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DANIEL
BARENBOIM.
Jane
Eaglen (Elisabeth), Waltraud Meier (Venus),
René Pape (Landgrave Hermann), Peter Seiffert
(Tannhäuser), Thomas Hampson (Wolfram von Eschenbach),
Gunnar Gudbjörnsson (Walther von der Vogelweide),
Hanno Müller-Brachmann (Biterolf), Stephan Rügamer
(Heinrich der Schreiber), Alfred Reiter (Reinmar
von Zweter), Dorothea Röschmann (joven pastor).
Coro de la Deutsche Staatsoper de Berlín (Director:
Eberhard Friedrich). Staatskapelle Berlin.
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3
CDs TELDEC 8573-88064-2 (Estudio, Mayo/Junio 2001, Libreto
en alemán e inglés)
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En
las últimas décadas Daniel Barenboim ha sido, que duda cabe, uno
de los directores más dedicados y volcados en la difusión de la
obra de Richard Wagner. Cuando próximamente grabe El holandés
errante, habrá registrado los diez títulos que conforman el
repertorio wagneriano estándar, algo que sólo Sir Georg Solti, otro
abnegado wagneriano, había realizado hasta la fecha. Además cuenta
en su curriculum con 161 actuaciones en el Festival de Bayreuth,
desde su presentación en 1981 con Tristán e Isolda hasta
su despedida en 1999 con Los Maestros cantores de Nüremberg.
Claro que cuando uno repasa la lista de los directores que más veces
han aparecido en la colina verde, le entran a uno dudas sobre si
este indicador es válido a la hora de establecer la calidad de la
batuta (1).
Después
del flojo Lohengrin y del fiasco de los Maestros Cantores
(ver sección Discos
en el número de Julio 2001 de Wagnermanía) interesaba comprobar
si el maestro argentino seguiría en descenso o, por el contrario,
sería capaz de situarse en esta nueva entrega al nivel de su excepcional
Tristán. Para este Tannhäuser se ha cuidado al máximo
el reparto, acudiendo a cantantes que figuran entre lo más granado
del panorama actual (con un lunar del que luego se hablará), aunque,
ya se sabe, esto no siempre garantiza buenos resultados. Al contar
con la participación de una Venus de lujo (Waltraud Meier), se ha
optado por la versión de Dresde, pero con el dúo Venus-Tannhäuser
(Escena Segunda del Primer Acto) revisado para París, con lo que
el personaje de Venus gana en profundidad y riqueza, y también en
extensión. Curiosamente tanto en las funciones berlinesas de la
última temporada como en las cuatro ofrecidas en el Festival de
Verano del Teatro Real de Madrid, con Angela Denoke encarnando los
dos papeles femeninos, se representó la versión de Dresde pura (ver
Posoperatorio
en el número de Julio 2002 de Wagnermanía).
La
dirección de Barenboim, pese a algún que otro altibajo y licencia
con la partitura, es excelente. En la Obertura (2) destacan la transparencia
orquestal, una gran claridad de planos y el bello sonido de las
cuerdas de la Staatskapelle, cualidades que pueden aplicarse a la
versión en su conjunto. En 6’06’’ Barenboim se muestra frenético,
cuando la partitura reza Un poco accelerando. En 6’16’’ Barenboim
corre un poco, desentendiéndose de nuevo del texto (Tempo I.
Nicht eilen. Breit.) En 9’05’’ sólo se oyen los violines llevando
la melodía, los cuatrillos de semicorcheas en violas y cellos suenan
con poca presencia, se intuyen. Imponentes los dos minutos finales,
con unas trompas seguras y de bello sonido en 12’23’’ y poderosos
metales en el final. Barenboim brilla a grandísima altura en toda
la escena del Venusberg, especialmente en la intervención de Venus
“Geliebter, komm!” (CD 1, pista 6), de sonoridades tristanescas.
