Terminamos
esta semana con el repaso al Anillo de Knappertsbusch grabado en
Bayreuth en 1957, análisis empezado en el número anterior
de Wagnermania (ver anteriores). La
nueva sección "La isla del tesoro", prevista para
esta edición de febrero, se retrasa hasta el número
de marzo.
Decir
que “con Sigfrido llegó el escándalo” es exagerado, pero
estamos ante el lunar de este Anillo, y todo gracias a una
única persona: Bernd Aldenhoff (con alguna ayuda de la
Varnay en el dúo final, como se comentará). Si el año anterior la
segunda jornada fue gloriosa, posiblemente el mejor Sigfrido
visto en Bayreuth desde 1951 hasta la fecha, en 1957 el barco hizo
agua por el protagonista. A quien firma estas líneas nunca le ha
terminado de gustar Aldenhoff (4), pero en 1951 (con Karajan) y
1952 (con Keilberth) le recuerdo mucho mejor cantante que en la
grabación que nos ocupa. Dejando a un lado el timbre nada grato
y el estilo, la voz se ve afectada por un continuo vibrato
caprino muy desagradable, como en (5) “ein guter Freund?
/ Das frug ich mit dem Getön!” (CD7, pista 3, 1’03’’), “des
Ärger’s dann hätt ich ein End!” (pista 3, 2’37’’) e innumerables
ejemplos a lo largo de toda la obra, que hacen de la escucha un
ejercicio de paciencia. Y es una verdadera lástima, porque a su
lado está el excelente Mime de Paul Kuën y en el foso un
inspiradísimo Kna. Obsérvese, por ejemplo, el efusivo acompañamiento,
con unas cuerdas de terciopelo, a la inervención de Siegfried
“Ei, Mime! bist du so witzig / so lab
mich eines noch wissen.” (pista 4, 3’32’’, en particular las violas
en el pasaje que va de 4’36’’ a 4’55’’). El buen sonido general
permite apreciar con nitidez detalles que otras veces no se perciben
o están oscurecidos, como la rica escritura para los vientos en
el pasaje que va desde 1’15 en la pista 5 hasta 1’42, ya en la pista
6.
En la segunda escena Hotter parece fatigado. Escúchense las frases
“denn Unheil fürch tet / wer unhold ist.” (pista 8, 1’28’’) o “lieb
ich enfragen: / lohnend lehrt ihn mein Wort.” (pista 8, 3’11’’).
Pasa algunos apuros en las notas más agudas, como en el Mi de “der
sollte die Welt ihm gerwinnen.” (pista 9, 1’43’’) o el Fa
de “den Wotans Faust umspannt.” (pista 10, 2’46’’) y en ocasiones
el vibrato es acusado: “des Speeres starken Herrn.”
(pista 10, 3’19’’). Afortunadamente, hay también momentos excelentes,
como “Was zu wissen dir frommt” (pista 11, 0’13’’) o desde 0’44’’
en pista 13 hasta el final de la escena. La tercera escena se abre
con una espléndida intervención de Kuën, que expresa a la perfección
con su canto el temor de Mime. El crescendo orquestal
desde 0’41’’ (pista 14) hasta la entrada de Siegfried en
1’07’’ es impresionante, y encuentro difícilmente mejorable lo que
consigue el descuidado Kna acompañando la intervención de
Mime “Fühltest du nie / im finstren Wald” (desde 0’04’’ en
pista 15 hasta el final de la pista): da miedo. En la
canción de la fragua, Aldenhoff y Knappertsbusch no se ponen
de acuerdo acerca del tempo adecuado (CD8, pista 1, 1’08’’)
y el desencuentro se prolonga algunos instantes. Esta tendencia
se repite en la canción de la forja (pista 2, 3’22’’ en adelante)
durante la cual, además, Aldenhoff golpea un yunque de la Srta.
Pepis.
En la Primera Escena del Segundo Acto es patente que tanto Hotter
como Neidlinger no estaban en su mejor forma en esta función (6).
