p. 87). (26) Luis Fernández-Guerra: D.Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza; Madrid, 1871; pág. 178. Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos: Historia de las Cuevas de Salamanca; Salamanca, 1737; p. 17 y sigs. F. Hieronymo Román: Repvblicas del Mvndo; II Parte; Salamanca, Diego Cosio, 1594; fol. 313. (27) Ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, tomo I, p. 311. Sobre el probable conocimiento en España, hacia 1581, de la leyenda de Fausto, celebrado entre los estudiantes salmantinos, véase a Sánchez Moguel: Memoria acerca de El Mágico Prodigioso de Calderón, Madrid, 1881; p. 131. No hablo de otras leyendas, menos directamente enlazadas con el tema de Tannhäusser, como la del Purgatorio de San Patricio, que dió lugar a un conocido opúsculo del Dr. Juan Pérez de Montalván (Vida y Purgatorio de San Patricio; Madrid, 1627; ídem, 1656; Sevilla, 1721, &), al Viatge al Purgatorl de Sant Patrici fet en 1398 pel comte Ramón de Perellós; o la Historia del cavaller Tutglat, y el Viatge a l’ infern (1608) de Pere Porter (vid, la ed. de la Bibioteca popular de L’ Avenç; Barcelona, 1906), quizá el Pedro Botero de nuestros cuentos populares. La Historia (catalana) del cavaller Tutglat, como la Estoria (portuguesa) d’hun cavaleyro a que chamava Tungulu, y la Historia (castellana) del virtuoso cavallero don Tungano (Toledo, 1526), proceden, mediata o inmediatamente, de la Visio Tungdali. Es, lo mismo que la Vida de San Amaro, relacionada con los viajes de San Brandán, una de las vaniadísimas formas de la leyenda antigua sobre el viaje de un viviente al otro mundo. (Cons. A. Van Gennep: La formation des Légendes; Paris, 1910; p. 102 y sigs.; Ph. de Félice: L?autre monde, Paris, 1906, passim). Pueden citarse también, a este propósito, las visiones de nuestro San Valerio, Abad del Bierzo, y los enxenplos 129 y 130 del Libro de los enxenplos de Sánchez de Vercial (ed. Gayángos). (28) Probablemente del francés. Del alemán tradujo un anónimo el cuento: ¡No vuelve!, publicado en 1866 en el folletín del Norte de Castilla (Valladolid), con el título de: Cuentos para mis jóvenes amigos, de Francisco (sic) Hotfmann. Con el titulo de Obras completas de E. T. A. Hoffmann (Cuentos fantásticos), «traducidos por don A. M., adornados con preciosas láminas por D. A. Roca», salieron a luz en Barcelona dos tomos en 4.º, por los años de 1847. (29) «De civitate Noribergensi commentatio; accedit de Germaniae phonascorum von der Meister-Singer origine, praestantia, utílitate et institutis, sermone vernaculo liber; Altdorfi Noricorum, 1697.» |
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No recuerdo dónde lo leí, pero parece ser que alguna vez Kyot se ha identificado con un trobador occitano real Guiot de... (nosequé), al que Eschenbach habría conocido en uno de esos torneos de canto, como en el que aparece en el Tannhäuser0 Si alguien encuentra ver el tema del Grial desde un punto de vista muy irónico, junto con otros temas medievales, yo le recomiendo el Baudolino de Umberto Eco. No es El Nombre de la Rosa, pero no tiene desperdicio. Leb wohl! |
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¿ Que tal Phalene ? Siento discrepar,pero yo creo que Wolfram no fue tem-plario. En ninguna mini-biografia que he leido de Wolfram se comenta este dato. En cambio de otros minnesinger como Friedrich von hausen, Johannsd- orf o Harmann von Aue se menciona en sus escuetas biografias su participa- cion en las cruzadas. ( De Harmann von Aue,puede encontrarse en la edito- rial catedra su obra " El pobre Enrique " en cuyo texto se inspiro el com- positor wagneriano Hans Pfitzner para componer la opera del mismo titulo Te recomiendo ambas ).Aunque si en Hungria,que fue provincia templaria, los templarios tuvieron muy poco arraigo en los territorios alemanes. Es mas el grabado de Wolfram que aparece en el " Codice Manesse " se le representa con un casco teutonico.Pues no,nunca he oido hablar del Priorato de Sidon Y del Rey del mundo,conozco la obra de Rene Guenon.En cuanto al hachis... Un libro interesante que habla de las relaciones templarios y asesinos lo puedes encontrar en el " Islam y el Grial "de un tal Ponsoye. A David Revilla comentarle que el trovero y no trovador con quien se identifica al enigmatico Kyot es Guiot de Provins,pero no pasa de ser una mera hipotesis cuando el tal Kyot no existio nada mas que en la imaginacion de Wolfram . Muy interesante el texto de F. Javier, desconocia la existencia del libro y por tanto del texto. Lo mas cercano es el libro " Wagner y el teatro cla- sico español de J. Mota |
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Lo prometido es deuda: Asociación Wagneriana de Madrid. Madrid, 1913 Las leyendas de Wagner en la literatura española Por Adolfo Bonilla y San Martín http://www.archivowagner.net/1913lw.html Esperon que cuando lo lean disfruten tanto como yo he disfrutado digitalizándolo. |
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A Francisco Javier: jo, menudo curro te has dado. Seguro que te lo agradecemos todos los miembros de este foro. Yo sí. A Zaragoza: supongo que nunca sabremos si era o no templario, pero lo único que me parece claro es que era afín a ellos. Un saludo. |