Aquí el director suspende milagrosamente el tiempo. Merecen atención
esos rubatos marca de la casa después de la frase de Venus
“Die Liebe feire, da ihr höchster Preis die ward!” (CD 1, pista
3, 4’44’’) o inmediatamente antes de la segunda estrofa del Himno
a Venus (CD 1, pista 4, 2’36’’). En ambos casos se trata de
una transición a un Allegro con indicación de molto crescendo,
después de un pasaje (Molto) moderato que finaliza
con un breve ritenuto. El arranque de la orquesta después
de la tercera estrofa (CD 1, pista 8) es realmente “Sehr bewegt”
(Molto agitato). Bellísimo el acompañamiento tan camerístico al
comienzo de la Escena Tercera del Segundo Acto (CD 2, pista 4),
antes de la entrada de los invitados. Para quien esto firma,
estamos ante el mejor Wagner del argentino después de su Tristán.
Waltraud
Meier es una Venus sensacional, y en esta grabación el timbre resulta
menos gutural que en otras ocasiones. La voz es carnosa, con una
zona central no carente de terciopelo y graves consistentes y bien
apoyados. Y, no menos importante, su Venus rebosa sensualidad desde
la primera frase (“Geliebter, sag, wo weilt dein Sinn?”, CD 1, pista
3, 0’29’’). Su frase “Bist du so bald der holden Wunder müde, /
die meine Liebe dir bereitet?” (pista 3, 3’16’’) parece cincelada
por una artista que también ha dado vida a una memorable Kundry.
Poco importan algunas tiranteces en la zona alta, sin duda disimuladas
por la ingeniería de sonido, como el Sol4 en “Geliebter”
(pista 4, 2’29’’), de emisión forzada y con un extraño trino, ese
Sib4 sobre “ach!” (pista 5, 2’33’’), fijo y que parece postizo o
el La4 sobre “Göttin” (pista 6, 4’14’’).
Peter
Seiffert es un fino tenor lírico, poseedor de una voz grata y buena
técnica. Como viene siendo norma en su cuerda, poco a poco va acometiendo
papeles de mayor calado que los que naturalmente convendrían a su
voz por timbre, extensión y potencia. En esta grabación sale sorprendentemente
airoso del empeño, y compone un Tannhäuser ligero, muy bien cantado
(3), algo justo de empuje y acentos dramáticos. En el Himno a
Venus (CD 1, pistas 4, 5 y 7) Seiffert se muestra valiente,
pero no puede disimular la falta de peso de su voz. Tiene que forzar
y llega fatigado al final de las tres estrofas, cortando los “in”
finales de “Königin” y “Göttin”. Asimismo la voz presenta un feo
vibrato, bien que no demasiado acusado, en el Fa#3 y el Sol3.
Se supera en la tercera estrofa (pista 7), con la voz mejor apoyada
y un excelente fraseo. En algunas frases utiliza magistralmente
el recurso, típico del gran Windgassen, del énfasis con fines expresivos,
como en “Ein Wunder war’s / ein unbegreiflich hohes Wunder!”
(CD 2, pista 2, 2’37’’) o en el tremendo “so bist nun ewig du verdammt!”
(CD 3, pista 8, 7’22’’). En el Segundo Acto, Seiffert se muestra
un tanto frío, poco impulsivo, en sus respuestas a Wolfram, Walther
y Biterolf (CD 2, pistas 9, 11 y 12), durante el torneo de canto.
Se echa aquí de menos una voz con más cuerpo y más expresividad,
que refleje mejor el alucinamiento de Tannhäuser. Mayores muestras
de ardor da Seiffert en su segunda respuesta a Wolfram (CD 2, pista
13, 1’20’’). En la narración de Roma, refleja con su canto
el dolor de la penitencia, pero en ningún momento carga las tintas
o se pasa de histriónico. Préstese especial atención a los versos:
“Ein Engel hatte, ach! (p) der Sünde Stolz / dem Übermütigen
entwunden, / für ihn (p) wollt ich in De(>
énfasis)mut büßsen, / das Heil erflehn, das mir verneint,
/ (riten.) um ihm die (<) Träne zu ver(>)süßen,
/ die er mir Sünder einst (pp) geweint!”. Seiffert
es aquí un fraseador delicado, exquisito, escrupuloso con las acotaciones
dinámicas y de matiz de la partitura.