Ya he hablado (y más que hablaré) de las fatigas del primero. Alberich
también se muestra gastado y pasa sus apuros, como en “...zerstiebte
wie Spreu!” (pista 6, 3’15’’). En la Segunda Escena Aldenhoff
vuelve a las andadas: grita el La en “Nothung stob ich / dem Stolzen
ins Herz!” (pista 11, 2’43’’), reincide en el espantoso vibrato
(7) en “...wenn er dich selbst dort...” (pista 11, 4’46’’)
y suma y sigue. El trompa solista es magnífico (pista 16, desde
el comienzo hasta 2’09’’), como el Fafner de Josef Greindl,
que resulta amenazador ayudado por la amplificación, con unos graves
imponentes, como el Sol bemol en “nun treff ich auch Frab!”
(pista 16, 3’30’’). En la Tercera Escena destaca sobre todo Paul
Kuën, un Mime, ya se ha dicho, bien de voz, muy expresivo,
con un canto lleno de intención. Escúchense su “Willkommen, Siegfried!”
(CD9, pista 4, 0’08’’), sus risitas de hiena en 0’38’’ y 2’29’’
(pista 5) o la frase “Ich will dem Kind / nur den Kopf abhau’n!”
(pista 5, 2’51’’). Kna acompaña con gran ternura las intervenciones
finales de Siegfried, “Heib ward mir / von der harten Last!”
(pista 7) y “Nun sing! Ich lausche dem Gesang” (pista 8), que Aldenhoff
canta con su vulgaridad habitual. Muy adecuada la voz de Ilse Hollweg
al papel de Pájaro del Bosque.
El Tercer Acto comienza anunciando tormenta, con un despiste de
la orquesta, que a mí me parece dura de 0’23’’ a 0’38’’ (pista 9),
hasta que Kna, seguramente levantándose de su asiento y abriendo
los brazos y mirando a un lado y a otro consigue imponer orden en
las filas. La voz de Hotter suena cansada en su llamada a Erda
(pista 10) comparada con la potencia y seguridad que mostraba en
1953 (con Clemens Krauss). La Erda de Maria von Ilosvay no
me termina de convencer, y además tiene un fallo estrepitoso en
“herrscht durch Meineid?” (pista 12, 1’28’’). Jean Madeira
(con Kna en Bayreuth 1956) o Marga Höffgen (en la grabación
de estudio de Georg Solti y con Rudolf Kempe en Bayreuth 1960) son
muy superiores. La Segunda Escena transcurre sin sobresaltos, y
Siegfried se apresta a despertar a Brünnhilde. Varnay
se despierta relativamente fresca (“Heil dir, Sonne!”, CD10, pista
9, 2’52’’), nada apunta lo que vendrá a continuación. Aldenhoff
pone la directa (¿tenía prisa?) y pronto se desentiende la orquesta
(pista 9, 4’35’’). Ya desde el comienzo del dúo Varnay se muestra
un tanto insegura, titubeante, como pendiente de su despertador
y de la orquesta; “Siegfried ist es / der mich erweckt.” (pista
9, 5’44’’). Cosa extraña (compárese con los dúos de 1956 y 1958
con Windgassen y, por supuesto, los de fecha anterior) la voz suena
áspera y forzada (“Dich liebt ich immer”, pista 10,
1’12’’), aunque aún intercala algún detalle extraordinario, como
el final de la frase “mir war er / nur Liebe zu dir!”, apianando
perfectamente (pista 10, 2’30’’). Aldenhoff está bastante peor:
su “wenn alle Sinne dich / nur sehen und fühlen!”
(pista 10, 3’44’’) es todo un compendio de horror canoro. Los problemas
crecen, y desde 0’37’’ (por fijar un momento) hasta el final del
dúo ambos se lo quitan de encima como pueden. El “lachendes Tod!”
final de Varnay (pista 15, 2’37’’) es casi el grito de Tarzán. Cae
el telón y un tupido velo sobre este Sigfrido (8).