El
lunar de esta grabación al que aludía no es otro que la Elisabeth
de Jane Eaglen, cuya escucha es un verdadero tormento auditivo y
pone a prueba la paciencia del oyente. Para empezar, la voz suena
abierta, muy deteriorada, completamente exenta de dulzura (4). Estas
características de la voz chocan frontalmente con la personalidad
de Elisabeth, y servirían para descalificar de plano la elección
de Eaglen en este papel. Lo malo del caso es que no se me ocurren
muchas alternativas. El “Dich, teure Halle!” (CD 2, pista 1, 1’50’’)
es lamentable. En “Aus mir entfloh der Drieden” (2’42’’) la voz
de Eaglen es puro papel de lija. En “nicht länger weilt er ferne
mehr!” (3’33’’) se salta la palabra “länger”. Poco más adelante
se repite el mismo verso (3’55’’) y de nuevo Eaglen lo modifica,
esta vez de forma ininteligible, además de gritar el La4 sobre “ferne”.
En el verso final (se repite), “Du, teure Halle, sei mir gegrüßt!”,
accede al grito (Sol4 sobre “Halle”) mediante un apoyo no
escrito. El dúo se desarrolla sobre similares parámetros, y además
la presencia de Seiffert pone más en evidencia, por comparación,
los defectos de la soprano. La plegaria del tercer Acto (CD 3, pista
4) es también para olvidar. Ya en el segundo verso es apreciable
el vibrato en el Mib4 sobre “dir” y en el Lab3 (!?) sobre
“ich”, y el Solb4 sobre “nur anzuflehn für seine Schuld,…”
(6’03’’) es forzadísimo. Dejo para el final lo único positivo de
su aportación: Eaglen se redime parcialmente en su intervención
“Zurück von ihm! Nicht ihr seid seine Richter!” del Segundo Acto
(CD 2, pista 14, 2’12’’), que canta con mucho sentimiento, y en
la que, aunque algunas notas siguen sonando abiertas, la voz retiene
aún parte de la belleza de hace unos años. Los cuatro últimos versos,
desde “Ich flehe für ihn, ich flehe für sein Leben” (2’18’’) son
casi perfectos, y además el acompañamiento de un extático Barenboim
se me antoja inspiradísimo.
Thomas
Hampson, en magnífica forma, es otro de los aciertos de esta grabación.
Sus cualidades vocales y la experiencia acumulada de sus abundantes
y notables excursiones en el mundo del Lied le permiten componer
un Wolfram noble, elegante, de excelente dicción alemana y con dominio
del canto legato. Todas sus intervenciones, incluso frases
sueltas, son de excepción. Nótese la impecable línea de canto y
los matices expresivos que extrae Hampson del “Blick ich umher in
diesem edlen Kreise” (CD 2, pista 8). Asciende al Fa3 (incluso mantenido)
sin problemas, como en “wo ewig strahlt dein Stern” (CD 2,
pista 13, 1’10’’). En su inmaculado Canto a la estrella,
cantado con admirable legato destacaría, entre tanta excelencia
canora, el pp final sobre “zu werden” (CD 3, pista 6, 1’54’’
a 2’04’’), realmente exquisito.
El
caso Pape es digno de estudio. Este cantante no es de este
planeta. En la docena larga de veces que recuerdo haberle visto,
en ópera o en concierto, siempre ha rendido al máximo nivel, sin
un mal día o síntomas de debilidad. La voz es aterciopelada y de
gran nobleza (escúchese su intervención “Noch bleibe denn unausgesprochen”,
CD 2, pista 4, 2’02’’). Su registro es muy amplio, lo que le ha
permitido encarnar en escena desde el Sarastro hasta el Escamillo
(!?), pasando por Marke, Felipe II, Fasolt, Rocco, Leporello, Don
Giovanni. Aquí se mueve con comodidad entre el Fa1 y el Mi3
(ver nota 5). Y,
para su relativa juventud, exhibe modos de liederista consumado
(“Der Anmut und der holden Sitte, / der Tugend und dem reinen Glauben.”,
CD 2, pista 7, 3’02’’). Todo un fenómeno de la naturaleza. Pedir
que su voz suene a “anciano venerable” es ya pedir lo imposible.