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Duo final de Sigfried en Bayreuth (1956)
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Sucesivas audiciones de este Ocaso de los Dioses me han hecho
cambiar de opinión, que inicialmente no era tan positiva. Ahora
pienso que la función fue realmente muy buena, a la altura de los
otros testimonios grabados con dirección de Kna, que hacía
toda una creación en esta última jornada (Bayreuth 1951, 1956 y
1958, Munich 1955, ¡este último con Aldenhoff!). En la escena
de las Nornas que abre el Prólogo, Kna recreaba como
nadie ese ambiente de misterio que confieren a la escena las cuerdas
con sordina. De nuevo este firmante tropieza con Maria von Ilosvay,
esta vez como una Primera Norna mejorable (Jean Madeira en
1956, por ejemplo). A cambio la Tercera Norna de Birgit Nilsson
resulta todo un derroche (CD11, pista 4). Tras un amanecer (pista
6) llevado a buena marcha, parece que a Astrid Varnay le sentó bien
el día de descaso y se muestra radiante en su “Zu neuen Taten” (pista
7, 0’00’’), y a lo largo de todo el dúo tiene momentos brillantísimos:
“heilig dir in der Brust” (pista 8, 1’51’’), “Ihn geiz ich als einziges
Gut!” (pista 9, 1’12’’), “Oh! heiliger Götter!” (pista 10, 1’24’’).
Dicen que el ser humano es más sensible a la variación en la intensidad
del estímulo que a la intensidad misma. Escuchando este Ocaso
a continuación del Sigfrido no puede uno estar más acuerdo:
después de Aldenhoff, Windgassen (9) es una caricia para los oídos.
En la Primera Escena del Primer Acto Hermann Uhde (Gunther)
y Josef Greindl (Hagen) se me antojan ideales en sus roles
respectivos. La voz rocosa de Greindl personifica a la perfección
la maldad de Hagen, pero es también flexible y sabe mostrarse
irónica cuando la ocasión lo requiere (“den wünsch ich Gutrun’ zum
Mann”, pista 13, 1’59’’). Si acaso cabe criticarle el vibrato,
en esta escena ligero, más acusado en la siguiente. Uhde es el mejor
Gunther que he escuchado. Da prestancia a un personaje con
frecuencia deslucido, y es fascinante observar como la voz refleja
la transformación del guibichungo a lo largo del drama, de la indecisión
e incluso cobardía a la nobleza recuperada de los últimos momentos.
Obsérvese cómo transmite un nerviosismo creciente en las frases
“Und Siegfried – hat ihn erkämpft?” (pista 13, 3’40’’), “Und Brünnhild’
gewänne nur er?” (pista 13, 3’58’’) y “Was weckst du Zweifel und
Zwist?” (pista 13, 4’08’’). La Gutrune de Elisabeth Grümmer
deslumbra ya desde su entrada, haciendo maravillas en su “Welche
Tat schuf er so tapfer, / dab als herrlichster Held er genannt?”
(pista 13, 2’11’’). Es toda dulzura en “Du Spötter, bösser Hagen”
(pista 14, 0’49’’). En la Segunda Escena, el saludo de Hagen
a Siegfried es imponente: “Heil! Heil, Siegfried, teurer
Held!” (pista 15, 3’23’’). Es de lamentar el corte brusco al final
de este CD.
La
voz de Grümmer es un soplo de aire cálido en su bienvenida a Siegfried
(CD12, pista 3). Windgassen está pletórico en toda esta escena,
especialmente durante el juramento de la hermandad de sangre
(pista 5). Al final de la escena, sorprende Greindl con un Si mantenido
durante 9 segundos en “des Niblungen Sohn” (pista 7, 3’41’’).
Después del interludio orquestal (pista 8) en que el humor pasa
de los tintes sombríos (guardia de Hagen) a los melancólicos
e incluso alegres (asociados a Brünnhilde) llegamos, tras
la inervención de Brünnhilde, a una escena de Waltraute
(pista 10), en la que Maria von Ilosvay (no hay dos sin tres) está
sólo discreta (¡cómo me acuerdo, de nuevo, de Jean Madeira!). En
“An deiner Hand, der Ring” (pista 11, 1’18’’) las carencias de la
voz son evidentes; en “Walhalls Göttern weh!” (pista 11,
6’04’’) el La en “weh” es un grito ahogado. En el tramo final de
esta Tercera Escena es especialmente impresionante la manera en
que Kna va elevando la tensión en la orquesta, desde momentos
antes de la llegada de Siegfried a la roca (pista 12, 1’17’’)
hasta desembocar en el grito de Brünnhilde “Verrat!” (2’39’’).
Momentos antes del final de este Primera Acto tenemos un ejemplo
claro de las pausas de Kna: en 4’04’’ dos silencios de blanca
y uno de negra le duran a Kna tres segundos; a Solti, en
la grabación de estudio, poco más uno (10).
Según Ernest Newmann, el Segundo Acto de El Ocaso de los Dioses
es “el mayor logro de Wagner en el drama musical”. Ángel Fernando
Mayo va aún más lejos, y alguna vez se ha referido a él como “una
de las cumbres de la dramaturgia occidental”. Después de un breve
y sombrío preludio (CD13, pista 1), en el que se suceden y mezclan
varios motivos (11) se llega a la escena de Alberich y Hagen.
A Greindl le beneficia la tesitura en esta escena, y coloca un par
de La bemol(es) como dos soles en “Gab mir die Mutter Mut,
/ nicht mag...” (pista 2, 1’26’’). La breve Segunda Escena
se beneficia de la acariciante voz de la Grümmer, Gutrune
excelsa. Ya en la dramática Tercera Escena, después de la llamada
de Hagen a los guibichungos (pista 5) y las disonancias en
los cuernos de toro (pista 5, 1’18’’, 1’31’’ y 1’34’’) desembocamos
en el primer coro de la Tetralogía. Los coros de Bayreuth
muestran su acostumbrado nivel de excelencia. Baste una muestra:
el “Heil dir, Gunther” que abre la Cuarta Escena (pista 7). Aquí
la trágica Varnay está inmensa: en “Heil’ge Götter” (pista
10) nos lleva a las puertas del Walhall. Windgassen también está
a altura similar en el juramento de fidelidad (“Helle Wehr
/ heilige Waffe”, pista 12), enfatizando con gran efecto algunas
frases (“schneide du mich”, “treffe du mich”). En la Quinta y última
Escena de este Segundo Acto, los tres (Brünnhilde, Hagen y
Güunther) están estupendos. Varnay es aquí de nuevo la
inalcanzable, con un desgarrador “Ach, Jammer! Jammer!” (pista
14, 1’05’’), un “das teure Geschlecht, / das solche Zagen ººgezeugt”
(pista 16, 1’14’’) que destila ira y desprecio y un monumental “Gutrune
heibt der Zauber” (pista 16, 5’28’’).
En la Primera Escena del Tercer Acto (CD14), como en la escena inicial
de El Oro del Rin, el trío de ondinas es excelente,
destacando sobre todo la Woglinde de Dorothea Siebert. Quisiera
resaltar un detalle orquestal: las notas acentuadas de las maderas
que acompañan a las risas de las ondinas (pista 3, 2’47’’
y 2’50’’), detalle que, si no fuera cronológicamente inconsecuente,
diríamos straussiano. Windgassen está muy bien de voz: su
“Mein Schwert zerschwang einen Speer” (pista 5) o, ya en la Segunda
Escena, sus llamadas “Heiho!” (pista 6, 0’42’’), “Hoiho! Hoihe!”
(pista 6, 0’48’’) suenan convincentemente heroicas. Pocas veces
he encontrado su voz tan bella como en la narración de Siegfried,
“Mime hieb / ein mörrischer Zwerg” (pista 8, 0’08’’). Y su “schlafend
ein wonniges Weib” (pista 9, 1’39’’) es antológico. Es tremendo
el instante entre el “Was hör ich!” de Gunther (pista 9,
2’55’’) hasta 3’28’’, con un potente clímax orquestal de gran impacto
dramático. Greindl dice su frase “Meineid rächt’ ich!” (pista 9,
3’59’’) con rabia infinita. La marcha fúnebre (pista 11)
no comienza bien, con unas semicorcheas y fusas en violas y violonchelos
emborronadas, pero enseguida las cosas vuelven a su sitio, y a partir
de 1’45’’ es soberbia. Wieland Wagner solía entrar en el foso del
Festspielhaus para ver dirigir a Kna este fragmento (12).
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Astrid
Varnay en El Ocaso de los Dioses en Bayreuth (1956)
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En la Tercera Escena la bellísima voz de Grümmer expresa perfectamente
tanto el nerviosismo y la angustia de Gutrune (“Nein! Noch
/ kehrt er nicht heim” --pista 12, 0’36’’-- o “Was geschacht? Hagen?”