Bien
el resto del reparto. El eficiente Hanno Müller-Brachmann es un
sólido Biterolf, cuyas muestras de enfado no comprometen la línea
de canto. Dorothea Röschmann es un lujo de pastorcillo, aunque la
toma de sonido (para mi gusto, demasiado reverberante) en este pasaje
es desafortunada: parece que la soprano canta solitaria en medio
de la catedral de Colonia. Sin llegar ni mucho menos a cotas estelares
(Wunderlich), me ha sorprendido gratamente el Walther von der Vogelweide
de Gunnar Gudbjörnsson, flojísimo Don Ottavio en el pobre Don
Giovanni que Barenboim trajo a Madrid en el Festival de Verano
2000. Espléndido el Coro de la Deutsche Staatsoper, que requeriría
un refuerzo en los bajos. Las sopranos, por el contrario, no suenan
aquí tan estridentes como al natural (6).
Posiblemente
estamos ante la mejor grabación de Tannhäuser de los últimos
30 años. Pero aunque esto sea motivo de celebración, no debemos
perder nunca la perspectiva y olvidar todo lo que hubo antes. Si
dejamos a un lado el asunto de las versiones (Dresde, París, Munich...),
éste de Barenboim no desbanca al imprescindible de Solti (Decca),
entre los de estudio y con magnífico sonido. Tampoco es superior
en lo interpretativo a los históricos de Bayreuth debidos a las
batutas de Keilberth (1954, Golden Melodram), Cluytens (1955, Golden
Melodram) o Sawallisch (1962, Philips), los dos últimos con Windgassen
en el papel protagonista. O al (pre)histórico de 1941 del MET, dirigido
por Leinsdorf, y con referencias canoras ineludibles como Flagstad,
Melchior, Thorborg, Janssen o List (Walhall, Gebhardt). Pese a todo
atesora numerosos aciertos, en el reparto y en la dirección, y es
una muestra de que, al menos en estudio, con voces actuales, bien
escogidas (sólo sobra Eaglen; ¿no hay otra soprano en el planeta
capaz de mejorar su Elisabeth?) pueden conseguirse buenos resultados
en repertorio tan difícil. De obligada escucha para quien ya conozca
alguna de las grabaciones mencionadas más arriba y para quienes
se interesen por el Wagner de hoy, que a veces también es de calidad.
Por si estas razones no fueran suficientes, por tiempo limitado
(campaña promocional del grupo Time Warner, que va a cerrar sus
sellos Erato y Teldec) hay que sumar el atractivo de su precio:
en algunas tiendas puede adquirirse por sólo 21 Euros (3.495 pta).
Notas
(1)
Después de Barenboim vienen (salvo error), Horst Stein (138), James
Levine (116) y Peter Schneider (104).
(2) ¡Aplaudida en Madrid en dos funciones! ¡Cuánto cateto suelto
anda por ahí!
(3) Da gusto seguirle partitura en mano. Seiffert es respetuoso
con lo escrito, hace los reguladores y los adornos previstos.
(4) La Eaglen es una cantante aún joven, pero parece que se ha abrasado
la voz cantando Turandots y Brünnhildes.
(5) Préstese atención a las frases (CD 2, pista 4, 2’44’’) “bis
du der Lösung mäch(Re3)tig(Do3) bist, / bis__du der Lösung, / der
Lö(La1)(~)sung(Sib1) mächtig bist(Fa1)”, con unos graves imponentes,
bien apoyados y con volumen. En la intervención “Gar viel un schön
ward hier in dieser Halle, / von euch, ihr lieben Sänger, schon
gesungen” (CD 2, pista 7) sube con facilidad pasmosa al Mi3 sobre
la palabra “Preis” (5’54’’).
(6) Me refiero, claro está, a las recientes funciones del Festival
de Verano en el Teatro Real.
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