--pista 13, 0’35’’--) como el rechazo y el dolor (“Fort, treuloser
Bruder” –pista 13, 2’24’’--). Obsérvese la riqueza de matices de
Uhde. En contraste con el comienzo de esta jornada, aquí la voz
ya no suena temblorosa, indecisa. Es más firme ahora, y refleja
bien tristeza (“Gutrun, holde Schwester!”, pista 13, 1’40’’), bien
orgullo y enfado (“Nicht klage wider mich, / dort klage wider Hagen”,
pista 13, 2’48’’). No es ésta la mejor inmolación de Brünnhilde
que conozco de Varnay: la voz suena un poco tensa en algunos
momentos, con alguna aspereza que otra, aunque sin acercarse ni
de lejos a gritos recientes en el recuerdo. Destacaría algunos
graves de impresión, como en “liebte kein Andrer!”
(pista 16, 3’57’’). El “Ruhe, ruhe, du Gott!” no es tan marmóreo
como los de Flagstad, pero es igualmente impresionante, con unos
graves bien apoyados y volumen sobrado. Desde “Fliegt heim, ihr
Raben!” (pista 18, 0’13’’) hasta el final Varnay está impecable.
Con Kna en el foso es claro que estamos ante el final de
una tragedia grandiosa, y El Ocaso de los Dioses, tanto como
Parsifal, son suyos.
Quien haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí se estará preguntando
posiblemente si “hay que comprarse esta Tetralogía o no”,
duda que no me corresponde aclarar. Creo que estamos ante una de
las mejores, y el sonido de esta edición Golden Melodram le hace
por fin justicia. De no ser por el Sigfrido, que no está
a la altura del resto, la recomendaría por encima incluso de la
de 1956. Aunque suene un tanto disparatado, mi versión ideal
sería un híbrido: Oro y Walkyria de 1957, Sigfrido
y Ocaso de 1956. Claro que esta opinión podría variar
cuando dispongamos de una nueva edición, con sonido comparable,
de la Tetralogía de 1958...
(4)
En cualquier caso, comparado con Manfred Jung o Wolfgang Schmidt,
Aldenhoff pasaría por un nuevo Lauritz Melchior.
(5)
Aparecen subrayadas las sílabas que se corresponden, en este caso,
con la nota emitida con vibrato excesivo. Más adelante aparecerán
también subrayadas aquellas sílabas que se corresponden con notas
sobre las que se discute en el texto.
(6)
Estas afirmaciones son relativas. Quien no conozca otros testimonios
de Bayreuth pensará que estoy siendo excesivamente cruel con algunos
cantantes de este ciclo, sobre todo si se compara con el Bayreuth
actual. Pero quien tenga una visión amplia de los testimonios grabados
del Nuevo Bayreuth sabrá a lo que me refiero.
(7)
¡Pensar que el Kna llamó Scheibziege
a una pobre muchacha flor durante un ensayo de Parsifal!
(8)
Después de este Tercer Acto tuve que escuchar el Tercer Acto
del Sigfrido de Bayreuth 1960 (estupendo Wanderer
de Hermann Uhde, extraordinarios Hans Hopf y Birgit Nilsson en el
dúo) y el dúo de Bayreuth 1953 del Sigfrido dirigido por
Clemens Krauss (gloriosos Varnay y Windgassen).
(9)
Además de este Ocaso, en 1957 Windgassen cantó en Bayreuth
Tristán e Isolda (con Nilsson y dirección de Wolfgang Sawallisch),
los dos Siegfried del primer ciclo del Anillo y
algún Walther; en este segundo ciclo del Anillo dieron
un descanso a Windgassen contando con Aldenhoff en el Sigfrido.
(10)
Aunque Solti es más rápido que Knappertsbusch, no es obviamente
el doble o triple de rápido.
(11)
Aniquilación, Hagen, servidumbre de los Nibelungos
modificado. Quizá esto sea tratado alguna vez por Germán Rodríguez
en la sección Leitmotivaciones de Wagnermanía.
(12)
Por curiosidad y como demostración de que el metrónomo de
Kna no estaba en la cabeza, doy (salvo error) la duración de la
marcha fúnebre en media docena de ejemplos: Bayreuth 1951
(6’22’’); Munich 1955 (6’48’’); Bayreuth 1956 (5’58’’); grabación
de estudio para DECCA 1956 (7’30’’); Bayreuth 1957 (6’21’’); Bayreuth
1958 (7’).
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